Cenicienta De Sangre

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23 años después

APRIL

“ Nos están tomando el pelo!”, gritó furibundo y enojado Zack, tirando sobre la mesa la carta que había recibido esa mañana.

“ No te adelantes”, intentó calmarlo Vera.

“ Estás bromeando? Estos bastardos vienen aquí, a mi ciudad, ¡y se comportan tan arrogantes!”

“ Zack tiene razón”, lo defendió la esposa furiosa. “Sabes cómo llaman a los lobizones? ¡Bárbaros! ¿Pero quiénes se creen que son?”

“ Fanny, te lo ruego…”, le suplicó Vera que esperaba su ayuda.

La situación se estaba complicando día a día y la que debía ser una alianza nueva con una de las facciones de vampiros más potentes y difíciles de acercar, se estaba transformando en una pesadilla por causa del odio recíproco cultivado por siglos.

“ Los vampiros no olvidan”, habían sido las únicas palabras que había conseguido decirle a Vane Vampire, llamado por su clan como “El Príncipe”.

“ Fueron muy tontos en creer que habría sido un paseo involucrarse con la que se considera la purasangre de la raza vampira, compuesta en su mayoría por aristócratas de alto linaje”, se entrometió Nicholas que había formado parte de esa facción donde todos lo conocían como “El Duque.”

“ Nick, no te entrometas! Sabes que era inevitable llegar a este punto”, se enojó Vera, que en los últimos veinte años había conseguido mantener la paz entre las razas y sellar definitivamente la alianza con la Orden de la Cruz Ensangrentada.

Sin embargo, todavía quedaban dos facciones a unir: la aristocrática a cargo del Antiguo y noble Príncipe, y la de los rebeldes que no querían dejar de alimentarse de sangre humana o someterse al control de la Orden, en quienes no confiaban por causa de la guerra secular entre ellos.

“ Y ahora qué tendría que hacer?”, los interrumpió Zack indicando nerviosamente la carta.

“ Se trata de una invitación. No aceptarla sería una declaración de guerra”, explicó Nick que conocía bien la mentalidad de Vane.

“ Y aceptarlo significaría arrojarse a la boca del lobo y arriesgarse de salir muertos”, dijo Fanny asustada de no poder proteger a su familia.

“ No creo que hagan una tontería de ese tipo. Vane sabe que alcanzaría con un paso en falso para tener encima a toda la Confederación con lobizones y Cazadores Hechiceros juntos… además, en mi opinión, si después de todos estos años de rechazo hacia nosotros, ahora decidieron aceptar al menos conocernos, significa que hay un descontento entre los aristócratas. Probablemente también Vane necesita de esta alianza, pero olvídense que vaya a admitirlo. El orgullo y el honor son las únicas cosas que importan en el interior de su grupo”, dijo Nick pensativo. “Además, la invitación es extensiva también a nosotros. Por lo tanto, no estarán solos.”

“ Vera te necesito”, se rindió Zack acercándose a su más querida amiga, pero ella bajó la mirada cubierta de tristeza y se alejó.

“ Lo lamento, Zack, pero yo no voy a ir. Tengo un vuelo que me espera y debo volver urgentemente a New York. Alguien me necesita…. Sin embargo, estará Nick contigo. El conoce a El Príncipe mucho mejor que yo”, murmuró Vera, intentando contener las lágrimas.

“ Entiendo”. Sabía que, cuando Vera no hacía referencia a nadie en particular, en realidad se refería a sus hijos.

“ Nunca entendí por qué tiene que haber todo este misterio sobre los hijos de la tía Vera”, pensé corriendo a esconderme para no dejarme atrapar espiando.

Bajé corriendo las escaleras, pretendiendo haber llegado en ese momento de la facultad.

Apenas hice tiempo, cuando vi a mis espaldas a mis padres que salían de la biblioteca con el tío Nick y la tía Vera.

Apenas me vieron, corrieron felices a mi encuentro.

“ April, tesoro, estás cada día más bella! ¿Cómo van los exámenes? Me dijo tu padre que tienes dificultad en aprobar los de arqueometría”, me dijo tía Vera abrazándome. Después, bajando la voz, agregó: “Y también sobre los de la legislación de los bienes culturales.”

Entendí enseguida que había tenido una intrusión mental, ya que recién había llegado de la facultad, donde me habían aplazado en “Legislación del patrimonio cultural”, sólo cuarenta minutos antes.

