Elige solo el amor

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From the series: Elige solo el amor #2
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Madre del Cristo viviente

Un mensaje de la santísima virgen María

I. Preludio

Amada del cielo, hija amantísima, hoy he venido en la persona divina de mi maternidad santa. Soy la madre de Dios. He venido rodeada del coro de ángeles, arcángeles, serafines y bienaventuradas almas que, en innumerables multitudes, te rodean de amor a ti que recibes mis palabras y a todo el mundo. Deja tus preocupaciones a un lado. Deja afuera las obligaciones del mundo. Deja todo pensamiento a un lado. Quédate conmigo en esta hora santa de unión, amor y verdad. Quédate un tiempo a solas con tu madre celestial. Esta madre que se deshace toda en amor hacia ti y hacia el mundo entero. Esta madre tierna como no la habido jamás en el mundo y nunca la habrá. Soy la ternura de Dios hecha maternidad. Soy María.

Hoy es preludio de la celebración de navidad. Antesala de la ceremonia de conmemoración de la divinización del universo físico y con ello de la naturaleza humana. Tiempo de alegría y de paz. Tiempo de remembranza del amor misericordioso del Padre para con sus hijos. Ya está a las puertas el recuerdo de la fiesta de la alegría del alumbramiento en la que toda la creación participa. He venido a invitarte a vivir esta navidad de un modo diferente. Quiero que en unión recordemos el amor y la gratitud que el alma siente ante semejante milagro del amor de Dios que es el nacimiento de Cristo. Hoy no celebramos el nacimiento de mi hijo Jesús propiamente dicho como persona histórica. Esta no es una fiesta de celebración de contenido social. No, eso ya lo sabes bien. Es una celebración precisamente porque en ella participa el amor. Haz que estas navidades sean para ti, y, por ende, para toda la humanidad, el medio perfecto para abrir tu mente y corazón a un mayor conocimiento del amor de Dios.

Observa al mundo en estos tiempos de la navidad y verás cómo los ánimos cambian. Multitud de seres humanos se mueven por el mundo para reunirse en la noche buena. Gran parte del mundo queda afectada por esta celebración. Esto no se debe a cuestiones sociológicas ni psicológicas exclusivamente, sino más bien a un afecto de la conciencia universal. El nacimiento de mi divino hijo Jesús no fue un nacimiento en la forma que no tuviera impacto en la totalidad. Su nacimiento fue la manifestación física del nacimiento de Cristo en la conciencia del universo material. Lo cual incluye a la conciencia humana y a cada aspecto de la creación material e inmaterial. Esto incluye desde luego al tiempo, al espacio, a las infinitas relaciones que existen y dan forma al universo físico. Nada quedó igual desde ese momento en la dimensión del tiempo y espacio.

La ansiedad y el crecimiento en el ajetreo que se manifiesta claramente en el mundo durante lo que los hombres llaman el tiempo de la navidad, estado emocional que se puede comparar al movimiento ondulante de un oleaje de sentimientos, que se eleva hasta llegar muchas veces a su cenit en noche buena. No es otra cosa que un movimiento del alma universal y particular. Movimiento que procede del recuerdo del movimiento creativo inefable que ha sido el acto creador de Dios, que llevó a la divinización de la humanidad. Dios, por puro amor de gratuidad y en el eterno gozo de crear en el amor, crea ahora al Dios humanado en el nacimiento de Cristo. Mantén el recuerdo de que somos una sola mente, un solo corazón. Recuerda que se ha dicho que somos el amor del Padre extendiéndose eternamente. Y que todos unidos somos océano insondable de amor y verdad.

