Refugiados ambientales

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Capítulo 1

Migraciones forzadas inducidas por el cambio climático

Las migraciones forzadas son también llamadas involuntarias, compulsivas o ambientales, términos que se refieren al mismo fenómeno: la migración forzada motivada por el cambio climático.

Las políticas sobre el medio ambiente y la población deben evitar el desplazamiento poblacional; sin embargo, cuando se afectan las condiciones de vida, directa o indirectamente, el éxodo es inevitable. ¿Cómo se deben manejar las salidas para no afectar la vida de las personas o para que el impacto sea menor? A diferencia de la migración voluntaria, económica o laboral, incluso de la que se produce por causas naturales, la migración forzada por razones ambientales se origina por los efectos del cambio climático sobre la población y se produce frente al quiebre de la relación entre la ecología y el ser humano. Esto sucede porque las condiciones de habitabilidad se hacen insostenibles y se agotan las posibilidades de una adaptación positiva, pues los mecanismos de resiliencia o mitigación no son suficientes. En estos casos, la única alternativa es prepararse para la evacuación o el traslado a lugares más seguros.

El problema es dónde ir. ¿Está la población preparada para adaptarse a la nueva situación? En estas condiciones, la población se hace más vulnerable y dependerá fundamentalmente de sus propias organizaciones y fortalezas, de su capacidad de resiliencia no solo frente al cambio de lugar, sino también frente a nuevos retos, condiciones climáticas, ambientales, económicas, sociales y culturales. Se tendrá que tomar en cuenta también la unidad familiar, las redes preexistentes y las experiencias previas.

Hasta el momento, la mayor parte de éxodos involuntarios se realizaron de manera desorganizada, no planificada. Las redes familiares— como tener un familiar o un compueblano en el lugar de destino— pueden reducir el riesgo de desadaptación.

Se estima que la principal razón del éxodo en el futuro será la falta de agua, elemento capital para la vida en zonas rurales. De manera paralela a estas migraciones ambientales, continúan las convencionales o no climáticas, que se originan por otros factores, como la desigualdad entre el campo y las ciudades consecuencia del atraso y la ausencia del Estado.

En todo proceso de migración ambiental, hay tres fases o etapas:

1 Las condiciones ambientales internas en los lugares de salida donde se producen o se combinan los factores de desplazamiento.

2 El proceso mismo de la migración, que se subdivide en: temporal, estacional y permanente.

3 La readaptación o reasentamiento.

1. Condiciones internas previas a la migración o desplazamiento

En lo que una vez fue un lugar donde existía un equilibrio entre el medio biofísico y la población animal, vegetal y humana, el factor ambiental se ha convertido en la fuerza que empujará con más intensidad a la población a salir de su contexto de origen.

Las razones para este nuevo tipo de migración son biofísicas y ecológicas, pero a ellas se debe agregar los cambios en el medio ambiente, esperados o inesperados. Entre los más importantes y comprobados están la desglaciación, el incremento del nivel del mar, la abundancia o ausencia de lluvias, una menor cantidad de agua y sequías, la inseguridad alimentaria, la salud y los conflictos medioambientales.

1.1. La desglaciación

El incremento de un grado en la temperatura de la Tierra en los últimos sesenta años determinó la pérdida de masa glaciar debido al calentamiento global (Pascal, 2010, p. 65; Vuille, 2007). Este incremento ocasionó la pérdida de entre el 10% y 30% de los glaciares, que al derretirse produjeron miles de lagos que a su vez afectaron tierras cultivables, pastizales y vegetación. En los próximos ochenta a 150 años, el Ártico, Groenlandia y el Polo Sur se habrán derretido lo suficiente como para que se incremente el nivel del mar en dos metros.