Además de mis compañeros y el profesor, nadie lo sabía aún.

“ Claro… si yo también pudiera tener una de esas pildoritas azules de Grucho”, respondí irritada por mi cerebro lento y poco propenso a memorizar lo que no me interesaba.

“ Y tú qué sabes de las píldoras de Grucho?”, intervino de inmediato mi padre.

Ops! Claro que no podía decirle que Elizabeth y Leo me habían hecho entrar varias veces escondida en la Confederación de Sangre, lugar definido por mi padre como “cueva de vampiros” y por mí como “País de las Maravillas y Magias”. Allí había presenciado actuaciones deportivas y peleas sobrenaturales, salir con fascinantes vampiros, poderosos hombres lobo, curiosos híbridos, presenciado innumerables hechizos del abuelo Ahmed y la tía Siobhan o los extraños experimentos científicos del vampiro más loco y brillante de la Confederación, Grucho, un chupasangre que había exagerado con las pastillas azules capaces de incrementar dramáticamente el desempeño intelectual y mnemotécnico de cualquiera.

Por lo que sabía, mi tía Vera y mi prima Elizabeth se habían graduado gracias a esa píldora que les habían ayudado a memorizar a ambas en un sólo día todo el programa.

¡Qué suerte!

Yo también, con doce años, había intentado tomar una y casi lo había conseguido gracias a Grucho y a mi primo Leo, pero alguien (mi tía Siobhan, la madre de Leo, me parece) se lo dijo a mi madre que había corrido a buscarme a la Confederación, confiscándome la famosa píldora y castigándome por un mes.

El peor regaño de mi vida y la desilusión de mi madre fueron tan letales para mi corazón inseguro y en búsqueda de su aprobación, tanto que abandoné la idea y decidí confiar sólo en mí.

Claro, después de haber sido desaprobada dos veces en arqueometría y ahora, en legislación sobre bienes culturales, el deseo de esa píldora azul había regresado prepotente a mi mente.

Además, era la más grande de mi curso ya que había perdido dos años en economía, antes de decidirme en abandonar esa facultad que odiaba y que había elegido sólo para poder ayudar a mi padre y volverme una futura y merecida heredera de la Macross Company .

“ Tesoro, la vida es tuya y está bien que elijas el camino que más amas. No tienes que pensar en mí y en la Compañía o en la Orden de la Cruz Ensangrentada. Si amas el arte y la restauración, deja economía y concéntrate en tu pasión”, me había dicho un día mi padre, siempre atento a mis deseos.

Era realmente muy afortunada en tener un padre tan amoroso y comprensivo (excepto cuando se trataba de aventuras amorosas con vampiros), pero con tan malos resultados tenía terror de desilusionarlo.

Y ahora mi padre estaba allí, delante mío, con la mirada amenazante, listo para reprenderme.

“ Me contó hace un tiempo Leo”, mentí girándome hacia mi madre que pretendió no recordar el día en el que me había encontrado rodeada por siete vampiros, dos híbridos y con esa píldora en la mano.

Nunca supe qué le había dicho a mi padre exactamente, pero por lo que parecía, la verdad había sido camuflada también por ella.

“ Ahora tenemos que irnos, Vera. Se hizo tarde”, intervino mi tío Nick, con los ojos fijos en el cielo plomizo que dejaba entrever los primeros y débiles rayos de sol de la tarde.

Ser un Antiguo, lamentablemente no significaba ser a prueba de incineración y sabía cuán grave era ese problema para los vampiros que no tomaban la BloodSky, una píldora de sangre sintética que les permitía vivir incluso de día y sobrevivir sin tomar sangre humana. Pero los vampiros de estirpe Antigua como Nick y Vera eran inmunes a la BloodSky.

Mi tío, el hombre más bello que yo había visto en mi vida (excluyendo a mí otro tío, Blake, a quien veía raramente), vino a abrazarme para saludarme.

Aunque si mi padre confiaba mucho en él, cada vez que esto sucedía, veía en sus ojos una cierta aprehensión: su niña humana en los brazos de uno de los vampiros más fuertes y poderosos del mundo.

Haciendo caso omiso de ese miedo insensato y en adoración a ese tío con la mirada tan profunda y penetrante que hace que todos pierdan y anulen toda voluntad, lo abracé también.