II. Amor en la forma

Precisamente desde las profundidades del océano de amor infinito que es el ser, cuya vastedad no tiene principio ni fin y es pura potencialidad sin límites, es desde donde surge el Cristo viviente en el plano físico. O, dicho de otra manera, se extiende hacia la forma la identidad crística. Desde las profundidades del ser que Dios es, Cristo se extiende y esa extensión es la forma de Jesucristo. Este movimiento de expresión o manifestación ocurrió hace dos mil años en el tiempo, pues así debía ser. Ocurrió en el momento perfecto, en el lugar perfecto y en la forma perfecta, conforme lo establecía el plan de Dios en unión con todos nosotros. Nada sobra, y nada falta en la creación de Dios. Nada ocurre antes, ni después de la hora señalada. Dios no hace nada en vano. Esto es lo que se quiso dar a entender cuando se dijo que hay un tiempo para todo. No existe un solo aspecto del plan divino que no sea perfecto. Recuerda que en Dios todo es unión, por lo tanto, nada ocurre en la creación universal, incluyendo en tu vida como parte de ella, que no esté sujeto a su voluntad divina, es decir, al amor. Esto es lo mismo que decir que no cae ni un solo cabello de vuestras cabezas sin el consentimiento del Padre celestial. Dicho llanamente, no hay dos voluntades. No hay dos planes. Solo existe una totalidad de la cual tú, en unión con tus hermanas y hermanos, sois una parte inseparable. Recuerda una vez más que la voluntad de Dios no impone, dispone.

Dentro del plan de Dios existía desde siempre el plan del nacimiento de Cristo en la forma. Es decir, la extensión del "yo soy divino" en el plano de la materia, el tiempo y el espacio. El amor extendiéndose en la forma es parte del designio del Padre. El plan no quedó alterado por el hecho de que sus hijos se hubieran dispersado y buscado maneras contrarias al diseño original para llegar al mismo destino. En primer lugar, porque la idea de la separación o de la rebelión es simplemente una idea que, aunque haya tomado forma y haya costado tantas lágrimas, no es la totalidad de lo que el hijo de Dios es, ni tiene el poder de trastocar la verdadera creación. En efecto, esa parte de ti que pensó la separación y buscó experimentar un ser separado y lo opuesto al amor es una diminuta y casi imperceptible parte de ti. Esa idea es, a la mente de Cristo, menos de lo que es una minúscula gotita de agua en comparación con el océano. O si prefieres, es menos, mucho menos, que un granito de arena en relación con todos los desiertos del mundo juntos. El otro motivo por el que esa idea de separación no pudo alterar nada del plan de Dios en verdad es simplemente porque no ocurrió, salvo en sueños.

Dicho en otras palabras, lo que estamos intentado recordar, valiéndonos de símbolos humanamente comprensible, a pesar de estar hablando de lo inefable, es que el nacimiento de Cristo es un hecho concerniente a la consciencia universal en el todo y en la parte. Este hecho ocurrió. Fue un acto creativo sin igual, concebido por la mente divina desde toda la eternidad. Fue una nueva fase en el plan creador de Dios. Sin importar qué tanto hayas sido consciente o no desde el punto de vista de la mente humana. Pues en la mente de Cristo, que es tu verdadera mente, sí que eres plenamente consciente y en ella sabes a ciencia cierta, en la perfecta certeza de Dios, que esto que se dice aquí, o mejor dicho que se recuerda, es verdad.

En efecto, el oleaje emocional que se manifiesta en estos tiempos de celebración de la navidad en el mundo así lo atestiguan. ¿Acaso el hecho de que no recuerdes las circunstancias de tu nacimiento en el plano físico hace que ese hecho no haya ocurrido? ¿Acaso dejas de respirar por no ser consciente de tu respiración? ¿Acaso el sol brilla en forma intermitente por causa de que tú cierres los ojos al pestañar?

III. Una historia de amor

El espíritu de Dios sopló sobre la tierra yerma y dijo hágase la luz y la luz se hizo. Y luego la creación comenzó a florecer y manifestarse en una explosión de vida y abundancia que llenó todo de colores, belleza y diversidad. Esa exuberancia creativa de multiplicidades cuyo número de seres es incontable es la expresión viva del canto que la creación entona por la alegría de ser. Es la expresión observable de la gratitud del creado al creador. Canto de gratitud que siempre se canta. Alegría de ser que siempre se manifiesta, pues es eterna. Y nace el tiempo. Nace el espacio. Nacen las aguas y el firmamento. Y también la humanidad representada en Adán y Eva. Todo ello surge desde un diálogo permanente pues eso es lo que la creación es, diálogo.

Aquí se intenta decir lo que en muchos mitos de la creación ya se ha dicho utilizando diversos símbolos y alegorías. Aquí y en esos mitos se intenta expresar en palabras humanas lo que ocurrió al momento de la creación de todo lo creado y también del nacimiento de Cristo en el plano de la forma. Esta expresión metafórica y alegórica refiere también a lo que ocurre en ti. Particularmente en ti. Y, sin lugar a duda, también en toda la creación física.