Se estima que en los últimos sesenta años la elevación del nivel del mar fue de entre 30 y 49 cm, lo suficiente para inundar ciertas áreas costeras o islas ubicadas casi al nivel del mar (Black y otros, 2011, p. 77). Esto está sucediendo con las islas de los indígenas kuna de Panamá, quienes viven en decenas de islas que están casi al nivel del mar. De los 50 000 indígenas kuna, casi la mitad ha migrado a las ciudades4. Se pronostica que entre los próximos 30 a 59 años la mayoría de esta población se habrá desplazado a las ciudades de Panamá y Colombia. Igual sucede con los atolones del Pacífico sur, que también están casi al nivel del mar, muchos de cuyos habitantes están migrando o ya migraron a Australia, Nueva Zelanda, Filipinas, Indonesia o Malasia y Singapur, principalmente. Los casos de Maldivas en la India y la isla Tuvalu en el Pacífico sur son ejemplos que muestran este tipo de migración. En Bangladesh, durante las inundaciones en tiempo de lluvias, muchas personas se desplazan a lugares más seguros, aunque retornan en épocas de sequía. Igual proceso se da con los habitantes que viven en las riberas del río Ganges en la India y con aquellos que viven a orillas del Nilo en Egipto.

Fotografía 3. Pérdida de glaciares en la sierra peruana


Fotografía: Teófilo Altamirano, julio de 2013.

La Cordillera Blanca, en el Callejón de Huaylas, ha merecido la mayor atención de los glaciólogos, periodistas e investigadores por tener la mayor cantidad de glaciares en el mundo (Kaser & Georges, 2003; Morales Arnao, 1998; Oliver-Smith, 1986). El 60% de los glaciares tropicales están en el Perú, lo que lo convierte en uno de los cuatro países más vulnerables al cambio climático. Solamente la Cordillera Blanca tiene seiscientos glaciares y 374 lagos de origen glaciar (Carey, 2005).

Carey sostiene que la falta de prevención se agrava tanto por razones culturales de las comunidades campesinas que pueblan las zonas cercanas a los lagos glaciares como por las políticas ambientales de los gobiernos, la falta de confianza de la población en los investigadores, la escasa o contradictoria información existente y las cifras diversas. Consecuentemente, los planes de adaptación y mitigación son grandes obstáculos. Como sucede con frecuencia, tiene que ocurrir un desastre para que se discutan los orígenes y las consecuencias, en particular de las avalanchas. Carey afirma que el caso peruano es similar a los del Himalaya en Asia y el Kilimanjaro en África.

1.2. La abundancia de lluvias

La abundancia de lluvias como consecuencia del aumento de la temperatura en las aguas del mar, lagos y lagunas eleva el nivel de los ríos, lo que genera mayor cantidad de deslizamientos en las partes altas de la cordillera andina y del Himalaya. Se prevé que la ausencia de glaciares permitirá que las neblinas que provienen de la selva amazónica lleguen a la costa, produciendo lluvias que en la actualidad son casi inexistentes en la costa peruana. En el Perú, los migrantes de la sierra y algunas zonas de la costa, al igual que la costa norte chilena, la costa ecuatoriana y la colombiana, se han instalado en zonas costeras que alguna vez fueron quebradas y que hace unos cuatro mil años eran zonas tropicales con lluvias. Estas zonas son vulnerables a inundaciones y, consecuentemente, a migraciones forzosas.

Mapa 4. Cambios porcentuales anuales de precipitaciones (1961-1990)


Porcentaje de precipitación extrema anual de acuerdo al escenario A1B. Se define como precipitación extrema anual al máximo de volumen de precipitación durante cinco días dentro de un año determinado. La figura muestra ese cambio de porcentaje en treinta años para el periodo 1961-1990.

Fuente: Instituto Max Planck. Recuperado de: www.wbqu.de

El mapa 4 muestra las regiones más vulnerables frente a la abundancia o incremento de lluvias: las zonas tropicales de América del Sur, la región centro-occidental del África, el subcontinente asiático, Indonesia, Filipinas y el Caribe. En estas zonas, hay una elevada densidad poblacional y, además, en ellas viven poblaciones económicamente vulnerables, por lo que la migración forzosa será mayor en estas regiones. La abundancia de lluvias también afecta a los lagos y lagunas, los cuales incrementan su volumen e invaden los bordes y dañan los pastizales, las plantas y, en algunos casos, las viviendas con sus respectivas parcelas agrícolas. Esto sucede en épocas de lluvia, entre los meses de noviembre y marzo de cada año en el hemisferio sur, en particular en los países tropicales y subtropicales; y también en verano, cuando el Caribe y los países del Pacífico sur experimentan huracanes, tornados y ciclones que acumulan grandes cantidades de nubes y vientos. Los ejemplos del río Nilo y los deltas de Bangladesh son también representativos, porque desplazan todos los años poblaciones de manera temporal y, en algunos casos, de forma permanente. Los países de la cuenca del Amazonas —como Perú, Ecuador, Colombia, Venezuela y Brasil— sufren inundaciones anuales como consecuencia de las lluvias en los Andes, las mismas que desplazan poblaciones de las riberas de los ríos hacia zonas más elevadas.