“ Espero volver a verte pronto, tío. Y saluda a la tía Tess y a Elizabeth”.

“ Seguro, pequeña espía mentirosa”, me susurró en la oreja de manera que sólo yo pudiera escucharlo.

La idea de que me hubiera descubierto in fraganti espiando y que supiera siempre cuando estaba mintiendo, me hizo sonrojar hasta las orejas.

Inútil esconder mi vergüenza ya que mi piel, blanca como la leche y ligeramente cubierta por pecas doradas, se sonrojaba y se pone rojo fuego sin control cada vez que sentía alguna emoción más fuerte de lo normal.

Esa sensación era odiosa. Elizabeth decía que era peor que un libro abierto y que agradecía que su gen humano no le hubiera dado un signo de debilidad como ese, de lo contrario, sufriría de eritrofobia

Apenas se fueron mis tíos, me disculpé rápidamente con mis padres con la excusa de ir a estudiar para el examen de antropología.

 

En realidad, corrí a la biblioteca para buscar esa carta que había desencadenado la ira de mi padre.

Me tomó sólo un momento encontrarla.

Abrí el sobre.

Era una invitación.

El papel estaba en relieve y era antiguo, con un efecto particular. Al tacto parecía suave como tela y la escritura estaba decorada en relieve con un efecto bronce levemente brilloso.

“ El nobel e Ilustrísimo Príncipe, Vane Vampire, le ofrece el honor de asistir al baile de máscaras en Brumoise Hall, su residencia de verano en Derbyshire, el sábado 12 de julio a la hora 23.

La invitación está reservada exclusivamente al Señor Zachary Macross y su familia.”

Volví a leer la invitación unas diez veces sólo para fijar en mi mente ese fuego de adrenalina que me había desencadenada en todo el cuerpo.

¡Una noche mascarada!

¡En la residencia de un nobel vampiro que se hacía llamar El Príncipe!

¡Sólo mamá, papá y yo! ¡Sin los miembros de la Orden de la Cruz Ensangrentada que siempre están de guardia!

¡Dios mío! ¡No lo podía creer!

¡¿Cuándo tendría otra oportunidad así?!

Lamentablemente no pude terminar de fantasear sobre ese hecho, cuando alguien me quitó la invitación de la mano.

“ Olvídalo!”

Era mi madre y cerca de ella estaba mi padre con apariencia de no asegurar nada bueno.

“ La invitación es también a mí”, le recordé, pero por el enojo que percibí en mis padres, entendí que habría tenido que moderar el tono sino quería desatar una guerra familiar.

“ No es una invitación. ¡Es una trampa y tú no irás! No tienes las habilidades adecuadas…”, intentó explicarme más dulcemente mi madre, pero yo me enojé todavía más.

“ ¿Sólo porque no tengo los poderes de un hombre lobo como tú, mamá?”

“ Exacto.”

“ Ni siquiera papá los tiene. ¡Él y yo somos humanos, y sin embargo aquí estamos! Temidos por los vampiros e intocables para cualquiera.”

“ Sí, pero todo eso tiene un precio y la seguridad permanente de la Orden es prueba de ello.”

“ Seguridad que no sería suficiente, sino tuviéramos de nuestra parte a toda la Confederación de Sangre, que esa noche estará allí con nosotros. Lista para protegernos. Apuesto que será así.”

“ Estarán sólo Nick y Xander con sus familias”, me informó mi padre.

“ Entonces también van a estar Elizabeth y Leo! ¡Con ellos estaré segura! ¿Quién podría siquiera tocarme, sabiendo que podría contrariar a la hija de un Antiguo o al hijo de un hombre lobo Alfa y de una vampiresa con poderes mágicos?”

“ April, no discutas”, intervino mi padre con voz cansada y sufrida. “Sabes cuánto eres importante y frágil en este mundo en el que te hemos educado.”

“ Papá, sé que tienes miedo de que me pueda suceder algo, pero te aseguro que no sucederá.”

“ No, pequeña mía, no lo entiendes.”

“ Ya no soy una pequeña!”, me enojé.

“ Tu padre sólo intenta decirte que te queremos mucho y que ese cariño podría transformarse en un arma en contra nuestro”, intervino mi madre abrazándome.

“ Lo sé”, me tranquilicé, abrazándola también.

