Un corazón alegre

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From the series: Vida Espiritual
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1º de marzo - Relaciones

Palabras que edifican

“Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes”

(Efesios 4:29).

Dedicamos este mes de marzo a las relaciones interpersonales, recordando que estas son fuente de máxima satisfacción y, al mismo tiempo, riesgo de los más grandes problemas. Las palabras constituyen la herramienta más poderosa para edificar o arruinar las relaciones. No es extraño que la Biblia redunde en consejos para hacer un buen uso de la palabra. Las palabras no lo son todo, pero sí una manera de elevar o de derrumbar al interlocutor, dependiendo de lo que uno diga. Esto se extiende a todos los ámbitos: familia, trabajo, ocio, amigos, compañeros, vecinos, negocios…

Ramón, un joven de veinte años, jugaba al fútbol en su equipo del barrio. En uno de los encuentros, le pasó el balón a su compañero Javier de tal forma, que este pudo marcar fácilmente un gol, pero erró y perdió la oportunidad. En respuesta, Ramón lanzó a Javier un insulto de los que producen vergüenza en cualquier oyente. Herido emocionalmente por la expresión de su compañero, Javier no jugó bien el resto del partido. Por su parte, Ramón acabó sintiéndose muy incómodo por lo que había dicho. Un tío suyo, que estaba presenciando el partido, le dijo al final del encuentro:

—No está bien lo que has hecho. Javier no ha ganado nada con tus palabras y tú has perdido mucho, porque tu manera de actuar habla mal de tu carácter. Y lo peor es que la amistad entre tú y él estará arruinada hasta que hagas algo para remediarlo.

Ramón reaccionó de forma honorable. Pidió perdón a Javier y admitió que sus palabras fueron inapropiadas, hirientes e irrespetuosas. Ambos se fundieron en un abrazo de reconciliación. De esa manera, la relación se restauró a un nivel aún mejor que el anterior.

Sin embargo, aún quedaba algo que Ramón no había resuelto: comprender que sus actos no solo afectan las relaciones entre personas. Su conducta también daña la relación con Dios. Se sentía culpable y con la impresión de que también había ofendido a su Padre celestial. Por ello, pidió también perdón a Dios.

Si estás enemistado con alguien por causa de tus palabras (o cualquier otra razón), no dejes pasar demasiado tiempo sin restaurar la relación dañada pidiendo perdón. Te beneficiarás en tu salud mental y también moral. Pídele al Señor, como hizo el salmista, las palabras justas y adecuadas: “Sean, pues, aceptables ante ti mis palabras y mis pensamientos, oh Señor, roca mía y redentor mío” (Sal. 19:14, CST).

2 de marzo - Relaciones

Empatía

“Gozaos con los que se gozan; llorad con los que lloran”

(Romanos 12:15).

Alessio Avenanti y sus colegas de la Universidad de Bolonia (Italia) obser varon la reacción neuronal de una persona mientras presenciaba cómo inyectaban a otra en la mano. Mediante un procedimiento llamado estimulación magnética transcraneal, los investigadores constataron repetida- mente que el testigo que observaba el pinchazo en el otro, experimentaba en su propio sistema corticoespinal una reacción muy parecida a la que sentía el inyectado. En efecto, la actividad eléctrica de la corteza cerebral que gobierna los nervios de la mano experimentaba una fuerte actividad de energía adicio- nal en el testigo que no había recibido pinchazo alguno. Pidieron después que los participantes observaran cómo se ponía una inyección a un tomate y, en este caso, no había reacción orgánica. Estos experimentos han demostrado las bases neurológicas de la empatía. Parece, pues, evidente que el dolor de otros se refleja en nuestro propio sistema nervioso.

Es alentador pensar que, a pesar del pecado y de la degeneración moral, aún quedan rastros del carácter original que Dios puso cuando creó al ser humano a su imagen y semejanza. La compasión y la empatía parecen ser parte inherente de nuestro ser y estamos dotados de la capacidad de empatizar con el dolor y el gozo de los demás. Sin embargo, podemos escoger hacerlo o no. Por ello el apóstol Pablo exhorta a los seguidores de Cristo a que escojan el camino de la empatía: gozarse con los que gozan y llorar con los que lloran.