Hoy he venido a hablar como una madre habla a su hija bien amada. Tú que eres alma bendita, alma que escucha la voz del amor y la sigue. Alma que sabe reconocer la voz de la verdad. Alma que ha buscado y hallado. Alma que se deshace toda en amor perfecto. Alma fundida en mi ser de puro amor divino. Tú que transcribes estas palabras y tú que las recibes y las aceptas como la verdad que son, pues sabes quién es la que te está hablando, puesto que tu corazón salta y vibra de alegría al oír mi voz. A ti, mi amada hija por designio del Padre y nuestra voluntad conjunta. A ti, y también a ti, es a quien le estoy hablando. Y al hablarte a ti, le hablo al mundo entero.

La ansiedad que puedes experimentar y observar en estos días, que son preludio de la celebración del nacimiento de Cristo, es un eco que procede del recuerdo ancestral de la consciencia universal. Recuerdo que es como una marca indeleble que quedó grabada para siempre en el ser, desde aquel día glorioso donde la creación fue testigo del nacimiento de Dios en un cuerpo humano. Una nueva creación nacía. Yo, la madre de Dios, en representación perfecta de toda la humanidad, dije "hágase en mí tu voluntad" y ese "hágase" fue tomado por el mismo Dios.

 

Así como en el primer "hágase" se hizo la luz, en este nuevo "hágase", ya no dicho por el Dios del universo, sino por la nueva Eva, la nueva humanidad, el Dios humanado, era hecho. La naturaleza humana era reunida por el mismo Dios, sin dejar de ser la que es. Ahora la naturaleza humana se fundía en Dios. Así como toda madre siente ansiedad, angustia y un sinfín de emociones y sentimientos de gran intensidad antes del alumbramiento, así el corazón de la creación se sintió en ese tiempo en que Cristo se encarnaba. Ese movimiento creativo universal fue de tal magnitud que nunca pudo ni podrá borrarse de tu consciencia ni de la consciencia de todo el universo. Esta es la razón por la que siempre habrá celebración de navidad. Del mismo modo en que siempre se celebrará el milagro de la eucaristía, pues ambos son una unidad indivisa. Son un nuevo hágase del creador.

Cada parte de la creación, en su totalidad, ha quedado prendada por el acontecimiento del nacimiento de Cristo. Este hecho quedó registrado y quedará registrado para siempre en la memoria de la creación. Cada partícula, cada elemento, cada átomo, cada molécula y cada cuerpo físico. Cada energía, cada gota de agua. Cada flor. Cada movimiento del aire que respiras. Cada rayo de luz. Cada mañana y cada atardecer. Cada estrella y cada sonido. Cada melodía de la creación física. Todo fue alcanzado por esta explosión universal del amor.

IV. Individuo y persona

La encarnación de Cristo, si bien llegó a su plenitud en la resurrección, fue un continuo (como todo en el tiempo lo es) que tuvo su inicio en el tiempo en que se manifestó la anunciación. Desde el instante de la concepción virginal de Jesús en mi cuerpo intocado se inició un movimiento del espíritu divino, que fue en sí el mismo movimiento creativo que dio origen a la creación toda. Os dije, en la voz de la consciencia de Cristo, que es entregada a vosotros por medio del coro de ángeles del cielo, que Dios en su infinita y pura potencialidad concibió la idea de la unicidad. Así es como el creador, en una osadía creativa sin igual, por el puro gozo de crear en el amor, extendiendo el puro pensamiento de amor que es, ahora se conocía a sí mismo como una individualidad en la que siendo la parte sigue siendo el todo. Esto se perfeccionó precisamente en la encarnación de Dios. De tal manera que bien podemos reconocer que la encarnación de Cristo, y, por ende, el nacimiento de Jesús ha sido la osadía de las osadías de Dios. El creador mismo, aquello a lo que llamamos Abba, se hacia uno con la naturaleza humana. Entraba al reino de la separación. Ingresaba al sueño de Adán para despertarlo, tomando la carne. El amor se hacía forma. Lo in-atribuible tomaba atributos.