Nunca conseguía lo que quería con ellos y siempre terminaba cediendo, pero esta vez sabía que no habría permitido a mis padres mantenerme en una caja de cristal, como solían hacerlo, alejada del peligro.

“ No quiero hacerlos sufrir, pero tengo que empezar a vivir y a tomar mis propias decisiones”, hubiera querido decir, pero las palabras murieron en mi garganta.

Estrategia

APRIL

La Confederación de Sangre era mi segunda familia.

Allí estaban todos tíos, primos, abuelos, incluso si ninguno de ellos era pariente mío, excepto por Félix, el hermano de mi madre.

Y yo era la “pequeña April” para los vampiros que trabajaban en la sede de Londres, la “muchacha con perfume de primavera”, para quien todavía no había pasado de nutriste de sangre humana a la BloodSky, “la humana que esconde un secreto que todavía no he podido descifrar” para el científico Grucho, “piel de zanahoria/ Pandereta / flor de campo” para Elizabeth que adoraba molestarme por mis cualidades que ella consideraba vergonzosas, como mis pecas y el cabello rojo, mi corazón tan “humano” que latía como un tambor haciéndose siempre sentir y expresando todas sus emociones, o el aroma que tenía, tan delicado y persistente como un prado florido.

Elizabeth era una contradicción: podía decir la cosa más antipática y de inmediato la más dulce, pero en mi opinión, su miedo mayor era el mostrar la humanidad que había dentro de ella, ya que su madre Tess era una simple humana.

De todas formas, nadie hacía caso a mi presencia y después de las usuales cortesías, me encerraba en el gimnasio donde sabía que habría encontrado a las únicas personas que me habrían ayudado.

Como siempre, el gimnasio estaba lleno de jóvenes vampiros de espíritus encendidos y con el temperamento irascible y a menudo presumido, que los empujaba a participar en los combates contra los lobizones.

Había faltado a un seminario en la facultad para estar allí y de inmediato estaba contenta de ver al último vampiro al que le habían dado un KO, con la fuerza y la técnica increíbles de Leo, hijo de Xander, el lobizón Alfa que lideraba su clan.

A pesar de que Leo sólo tenía siete años más que yo, parecía que nadie podía desafiarlo.

Aunque al inicio había sido considerado casi una subespecie de lobizón, ya que su madre Siobhan era sólo una hechicera que luego se había vuelto vampiresa y no un hombre lobo, no se necesita mucho antes que todos entendieran que Leo no era menos por sus orígenes híbridos.

¡Es más! Esa unión de genes distintos lo había vuelto perfecto: ¡fascinante y magnético como un vampiro, resistente y poderoso como un lobizón, dulce y humilde como un humano… con una pizca de magia!

¡Irresistible para mí! ¡Tanto como para considerarlo “el muchacho de mis sueños” durante toda mi adolescencia!

Una obsesión jamás correspondida, sino con un gran afecto y sentido de protección de su parte.

Incluso si había crecido y la obsesión se había atenuado, bastó que su mirada ámbar se posara en mi por un instante, antes de mirar al resto de los presentes, para sentir de nuevo el corazón dando brincos.

Cuando lo vi luego quitarse la playera mojada por el sudor y quedarse con el pecho desnudo con esa sonrisa dulce grabada en su rostro, me puse completamente roja.

“ April, ¿qué haces aquí?”, me dijo de inmediato viniendo hacia mí y dándome un beso en la mejilla caliente.

“ Hola, Leo. Te estaba buscando. Necesito tu ayuda.”, lo saludé orgullosa de mí. Me había llevado cinco años conseguir hablar delante de él sin balbucear y finalmente lo había conseguido.

“ Siento perfume a problemas”

“ Es por la invitación a la fiesta de máscaras de esta noche.”

“ Problemas serios”, dijo de inmediato Leo.

“ No si tú me ayudas”, le supliqué. “Te lo ruego.”

“ Y como podría decirte que no”, me susurró haciéndome una caricia en la mejilla que hizo que me temblaran las piernas.

“ Aquí estas!”, llegó como un rayo Elizabeth interrumpiendo mi encuentro idílico. “Sentí tu presencia desde afuera, con ese tambor que tienes en el lugar del corazón.”

“ Ely, déjala en paz”, intervino Leo. “Sabes que no es de buena educación hacer notar cuanto podemos percibir las emociones humanas.”