La empatía es una manera amplia y clara de cimentar las relaciones con otras personas. No en vano la empatía también se llama inteligencia interpersonal. Se trata de un proceso mucho más complejo que la simple reacción electroquímica de ciertas terminales nerviosas. Es un ingrediente de enorme valor para el apoyo en las necesidades humanas. Jesús tuvo compasión (que es lo mismo que decir empatía) y auxilió a las personas a solucionar los problemas del cuerpo y de la mente. “Tuvo compasión de ellos y sanó a los que de ellos estaban enfermos” (Mat. 14:14); tuvo también compasión de una gran multitud “porque eran como ovejas que no tenían pastor; y comenzó a enseñarles muchas cosas” (Mar. 6:34).

¿Encontrarás a alguien hoy hacia quien proyectar tu empatía y proporcionar alivio a su sufrimiento? Permanece abierto a esta posibilidad y seguramente alguien podrá satisfacer sus necesidades por medio de tu empatía. Aparte del bien que hagas a los demás, experimentarás bienestar físico, psicológico y moral en ti mismo.

3 de marzo - Relaciones

Consuelo en el reino animal

“El que sufre es consolado por su compañero, incluso aquel que abandona el temor del Omnipotente”

(Job 6:14).

En las selvas tropicales del interior de África habita un simio denominado bonobo o chimpancé pigmeo. A diferencia del chimpancé común, el bono- bo tiene el rostro negro, las orejas pequeñas y las patas largas. Con frecuencia caminan erguidos y mantienen una cultura matriarcal e igualitaria. Estas características peculiares lo han hecho una especie diferenciada desde 1929. La conducta más peculiar de este grupo es su buena costumbre de consolar al que está triste. En efecto, cuando un bonobo observa que alguno de sus seme- jantes está apenado, intenta sacarlo de su aflicción mediante abrazos cariñosos o una mezcla de caricias y aseos. Además, los científicos han constatado que estas conductas surten efecto, pues el mono decaído reduce las conductas que muestran estrés, como rascarse y asearse de forma compulsiva.

En ejemplos como este, vemos el sello que el Creador ha dejado en sus criaturas. Pues bien, el ser humano cuenta con una habilidad más completa que cualquier animal para animar y consolar a otros. La Biblia ofrece numerosos mensajes que apelan a la amistad (Prov. 17:17; 27:9; 1 Tes. 5:11), pero el versículo de hoy habla de una especial circunstancia en la que el verdadero amigo continúa su labor consoladora, aun cuando el afligido haya abandonado el temor de Dios.

En su poesía, Job expresa la experiencia adversa de sus amigos hacia él: son como “las corrientes impetuosas que bajan turbias por el deshielo y mezcladas con la nieve, que al tiempo del calor se secan, y al calentarse desaparecen en su cauce” (vers. 15-17). También dice que esos amigos tienen miedo a ayudarlo (vers. 21). Están presentes solo cuando es conveniente.

Así ocurre en situaciones, incluso en comunidades religiosas, cuando un miembro se aleja de la presencia del Señor. Los demás lo culpan, lo rechazan y, desde luego, no lo consuelan. Tal vez tengan miedo a “contaminarse” con la presencia del pecador o de tener que contestar las dudas que el desertor pueda tener. Quizá teman que Dios vaya a abandonarlos por estar en terreno “peligroso”. ¡Nada más lejos de la realidad! Jesús recibía a los pecadores y comía con ellos. Jesús invitó personalmente a Leví Mateo, un odioso publicano.

Prueba hoy a ofrecer tu consuelo a alguien que lo necesite. No mires si es justo o pecador o si está o no de acuerdo con tus ideas. Responde a la invitación que Dios te hace de apoyar a tu prójimo. Encontrarás amistad y satisfacción al hacer lo que el Señor te pide.

4 de marzo - Relaciones

Aromaterapia

“Los aceites y perfumes alegran el corazón, y el cordial consejo del amigo, al hombre”

(Proverbios 27:9).

