Read the book: «Una Vida de Obediencia Consciente y Fiel»

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Una Vida de Obediencia

Consciente y Fiel

A. N. Martin

Pastor de la Iglesia Bautista de la Trinidad,

Montville, New Jersey

Publicaciones Faro de Gracia

P.O. Box 1043

Graham, NC 27253

USA

Publicado por:

Publicaciones Faro de GraciaP.O. Box 1043 Graham, NC 27253

ISBN 978-1-629462-33-2

Agradecemos el permiso y la ayuda brindada por Banner of Truth (3 Murrayfield Road, Edinburgh, EH126EL) para traducir e imprimir este libro al español.

© Derechos Reservados, Banner of Truth Trust

Traducción realizada por R. Wayne Andersen y David Alonzo

Contenido

Introducción

I. Las Raíces de una Vida de Obediencia Consciente y Fiel

II. El Clima de una Vida de Obediencia Consciente y Fiel

III. El Proceso Efectivo de una Vida de Obediencia Fiel

IV. El Galardón de una Vida de Obediencia Fiel

Introducción

Mi porción es Jehová; He dicho que guardaré tus palabras. Tu presencia supliqué de todo corazón; Ten misericordia de mí según tu palabra. Consideré mis caminos, y volví mis pies a tus testimonios. Me apresuré, y no me retardé en guardar tus mandamientos.Salmo 119:57-60

¿Cuál es el corazón de la verdadera rectitud? ¿Cuál es la esencia de ser un verdadero discípulo de Jesús? La respuesta bíblica es clara y simple: La vida cristiana es una vida de obediencia fiel de principio y de conciencia a la voluntad de Dios revelada en la Biblia. El pasaje citado anteriormente declara, comprensiva y concisamente, los elementos esenciales de esta vida.

Antes de que examinemos este texto para ver como nos expone la visión bíblica de la vida cristiana, quisiera yo recalcar el papel central de la obediencia en la religión enseñada por la Biblia. En el principio de nuestro estudio, pido al lector que asienta conmigo que la única doctrina y experiencia religiosa dignas de nuestra consideración son aquellas que son respaldadas por la Biblia. Las opiniones y experiencias del hombre no valen como guías hacia la verdad de la religión, si éstas no concuerdan con el testimonio de las Sagradas Escrituras. La Biblia es la única autoridad capaz de determinar qué es lo verdadero y normativo para el pueblo de Dios. Una y otra vez la Biblia enfatiza el papel central que la obediencia toma en la verdadera religión.

Cuando Dios creó a Adán y a Eva, y los colocó en el huerto del Edén, les reveló plenamente que todas las bendiciones que les manifestó, permanecerían en la medida en que ellos obedecieran su Palabra. Dios les dio un claro y sencillo mandato: “De todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia de bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieras, ciertamente morirás.” (Génesis 2:16-17) Toda la vida de bendición en el huerto del Edén, una vida de comunión con Dios sin barreras, una vida de verdadero amor entre Dios y el hombre, todo llegaría a un trágico final en el momento en que ellos se desviaran del camino de obediencia. Trágicamente nuestro primeros progenitores (Adán y Eva) desobedecieron a Dios. Y cuando Adán se desvió del camino de obediencia, como nuestro representante primigenio, arrastró a toda su descendencia con él. Aparte de la gracia de Dios, todo miembro de la raza humana sería hijo natural de desobediencia y de ira. (Efesios 2:2-3) La nuestra es una raza comprometida al camino de desobediencia y rebeldía, en contra de la voluntad revelada de Dios.

La Biblia afirma que cuando nuestro Señor Jesucristo vino a redimir a su pueblo electo, El los redimió poniéndolos en el camino de obediencia a su Padre. De la misma forma que el primer Adán se hubo arruinado a sí mismo y a todos sus descendientes con él por su acto de desobediencia, el Segundo Adán (Jesucristo) aseguró la salvación por Su pueblo elegido, en el cumplimiento de obediencia fiel a la voluntad de Dios. “Porque así como por la desobediencia de un hombre [Adán] los muchos fueron constituídos pecadores, así por la obediencia de uno [Jesucristo] los muchos serán constituídos justos.” (Romanos 5:19) Nótese también el lenguaje de Filipenses 2:6-8, el cual nos enseña que nuestro Señor Jesús “siendo en forma de Dios... se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.”