“ No es culpa mía si tengo un oído extrafino”, se justificó Elizabeth de inmediato, mordaz con Leo. “Y tú, por otra parte, ¡vístete! ¿No ves que haces que se emocione? ¡Está toda roja y acalorada! Es obvio que el enamoramiento que siente por ti todavía no se le pasó, y ya que no quieres corresponderla, por lo menos ten la decencia de vestirte y de evitar ciertas cosas con ella o seguirás ilusionándola, ¡estúpido!”

Era imposible estar delante de Elizabeth sin sentir al menos por un instante el impulso de matarla.

Y no sólo para las pobres humanas como yo, sino también para los vampiros y lobizones.

Ella era la Princesa de la Confederación: las más hermosa, la mejor, la más fuerte, la más deseada, la perfecta…

Y ella lo sabía. ¡Y lo sabía bien!

Al único al que no le importaba era a Leo.

Y eso enojaba muchísimo a Elizabeth. Las cosas, además había empeorado cuando ella, la mejor en combate, había sido vencida por el mejor en combate, es decir, Leo.

Una derrota imperdonable para Elizabeth, tanto que se había vuelto aún más resentida hacia él, quien por el contrario siempre la trató como a una dulce hermanita a la que amaba, a pesar de todo.

Como un perrito obediente, Leo fue de inmediato a buscar una playera limpia para ponerse.

“ Entonces estas aquí por la fiesta de máscaras?”, me trajo nuevamente a la realidad, Elizabeth.

“ Sí. Quiero ir, pero mis padres no me lo permiten.”

“ Creía que eras lo suficientemente grande como para decidir sobre tu vida”, dijo ella, clavando el cuchillo en la herida.

“ Es obvio que no quiere dar un disgusto a su padre o hacerlo preocupar”, llegó en mi auxilio Leo que en el mientras tanto se había puesto una playera.

“ Entonces? ¿Quieres ir y darle un disgusto a tu padre o no?”, intentó comprender Elizabeth.

“ Quiero ir sin darle un disgusto a mi padre.”

“ De qué forma?”, sospechó Elizabeth cruzando los brazos. Su mente ya estaba buscando una solución.

“ Se trata de una fiesta de máscaras, por tanto, ¡nadie sabrá realmente quien será quien!”

“ Olvídate de la invitación.”

“ No es que tal vez les sobra una?”

“ Yo tendré la de mi padre. Está furioso por eso y decidió que no irá. Hace días que pelea con mi madre por ese motivo. De todas formas, en mi casa no queda nada entero. Parece una casa bombardeada”, intervino Leo.

“ Tiene que ir o arriesgará la posibilidad de hacer una alianza!”, se alarmó Elizabeth.

“ Lo sé, de hecho, iré en su lugar… pero eso todavía no lo sabe.”

“ Perfecto! ¿Y yo podré usar su invitación?”, pregunté esperanzada.

“ Será difícil hacerte pasar por esa montaña de músculos del tío Xander”, me respondió mi prima con la aprobación de Leo.

“ ¡Se los ruego, ayúdenme! ¡Sólo quisiera poder ir! ¡Aunque sea sólo por diez minutos! Quizás, si voy alrededor de las once y mis padres se demoran, nadie sabrá jamás lo que hice.”

“ Las once? ¡Mi invitación es para la medianoche!”, me informó Elizabeth.

“ Por qué?”

“ Para los vampiros la medianoche es considerada la Hora de la Sangre. Es un honor haber recibido la invitación para esa hora, a diferencia de los demás que fueron invitados con antelación”, me explicó pavoneándose.

“ Entonces no podré ir a las once?”

“ Yo puedo ir cuando quiera”, dijo ofendida.

“ Entonces por qué no le das tu invitación a April hasta la medianoche?”, intentó preguntar Leo.

“ Buena idea!”, exclamé sintiéndome en el séptimo cielo.

“ Están bromeando? ¡April es una humana! ¡Me hará quedar mal!”, dijo Elizabeth.

“ También tú eres mitad humana y además estoy segura de que, siguiendo tus consejos, voy a estar perfecta como tú... o casi”, dije implorando para hacerla ceder.

“ Con ese concierto cardíaco que tienes y esas mejillas siempre rojas? No, imposible.”