De igual manera, junto con las desglaciaciones, los ríos que desembocan en el mar contribuyen a la elevación de su nivel en algunos milímetros al año, como afirma el portal Swissinfo5, una organización dedicada al monitoreo de la subida del nivel marítimo. Esta misma organización afirma que unos 150 millones de habitantes residen por encima de 1 msnm y 600 millones, a menos de 10 msnm. Aquellos países más pobres son los que ya experimentan o experimentarán más impactos; sin embargo, los países ricos tienen medios de contingencia para mitigar los efectos de la subida del mar (por ejemplo, el caso de Holanda).

 

No hay consenso sobre el número de migrantes forzosos debido a la elevación del nivel de mar y tampoco sobre el número de desplazados por las inundaciones en las orillas de los grandes y medianos ríos, pues las cifras fluctúan de un año a otro. No obstante, lo cierto es que cada año hay más migrantes climáticos por ambas razones. Las inundaciones y la subida del mar, así como sus consecuencias, tienen otros efectos en la salud de la población (nuevas enfermedades, por ejemplo), a la vez que producen cambios en la productividad agrícola y pecuaria. A esto se agrega el poco interés de las Naciones Unidas y de los países en crear medios de alerta temprana, mitigación, adaptación y desplazamiento forzoso.

1.3. Estrés hídrico y sequías

El estrés hídrico es un fenómeno contrario a la abundancia de agua. Afecta a los países tropicales y subtropicales, así como los desiertos, debido al calentamiento global, en particular en épocas de sequía, como sucede en el Himalaya y los Andes, que son las principales fuentes de provisión de agua para ocho países, en el caso del Himalaya (India, Pakistán, Bangladesh, Birmania, Bután, Nepal, China y Myanmar), y siete, en el caso de los Andes (Argentina, Brasil, Chile, Perú, Ecuador, Colombia, Bolivia). En el caso de los países andinos, la escasez de lluvias afectó a sus puquios o bofedales y lagos, que proveen a la población de agua para los animales y para el consumo humano. En Bolivia y Perú, la falta de agua y la desaparición de pastos para la ganadería en alturas mayores a 3500 msnm ya es una razón para emigrar6.

Mapa 5. Distribución global del estrés hídrico


Distribución global del estrés hídrico, definido como la evacuación del 40% de las aguas renovables.

Fuente: WWAP, 2003.

El cambio climático altera los periodos de lluvia y seca, lo que causa que los primeros sean cortos y los segundos, más largos. En los Andes, la lluvia empieza en noviembre y termina en marzo, mientras que la seca se da entre abril y octubre.

Estas alteraciones afectan directamente la agricultura y los sistemas de producción y organización temporal para el trabajo. Entre marzo y abril, los campesinos de los Andes secan el maíz en tendales al aire libre, pero las lluvias súbitas malogran las cosechas. De igual manera, en las primeras épocas de crecimiento del maíz, una sequía prolongada inusual produce la muerte de las plantas. Situaciones como estas producen inseguridad alimentaria, a la que haremos mención aparte como una de las causas del desplazamiento humano. A nivel global, las áreas o países más afectados por la escasez de agua son los países saharianos (norte de África) y árabes (Asia central, el sur de la India, Nepal, Bután, África del Sur, Madagascar, el centro y sureste australiano, el norte de China y Mongolia), América del Sur (la costa peruana, las partes altas de la sierra sur, la costa norte chilena y el noroeste brasileño) y América del Norte (el norte de México y el suroeste norteamericano, los cuales sufren sequías desde hace más de una década). También están los llamados países con escasez de agua por razones económicas; es decir, aquellos que no tienen agua potable por pobreza y falta de inversión en saneamiento, como los andinos (como Ecuador, Perú y Bolivia) y centroamericanos (Nicaragua, Honduras y El Salvador).