Ahora el amor ya no sería simplemente un espíritu informe. Sería un cuerpo humano, con diez dedos en las manos, y diez en los pies. Y de ese modo, se hacía visible para la consciencia del plano material. La brecha insalvable quedaba salvada. Se creaba el puente entre lo divino y lo humano que es el Cristo viviente que vive en ti. De ese modo nacía la persona. No como un ser separado del amor sino como expresión perfecta del amor que Dios es. La consciencia divina tomaba forma humana y de ese modo se restablecía la consciencia de la unidad. No en la verdadera consciencia que es la consciencia de Cristo sino en la consciencia personal. Ser individuo fue la idea del ego. Ser persona la idea de Dios.

Se os ha dicho que explicaríamos la creación en fases sucesivas. También se os ha dicho y demostrado de miles de maneras diferentes que el amor no destruye. El amor transforma. Esto es así porque el amor es Dios y, por lo tanto, es la pura abstracción y potencialidad sin límites. Es indefensión infinita. El ser de puro amor que Dios es no es solamente el acto creativo y el primer movimiento de creación sino eterna potencialidad sin límites.

El amor es eterna creación. Crea y recrea sin dejar nada creado, sin un espacio donde poder ser, dentro del universo de la verdadera creación divina, que es siempre puro pensamiento. Este es un modo diferente de decir que el amor hace nuevas todas las cosas. No existen límites para crear en la pura potencialidad del ser que Dios es, ni en ti, pues eres uno con él. De tal modo que lo impensable ocurrió. La nueva creación nacía. Esa nueva creación de puro amor perfecto es literalmente Jesucristo. Forma visible de una realidad invisible. Forma observable del amor que Dios es, cuya magnificencia ningún ojo humano vio, ni oído oyó. Realidad que abarca lo conocible y lo incognoscible. Nadie podrá decir jamás lo que Jesucristo es en toda su extensión.

V. Una nueva creación

Jesús vino al mundo en mí, pues es uno conmigo, tal como lo es contigo. Como se ha dado a entender, antes de la concepción virginal hubo un diálogo y en ese diálogo hubo un Fiat. Eso fue así para que puedas recordar a nivel de la conciencia que Dios, que es amor perfecto, siempre respeta la libertad. Cristo, que es la extensión del Padre, solo nace en ti cuando así lo dispones. No te olvides que la paciencia de Cristo es infinita y, por ende, bien pudo esperar eras geológicas completas para que la evolución de la conciencia en el plano físico llegará al punto exacto desde el que podía pegar otro salto cuántico, que es el paso de la conciencia puramente humana, a la conciencia humana cristificada. Esto no es algo tan difícil de entender si piensas en la creación material como un continuo de evolución de conciencia. La creación es el camino. Podemos decir también que es una historia que se va viviendo, una de amor. Historia que no terminará jamás. En ella se recorre un camino, o se manifiesta una evolución. Hay movimiento.

El camino de la creación es un camino evolutivo de toma de consciencia. Camino que va desde el estado de inconciencia plena, que es lo que se intentó expresar al decir "tierra yerma", hacia un estado de conciencia plena. Todo en el plano material es consciencia materializada. Es conciencia expresada en la forma. Desde aquellas formas que manifiestan de modo observable lo inconsciente. Hasta las que manifiestan lo que sí es consciente. Es decir, lo que tiene consciencia de ti mismo. Lo que está en la luz del autoconocimiento, caminando hacia el conocimiento perfecto del amor de Dios.

En el instante perfecto. Ni un minuto antes y ni un minuto después. Cuando tenía que ser. Se echaba a andar, por decirlo de algún modo, el movimiento de cristificación de la consciencia física. Comenzaba una nueva fase en la creación. Fase creada por el Padre en unión con el hijo. Ahora la micropartícula de agua cristalina estaba lista para regresar a la ola, conociéndose a sí misma. Y regresaba. Ya no se perdería en la nada de la inmensidad del océano de ser, en el que creía poder perderse.

Ahora la gotita de agua sabía con perfecta sabiduría que no sería engullida por el océano infinito de amor que Dios es. El todo no anularía jamás a la parte, ni la parte tenía por qué estar en pugna con la totalidad. Ahora la gotita retornaba a las serenas aguas de vida eterna, sin dejar de ser la que es. Ella regresaba siendo consciente de que era igual que el amor, es decir, que el océano, pues podía seguir extendiéndose a sí misma dentro del amor sin dejar de ser la que es. Ya no necesitaba abandonar al Padre para poder encontrarse a sí misma. Ahora comprendía que ser uno con el Padre no significaba que dejara de ser la que es. Pues ahora sabe que es eternamente libre. Ahora el miedo comienza a ceder. El miedo a no ser comienza a desvanecerse. Comienza así un nuevo movimiento. Continúa la historia de la creación. Ahora el alma emprende el retorno a la casa del Padre. No en soledad y con esfuerzo, sino en unión con Cristo, quien levanta al alma con toda su ternura y la carga en sus hombros gozosos retornándola al amor. Lo perdido es encontrado. Ahora el alma regresa a Dios.