“ Podría pedirle a Grucho o a alguien más hacerme un encantamiento.”

Finalmente, pude convencerla de ayudarme.

Sin embargo, todas mis ideas sobre el look para la noche fueron rechazadas por mi prima.

 

“ ¿Recuerda que durante esa hora serás yo, por tanto, deberás estar impecable, fui clara? ¡Y pobre de ti si dejas que te descubran! Si todo esto llegara a oídos de mi madre…”, comenzó a decir antes que el temblor de su voz revelara su malestar. Bien, la vampiresa perfecta Elizabeth tenía miedo a una sola cosa: su madre, una simple humana, a quien no le importaba la sangre Antigua que llevaba su hija y el hecho que fuera considerada la princesa de la Confederación.

“ Creía que eras demasiado grande, para tener miedo todavía de tu madre”, me burlé de ella.

“ Nunca se es demasiado grande para ella”, me respondió con una sonrisa tímida que escondía el infinito amor que sentía por su madre.

Finalmente, ese día voló a manos de Harold, el lacayo más entretenido y emotivo de la Confederación. Bajo las órdenes tiránicas de Elizabeth, a quien temía como la muerte, me hizo un vestido idéntico al que ella usaría más tarde cuando me fuera de la fiesta.

Después fue el turno de la máscara de plumas.

Todo estrictamente negro y ultraliviano.

Y finalmente los zapatos. Rojos y cubiertos de brillantes similares a los rubíes.

“ Está todo!”

“ No, querida mía”, dijo Elizabeth. “¡No hay reloj para este atuendo y no quisiera que nuestra Cenicienta rodara escaleras abajo para escapar a último momento del Príncipe Azul y perder el zapatito, corriendo el riesgo que la descubran! Para ello te daré un collar mío de rubíes donde haré colocar un trasmisor o algo por el estilo, que pueda avisarte cinco minutos antes de la Medianoche, para darte tiempo de irte y a mí de llegar como si nada ocurriera.”

“ De todas formas, yo estaré a tu lado”, intervino Leo. “No te quitaré los ojos de encima ni por un instante. Así que, April, no tienes que preocuparte.”

“ Número uno: no confío en ti. Número dos: no quiero correr riesgos, por lo tanto, mejor tener una preocupación de más que una de menos”, aclaró mi prima poniendo nervioso a Leo. Ya que ella no esperaba otra cosa que desencadenar la enésima pelea con él, surgió una diatriba capaz de hacer temblar a los vidrios de la habitación.

Atemorizada, me fui con el collar de Elizabeth buscando a Grucho.

Toda la habitación dedicada a los experimentos químicos del científico estaba en el caos más absoluto y desde que, muchos años antes de mi nacimiento, Harold había tenido la brillante idea de limpiar su laboratorio, ahora el acceso estaba prohibido a todos. Todavía estaba en la puerta el letrero “Muerte a los lacayos”, escrita a mano con la sangre del mismo Grucho.

No hace falta decir que Harold, miedoso como era, no osaba siquiera a acercarse a todo el piso por miedo de caer en la venganza del vampiro científico.

“ ¡Hola, Grucho! ¿Cómo estás?”, intenté preguntar al ingresar, tratando de hacerme espacio entre las miles de cosas sucias arruinadas que había en el piso.

“ Cómo quieres que vaya? ¡Mal! ¡El tiempo no se detuvo y yo no tengo tiempo de escucharte! ¡Quisiera, pero no puedo! El tiempo se escapa…”, murmuró él como un loco, emergiendo de detrás de un estante cromado con un libro en la mano.

“ Dicho por un vampiro centenario, ese concepto del tiempo casi que provoca angustia.”

“ Escanear los átomos del tiempo, eso es lo que tengo que hacer”.

“ Mientras buscas esos benditos átomos para escanear, podrías crear una especia de alarma para esta noche, cinco minutos antes de la medianoche… ¿y ponerla en este collar?”

“ Quisiera… quisiera, pero no tengo tiempo.”

“ Qué lástima, creía que podías hacerlo. Atrapar cinco minutos de Tiempo en este collar”, dije con un tono profético y fingidamente encantador, pero que alcanzó para llamar su atención.

“ Pero ¿tú quién eres?”, me preguntó después de algunos segundos.

“ April”, respondí cuando me di cuenta de que, en lugar de tiempo, Grucho tendría que buscar y escanear sus neuronas.