El estrés hídrico también incluye la calidad del agua, amenazada por la contaminación ambiental en las grandes ciudades y por otros agentes no climáticos, como la actividad minera, que requiere mucha agua para su procesamiento. Además, están las actividades hidrocarburíferas y del gas en países andinos, las cuales no solo contaminan las fuentes de agua, sino también los ríos que atraviesan las cuencas y que terminan en el mar. De manera indirecta, la fauna marina se ve afectada de igual forma.

La pérdida de glaciares —fuentes de agua principalmente en épocas de estiaje— es otra causa de la lucha por el agua. Asimismo, cabe señalar que la desglaciación es un efecto directo del calentamiento global. El caso peruano es un ejemplo que muestra cómo la desglaciación está disminuyendo el volumen de los ríos en la costa peruana, que ocupa el 10% del territorio total, es desértica y alberga el 56% de la población total, pues las migraciones internas incrementaron considerablemente la población en esta zona. Esa población tiene en los glaciares el 80% de sus fuentes de agua. En la actualidad, debido no solo al incremento poblacional, sino también al boom de la agricultura comercial de exportación, el agua se ha convertido en un bien cada vez más escaso. Aun cuando se construyen grandes represas para almacenar el agua en épocas de lluvia, esta no será suficiente ni su conservación sostenible. Se cree que se ha llegado a un optimum poblacional e hídrico. En adelante, la lucha será por el agua y no por la tierra. Esto ocurre, por ejemplo, en el departamento de Ica en el Perú, una zona de gran producción agrícola para la exportación de uvas, espárragos y flores, los que requieren de gran cantidad de agua.

1.4. Inseguridad alimentaria

Hay una relación directa entre cambio climático, agua e inseguridad alimentaria. Un indicador global es el incremento del precio de algunos productos agrícolas, influenciado por el cambio de cultivos para consumo humano por aquellos para generar energía que sustituya al petróleo.

Mapa 6. Sostenibilidad agrícola y degradación del suelo


Vulnerabilidad de tierras agrícolas adecuadas para el sembrío de productos agrícolas.

Fuente: FAO, 1990.

En 2010, el IPCC reportó que para el año 2020 entre 74 y 250 millones de personas se verán afectadas por la escasez de alimentos en África como consecuencia del cambio climático y más de 1000 millones en Asia para el año 2050. La producción agrícola ubicada cerca al mar también será afectada. Se estima que, a nivel global, el 70% de las aguas es utilizado para la agricultura y la ganadería. La degradación de la tierra, la desertificación, la erosión del suelo y la salinización, además de la escasez de agua, serán las causas de la disminución de la producción alimentaria. Si a esto sumamos el crecimiento demográfico en Asia, América Latina y principalmente África, se prevé que la inseguridad alimentaria será más aguda en países pobres, en particular entre las mujeres indígenas y campesinas que viven de la agricultura de subsistencia.

El cambio de cultivos de subsistencia a fuentes de energía relativamente limpia que usan productos agrícolas es otra amenaza que ya experimentan países que optaron por ese reemplazo. Grandes extensiones que antes se utilizaban para sembrar maíz para el consumo animal y humano son utilizadas para producir energía no fósil en los Estados Unidos, Brasil y México. De igual manera, los terrenos destinados a la producción de caña para la elaboración de licores, azúcar y productos derivados ahora se utilizan para cubrir las demandas de la nueva energía. Lo mismo sucede con la producción de remolacha.

Si bien la producción agrícola transgénica aumenta el volumen de algunos productos del agro, es causante también de la lenta eliminación de la diversidad biológica, así como de productos nativos y orgánicos. Estos son la base de la alimentación de poblaciones indígenas y campesinas en los países agrícolas. La mayor inseguridad alimentaria se da en estas poblaciones rurales en países pobres tropicales y subtropicales.