VI. Maternidad divinizada

Si Cristo no se hubiera hecho uno con la naturaleza humana, jamás el hombre hubiera podido regresar a la casa del Padre. Esto es lo que se intenta dar a conocer cuando se utiliza la expresión "la montaña ha venido a ti y no tú a la montaña". Si bien esa es una expresión literaria, refleja muy bien la verdad. Dios viene al hombre en el día en que Cristo nace en la tierra. A partir de ese instante comienza una nueva fase de la evolución del plano de la consciencia en el mundo físico. Ya nada queda igual. Vuestros científicos han dado maravillosas pistas acerca de lo que estamos hablando, aunque sea en el plano de la materia. Ellos reconocen que la vida, tal como es concebida en eso que llamáis vuestro planeta, ha sufrido cambios, modificaciones, saltos evolutivos. También enseñan que, si bien en general esos cambios evolutivos suelen ser continuos e imperceptibles, existen saltos evolutivos que, por sus implicancias y alcances, pueden ser considerados como saltos cuánticos o disruptivos en la línea de la evolución.

No pocas veces estos cambios tienen incluso impacto a nivel cósmico. Esos grandes saltos de la evolución siempre han sido como consecuencia de un acontecimiento cuya magnitud hace que todo quede transformado. Imagínate por un instante el impacto cósmico que podría haber si tu sistema planetario dejara de existir súbitamente. Bueno, un impacto de mucha mayor escala es que el nacimiento de Cristo generó en la consciencia universal y particular. El impacto fue de tal magnitud que no quedó ni un solo rincón del universo sin ser iluminado por el estallido de luz de consciencia divina que acaeció en el momento del alumbramiento de mi divino hijo Jesús. Un resplandor sin igual iluminó al universo.

Hoy, amada humanidad. Quiero pediros en amor perfecto que os sumerjáis en las profundidades del misterio del nacimiento de mi divino hijo Jesús. Aquel que es vuestro más íntimo amigo, vuestro salvador y el amor de vuestras almas. Aquel que es vuestro ser verdadero.

Quiero invitaros a sumergiros en los abismos insondables del amor misericordioso del Padre y comencéis a recordar aquella melodía de amor perfecto que fue cantada por los ángeles hace dos mil años, cuando brotó en la tierra el bendito retoño del amor, que es el Cristo viviente. Trascended las formas e id conmigo hacia la verdad que los símbolos sagrados representan. Recordad y sentid en vuestros corazones la inefable verdad de que Cristo ha nacido y con ello ha nacido una nueva humanidad. Y no solo eso, sino que en el nacimiento de Cristo nació la maternidad divinizada. Os estoy invitando a que a partir de ahora comencéis a vivir la nueva vida que se os ha dado, en el pleno conocimiento de vuestra unión con el espíritu, en la que vuestro ser vive para siempre. Ya no sois la estéril. Ya no sois tierra yerma. Ya no sois la embarazada que va a dar a luz. Ya no sois la mujer en cinta que va a engendrar al hijo. Ya no sois el sol que concebirá a la luz del mundo. No. Desde ahora, sois la madre.

Hijos e hijas mías. Os invito a que, a partir de hoy, comencéis a vivir como la madre del amor que también vosotros sois. Sois madre. Sí, lo sois porque yo soy. Y no hay nada en mí que no sea de mis hijos. Haceos conscientes de vuestra maternidad espiritual. Dejad que el espíritu de Dios os fecunde. Dejaos penetrar por el amor. Dejaos amar y dad a luz lo santo, lo perfecto, lo bello siempre. Meditad acerca de esto y cantad un himno de alabanza al Cristo de Dios. Dad gracias a Dios por la maternidad divinizada que os ha sido dada. Vosotros dais a luz al Cristo viviente que vive en vosotros. Vosotros sois la pura potencialidad del amor. Hija de Dios, haz valer tus derechos como madre del amor.

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