“ La muchacha que esconde un secreto que todavía no he descubierto?”, preguntó acercándose e inclinándose hacia mí, tanto como para que por un instante nuestras narices se rozaran.

“ Exacto”, exclamé feliz, preguntándome una vez más por que seguía llamándome así.

Antes de que se perdiera nuevamente en su locura, le entregué en la mano el collar y le repetí mi pedido.

Ya no entendía lo que pasaba, porque las quejas de Grucho se volvían cada vez más tenues mientras se ponía a trabajar en el collar detrás de un escritorio lleno de basura.

Luego de diez minutos, regresó con el collar, al que le había aplicado una sutil e invisible hoja metálica detrás de la gema más grande.

“ ¿Estás seguro de que, cuando lo lleve puesto, me avisará la hora?”

“ Claro. Quien lo lleve puesto tendrá una especia de paro cardíaco que volverá a la persona, inerte por varias horas.”

Sentí cada gota de mi sangre fluir hacia mi rostro.

“ No, mira… yo llevaré este collar y no quisiera morirme.”

“ Prefieres una sirena que pueda romper los tímpanos?”

“ No se podría optar por un minúsculo y apenas perceptible hormigueo?”

“ Algo que no dañe los tejidos humanos?”

“ ¡Eso, exactamente! ¡Sería perfecto!”, exclamé intentando tragar toda la tensión que había acumulado en la garganta.

“ Oh… ok, creía que preferías morir.”

“ No… no todavía. Sabes, todavía tengo que terminar mis estudios, casarme y tener hijos, envejecer… y después, al final, morir”, intenté explicar delante a la mirada perdida del científico.

“ Podrás hacer todo eso antes de morir? Sé que ustedes humanos tienen sólo algunos decenios a disposición y a veces pueden morir anticipadamente por causas naturales. Podría ocurrir incluso dentro de algunos minutos.”

Hablar con él podría producir mucha angustia, así que lo interrumpí.

“ El collar, Grucho. Soluciónalo rápidamente, de lo contrario corres el riesgo de perder más tiempo y sabes, el tiempo…”

“… escapa”, terminó él la frase corriendo a arreglar el collar mientras era preso del apuro.

Después de un cuarto de hora y con un poco de ansiedad por no vivir lo suficiente, volví con Leo y Elizabeth que estaban todavía peleando.

“ Qué sucede?”, una voz me hizo exaltar obligándome a dar la vuelta.

Era mi tía Siobhan, la madre de Leo.

Aunque sostenía que había perdido todos sus poderes mágicos al volverse una vampiresa, yo percibía en ella sólo magia y, una conexión especial con la naturaleza que la volvía especial y más parecida a un hada que a una vampiresa gracias a sus movimientos delicados y femeninos, a sus cabellos salvajes y llenos de trencitas y listones de colores.

“ Tía, hola.”

“ Esta mañana escuché el viento cambiar y ahora tú estás aquí”, dijo en voz baja y con el ceño fruncido.

“ Vine a ver a Leo y a Elizabeth”, mentí, pero apenas ella intentó tocarme, me alejé bruscamente. Mi prima me había explicado muchas veces como los vampiros pueden entrar en la mente de las personas a través del contacto físico.

“ No puedo evitar tu destino, pero sólo presta atención y elije con sabiduría tu futuro”. Con esas últimas palabras se fue, dejándome sola con mis elucubraciones.

Cuando llegué donde estaban mis primos, me llevó al menos media hora hacer que se calmen.

“ Se puede saber adónde fuiste?”, se enojó Elizabeth que se dio cuenta de mi presencia sólo después de haber terminado la discusión.

“ Aquí. Esperando que terminara esta tonta pelea.”

Con un gesto de enfado, Elizabeth me hizo callar. “De todas formas está todo decidido. Desde aquí se necesita cerca de media hora para llegar a la Brumoise Hall. Yo saldré a las once con mi padre, mientras tú iras con Leo en un coche rentado para no levantar sospechas. Partirán dentro de tres horas, por tanto, empieza a prepararte e intenta encontrar una excusa con tus padres. Por último, Leo y yo discutimos mucho y es mejor no pedirle ayuda a Siobhan, por tanto, ya que el abuelo Ahmed se ha ido a Susa, deberás conformarte con la magia de Leo.”

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