Una de las causas de la migración forzada será la falta de alimentos en países pobres. Estos migrantes seguirán siendo pobres en los lugares de destino y no tendrán posibilidades de usar sus conocimientos agrícolas, dado que estos lugares, en la gran mayoría de los casos, son ciudades medianas y grandes consumidoras de productos agropecuarios y no productoras de los mismos. Estos argumentos son desarrollados por la OIM, que en su publicación sobre la reducción del riesgo al desastre propone un modelo de adaptación a estas nuevas situaciones, además de proveer las ayudas humanitarias que actualmente ejecutan en Ghana y otros países africanos (Banco Mundial, 2010b; OIM, 2010).

1.5. Salud

La desnutrición como consecuencia de la escasez de alimentos, junto a la disminución de la calidad y cantidad del agua por razones de deterioro ambiental, son y serán condicionantes que contribuirán a la aparición o empeoramiento de la diarrea, una de las principales causas de mortalidad. El cambio abrupto del clima también influye en las enfermedades pulmonares y respiratorias. En algunos casos, como en los países andinos, las condiciones culturales de habitabilidad —como la falta de ventilación en los hogares más pobres, las cocinas y el uso de leña para cocinar— afectan las vías respiratorias y la salud de la vista, en particular en las épocas de friaje, entre mayo y setiembre.

Todas estas condiciones influyen en la morbilidad y mortalidad, sobre todo entre los niños y niñas más pobres. A esto se añade la falta de servicios de salud que, si bien no son de orden ambiental, también influyen. Debido al calentamiento global, las partes más bajas —valles y cuencas comprendidos entre los 50 y los 100 msnm— empiezan a aumentar su temperatura promedio. En este nuevo contexto, las bacterias y microbios que producen enfermedades se incrementan y aparecen enfermedades que antes no existían. Esto sucede en el trópico ecuatorial, donde la fiebre producida por el virus del dengue se muda de las partes más calientes a las medias porque estas empiezan a tener temperaturas adecuadas para su propagación. De igual manera, las enfermedades propias de las zonas medias empiezan a difundirse en zonas de altura y de estas hacia las partes más altas. La aparición de roedores (como ratas y ratones) y parásitos hematófagos (como pulgas y piojos) que antes eran abundantes en la parte baja se hace patente en las partes medias y altas, ubicadas entre los 3500 y los 4000 msnm.

Al respecto, el informe que preparó el Banco Mundial para el año 2010, titulado Informe del desarrollo mundial, trata sobre la influencia del cambio climático en la salud en su primera parte. En este se reporta la incidencia de la calidad y cantidad del agua en la salud de la población. Como se puede observar en el mapa 7, las regiones con mayor presencia de enfermedades son el África subsahariana, los países andinos, Centroamérica y algunos países del subcontinente asiático.

Mapa 7. Índice global de riesgo sobre la salud


Fuente: OMS, 2005.

La persistencia y la aparición de nuevas enfermedades también es y será otra de las razones de la migración forzada, ya sea para atenderse mejor en las ciudades o como precaución frente al contagio. Además, el desarrollo de empresas petroleras, de gas y mineras necesariamente afecta y afectará la calidad del agua y del aire, lo que a su vez afecta la salud de la población. En los últimos años, esta situación crea conflictos a los que haremos referencia de inmediato.

2. Conflictos medioambientales

Además de las causas de la migración ambiental analizadas hasta aquí, añadimos los conflictos ambientales. Estos se producen cuando las grandes y medianas corporaciones internacionales —que tienen su sede principal en países ricos— no llegan a acuerdos con las poblaciones locales afectadas por la exploración y explotación de hidrocarburos, gas, madera, recursos mineros, productos agrícolas y de exportación, así como por la construcción de fábricas y empresas de servicios en las ciudades. Estos conflictos son mayores en países que se abrieron a la inversión extranjera y que son economías de exportación de materias primas. Estas empresas, casi en todos los casos, se establecen en zonas pobladas por indígenas y campesinos o en zonas urbano-populares en las ciudades.

En el primer caso, la experiencia histórica nos muestra que estas empresas actúan casi como enclaves económicos; es decir, como pequeños Estados dentro de un Estado. Una vez que agotan la materia prima, dejan la «basura». En la actualidad, por influencia de organizaciones globales, regionales, nacionales y de la propia población, cambiaron su manera de operar. Aun así, los conflictos persisten porque todavía se opera con modelos antiguos que tienen dificultades para adecuarse al medio ambiente y las poblaciones locales. Cuando los conflictos llegan a situaciones extremas, la alternativa es una migración forzosa al interior del país y, a veces, fuera de este.