La Biblia enseña claramente que por el acto de obediencia decidida a la voluntad de Su Padre, el Señor Jesucristo derramó su sangre en la cruz para asegurar la salvación de una multitud innumerable. La obediencia radica en el corazón mismo de la redención realizada por la obra y la muerte de Cristo. Sin embargo, la Biblia no se detiene aquí. También, las Escrituras declaran que la salvación que Jesús obtuvo en el cumplimiento de Su obediencia, El la confiere a su pueblo de tal forma que hace a todos los que la reciben, sujetos obedientes al Dios vivo. Así que en 1 de Pedro 1:2, la Biblia habla del pueblo de Dios como aquellos que son elegidos por Dios “para obedecer y ser rociados con la sangre de Jesucristo.” La sangre de Cristo nunca es rociada sobre una persona, sin que ésta sea llevada a la senda de obediencia a Dios. Por eso, el escritor de Hebreos puede decir así: “Y aunque era el Hijo (de Dios,) por lo que padeció aprendió la obediencia; y habiendo sido perfeccionado, vino a ser autor de eterna salvación para todos los que le obedecen.” (Heb. 5:8-9) Cuando la salvación obtenida por Cristo es aplicada con poder divino, produce en todos los salvos un cumplimiento de obediencia fiel a la voluntad de Dios, que refleja el mismo compromiso en que andaba nuestro Salvador para asegurar dicha salvación.

Además, la Palabra de Dios describe a la gente de Dios como aquellos que ‘guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús’ (Apocalipsis 14:12). Los cristianos no son gente farisaica que piensa que su imperfecta obediencia es la base de su salvación. No, ellos se adhieren a ‘la fe de Jesús’ de la cual los fundamentos son la confesión de la pecaminosidad e incapacidad para salvarse de la ira de Dios sobre los pecadores. Y aquellos que reconocen su condición pecadora y se entregan a la misericordia de Dios (es decir, guardan la fe de Jesús) también guardarán los mandamientos de Dios. Ellos viven vidas de obediencia resuelta a la voluntad de Dios revelada en su Palabra. Aunque alguien profesa sostener la fe de Jesús y ser objeto de la salvación de Cristo, si la obediencia no es el hábito fundamental de su vida, Dios le dice mentiroso: En esto sabemos que nosotros le conocemos, si guardamos sus mandamientos. El que dice: “Yo le conozco” y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y la verdad no está en él. (1 Juan 2:3-4)

Espero que estas citas de la Palabra de Dios sean suficientes para convencernos que la obediencia no es un tema secundario, no como algo que toca por casualidad o indirectamente al corazón de la verdadera religión; la obediencia a la voluntad de Dios es el corazón mismo de la verdadera religión bíblica.

Habiendo establecido que el concepto de obediencia es central para la salvación, definamos ahora el término obediencia’. Por obediencia quiero decir una consciente y entregada conformidad con los preceptos de Dios revelados en la Biblia, haciendo referencia principal a la autoridad de Dios que respalda estos preceptos. Tal vez un ejemplo práctico nos ayude a entender esta definición de obediencia: ¿Cómo es un hijo obediente? ¿Es aquel que cuando dice su papá, ‘Hijo, deja de jugar y entra en la casa,’ entra en la casa pero de mala gana, arrastrando los pies en un espíritu patente de rebeldía? ¿Lo consideraríamos obediente? ¿Pudiéramos imaginarnos al padre diciendo, ‘Gracias, hijo. Ese fue un bello gesto de obediencia de corazón hacia tu papá.’? Claro que no. Los pies tal vez entraron en la casa, pero no hay sentido de que el niño crea que es necesario obedecer a su padre por la autoridad y derecho que él tiene. Por lo máximo, esta clase de obediencia resentida y renuente a la autoridad paterna se preocupa simplemente de escapar a la vara correctiva. No es la obediencia bíblica que se preocupa principalmente por la autoridad divina de los padres. Por otro lado, si el niño responde al mandato de su padre con prontitud y animada complacencia, con espíritu y pies cooperativos, la diferencia será obvia. En tal caso hay verdadera obediencia de corazón, y no sólo una clase de externa conformidad a la autoridad paterna.

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