 

La degradación ambiental, por ejemplo —sobre todo aquella que es resultado del impacto de la actividad extractiva en el agua y el aire—, es la razón más común de las causas del conflicto. Toda actividad extractiva —sea de petróleo, gas o recursos mineros— afecta en mayor o menor grado a la calidad del agua y esta, a su vez, a la agricultura, la ganadería y la salud de la población, además de degradar la calidad de la tierra. Este proceso puede llevar años, por lo cual la población local no lo siente de inmediato; sin embargo, luego de un periodo mediano, empieza a sentir los efectos, que en general impactan en la salud. Cuando esto sucede, se produce el conflicto y la población migra a ciudades cercanas, a donde están sus familiares o a otros lugares más seguros.

En el caso de la gran agricultura de exportación, los pequeños y medianos propietarios son afectados por ella, puesto que no pueden competir con los grandes agricultores o se les pagan precios por debajo de sus costos de producción.

La agricultura comercial requiere de grandes cantidades de agua, en particular cultivos como arroz, espárragos, frutas y pastos. Por ello, en la actualidad se habla del estrés hídrico debido al gran consumo de agua para la gran agricultura y ya se desarrolla una lucha por dicho recurso entre los campesinos e indígenas, así como los grandes productores agrícolas. Cuando el conflicto se agrava debido, en parte, a la política del Estado que favorece a la gran agricultura de exportación —además que la legislación también favorece a los grupos de poder económico—, el resultado es el conflicto y, como consecuencia, algunas familias migran forzosamente. En las ciudades ocurre algo similar con la población urbana popular cuando se empieza a construir fábricas en terrenos privados. Las grandes compañías —muchas veces en contra de la oposición de los propietarios— pagan precios por debajo del costo, ocupan terrenos del Estado y, con el permiso de este, construyen los centros comerciales y fábricas que emiten gases tóxicos dañinos para la salud. Todos los pobladores afectados tienen entonces que salir a otros lugares y se convierten en desplazados ambientales intraurbanos. Es cierto que en algunos casos se les ofrece alternativas de vivienda y comercio; sin embargo, hay que dejar constancia que los costos familiares, emocionales y culturales de estos desplazamientos no se han registrado y analizado suficientemente, en parte porque no son tangibles o no se pueden cuantificar.

Como se puede notar, el desplazamiento forzoso por razones climáticas es un hecho tangible, observable y medible que además deja secuelas emocionales. Afecta a las poblaciones pobres que viven en países vulnerables y, dentro de ellos, a zonas también vulnerables. Sin embargo, este proceso no afecta a todos por igual y tiene orígenes diversos. Asistimos a una era en la que la civilización humana está acorralada entre el deterioro ambiental, la desertificación y el aumento del nivel del mar.

Al aumento demográfico, se suma ahora los impactos producidos por el avance tecnológico, consecuencia de la competitividad entre bloques económicos como la Unión Europea, el Mercado Común Norteamericano y los países emergentes (como China, India, Australia, Brasil y otros países más pequeños del Pacífico sur). La tecnología basa su crecimiento en el aumento excesivo de la explotación de los recursos naturales. La expansión de los desiertos en el África subsahariana ya desplazó y seguirá desplazando a millones de personas en busca de agua y otros recursos. Este desplazamiento es —y seguirá siendo en el futuro— hacia el sur y el norte en el Mediterráneo, e incluso llegará a Europa. En el año 2006, en una conferencia de la ONU sobre desertificación y escasez de agua, se proyectó que para 2020 hasta sesenta millones de personas africanas emigrarían hacia Europa. Todos los días centenares de africanos salen hacia Europa en busca de refugio y muchos de ellos mueren en el intento de llegar al Viejo Continente; son pues, justamente, refugiados políticos, económicos y ambientales. Sucede de manera similar en los países centroamericanos, de donde salen miles de personas hacia EE.UU. Estos desplazados son más económicos que ambientales; sin embargo, en el futuro habrá desplazados ambientales, en particular del norte de México —que en la actualidad sufre de estrés hídrico— y Honduras, uno de los cuatro países del mundo más vulnerables al cambio climático, junto con Perú.

En la India, en el sector noroccidental, miles de personas abandonan sus tierras conforme la napa freática que proporciona agua para el consumo humano, de los animales domésticos y para la agricultura disminuye. De igual manera, miles de habitantes del occidente de China se están desplazando a zonas donde todavía no hay estrés hídrico. Asimismo, en Nepal y Bután, las poblaciones rurales se ven obligadas a desplazarse a las ciudades, a la India y a otros países petroleros árabes. En América Latina, en Brasil, la falta de agua ya afecta a 66 millones de hectáreas en el noreste. En el caso de las grandes ciudades en países de ingreso medio y bajo —como Yakarta, Nueva Delhi, Bombay, Lima, México, Sao Paulo, El Cairo, entre otras—, debido a las migraciones internas y al crecimiento vegetativo mayor, se han formado —y se seguirán formando— grandes poblaciones que viven no solo en el hacinamiento, sino en zonas que están altamente contaminadas por el carbono y los residuos sólidos. Además, por el calentamiento global, en estas ciudades el clima es más cálido y a esto se añade, por último, la falta de áreas verdes que proporcionen oxígeno y limpien el aire. Cuando las condiciones ambientales se tornan peligrosas para la salud y no hay un planeamiento ambiental por parte de las autoridades municipales y el gobierno central, los conflictos se incrementan. Otra razón para migrar a otras zonas más seguras es el desplazamiento intraurbano de la población. A esto se suma un factor cultural, porque salir de estas zonas es un signo de prestigio y orgullo. Luego de dos o tres generaciones, parte de esta población puede haberse movilizado a zonas de clase media-alta y hasta alta.

3. Tipos de migración climática

Hay tres tipos mayores y más conocidos de migración climática: estacional, temporal y permanente. De acuerdo a Oliver-Smith (2010), los autores que se mencionan a continuación calculan las siguientes cifras de migrantes en el mundo:

 Nickolls, Marinova y otros, 2011: entre 50 y 200 millones para 2050.

 El-Hinnawi, 1985: 50 millones hasta 1985.

 ACNUR, 2008: 24 millones para 2010.

 Myers, 2002: 200 millones para 2050.

 Friends of the Earth in Africa, 2007: 200 millones para 2020 (citado en Oliver-Smith, 2010).

Los autores citados no hacen distinción entre si son migraciones estacionales, temporales o permanentes. Además, como se puede notar, no hay un estimado fijo. La mayoría coincide en estimar en aproximadamente 50 millones el número de los migrantes forzosos debido al cambio climático hasta la actualidad y en 250 millones para el año 2050. Las diferencias se deben, por un lado, a las diversas metodologías utilizadas; por otro, a la definición de quién es el migrante climático y quién o quiénes no lo son. La verdad es que los desplazados climáticos ya superaron a los que son resultado de guerras internas, conflictos políticos, terremotos, proyectos de desarrollo, etc. La proyección de dichos autores es muy preocupante porque las cifras seguirán en aumento mientras las medidas para reducir las causas sigan como hasta ahora.

Como consecuencia de la migración climática, hay otras pérdidas (equipos agrícolas, mercados de trabajo, ahorros, terrenos, casas y otras propiedades). Estos últimos son bienes tangibles; mientras que los intangibles permanecen en la mentalidad, las emociones y todo aquello que subyace a la cultura que se ve alterada. Por ejemplo, la unidad familiar sufre separaciones; de igual manera las redes sociales, organizaciones locales como la comunidad indígena, la comunidad campesina, la junta de usuarios del agua o de regantes, las organizaciones de mujeres, jóvenes y todo aquello que constituye las capacidades para responder a los retos internos y a los conflictos generados por el medio ambiente. Esto sucede porque la salida es involuntaria y está llena de incertidumbres, además de estar en una situación de dependencia casi completa de los gobiernos, las organizaciones caritativas y la ayuda internacional. Esta nueva situación hace aún más vulnerable a la población migrante involuntaria.