El uso de aromas con fines saludables se remonta a las culturas más remotas. En la historia antigua, los chinos usaban compuestos odoríferos en forma de incienso con fines medicinales y los romanos en forma de

bálsamos para sus baños y tratamientos. El término aromaterapia fue acuña do por el químico francés René-Maurice Gattefosse (1881-1950) en los años 1920 para dar nombre al uso que hacía de diversos aceites esenciales como remedio a dolenc ias. En tiempos más recientes se ha constatado que los olores deliciosos y suaves producen efectos benignos sobre el estado de ánimo y la conducta de las personas. Las personas expuestas a tales aromas tienden a reducir la ansiedad y favorecer la relajación y el bienestar.

El impacto del olfato ocurre porque la membrana nasal conduce las moléculas portadoras del olor, mediante el nervio olfatorio, hasta el sistema límbico (el asiento de la vida emocional) en el cerebro. Este centro está directamente conectado con el hipocampo, un órgano clave en la formación de recuerdos. Por ello sabemos que los recuerdos de ciertos olores pueden almacenarse durante décadas y, si vuelven a presentarse, evocarán recuerdos detallados de la situación original.

Pero la consecuencia no se limita al estado de ánimo; el olor agradable puede también traducirse en acción amable. Nicolas Guéguen de la Universidad de Bretagne-Sud en Lorient (Francia) trabajó con un equipo de ocho jóvenes que, de forma casual, en un centro comercial hacían como que bus caban algo en su bolsa en la presencia de un transeúnte. En ese momento, dejaban caer “sin querer” un guante y observaban si el transeúnte los alertaba de la “pérdida”. Repitieron este experimento doscientas veces en un ambiente sin olor (zona de tiendas de ropa) y otras doscientas veces en un ambiente de aroma delicioso (zona de elaboración de panadería/pastelería), manteniendo todas las demás variables constantes. El número de cortesías y amabilidades fue significativamente superior en el ambiente de olor agradable comparado con la zona inodora.

 

Job compara el aroma del perfume al cordial consejo de un verdadero amigo. Parece lógico, dados los resultados de estos estudios, que el olor grato mejora el estado de ánimo e incita a la conducta amable. Así también, la rela ción amistosa óptima, el buen consejo del amigo y la relación de apoyo, actúan como el aroma: producen un ciclo mutuo de buenas palabras y acciones.

Practica hoy este principio de esparcir el aroma de tus buenos consejos o simplemente tu presencia, escuchando y apoyando al amigo. El resultado puede ser mejor de lo que esperas.

5 de marzo - Relaciones

Heridas pasajeras

“Leales son las heridas que causa el que ama, pero falsos los besos del que aborrece”

(Proverbios 27:6).

Una reprimenda o advertencia de un verdadero amigo puede causar dolor, pero si este mensaje procede de un espíritu amoroso y sensible, con un buen propósito, a la larga causará mucho bien. El capítulo 20 del primer libro de Samuel relata cómo el joven David era íntimo amigo de Jonatán. El padre de Jonatán, el rey Saúl, en un ataque de celos y paranoia, juró dar muerte a David. No fue fácil para Jonatán dar la noticia a su amigo de la sentencia de su padre (“Corre, date prisa, no te pares” [1 Sam. 20:38]). Y, por supuesto, no fue fácil para David oír el terrible mensaje de su mejor amigo e iniciar largos años de vida como fugitivo, siendo perseguido a muerte y apar- tado de sus seres queridos. En el seno de una amistad tan profunda, el dolor producido por las palabras de un amigo resulta benigno.

Sin embargo, las alabanzas del falso amigo, aunque halagadoras tem poralmente, son tremendas en última instancia. Este mensaje lo confirma el salmista cuando dice: “Que el justo me castigue y me reprenda será un favor; pero que bálsamo de impíos no unja mi cabeza” (Sal. 141:5). Otro suceso cercano a la vida de David ilustra las consecuencias del falso amigo que se acerca cariñosamente, pero cuyas consecuencias son fatales. Ya rey, David había designado a Amasa y a Joab como dos de sus generales. En una de sus campañas de guerra, Joab tuvo un encuentro casual con Amasa y se acercó a él extendiendo su mano derecha y asiéndolo cariñosamente de la barba para besarlo. Tranquilo y relajado, Amasa se acercó a su colega para juntar sus rostros. Joab le preguntó:

—¿Te ha ido bien, hermano?

En ese momento, con la daga que llevaba en la mano izquierda, Joab asestó un golpe mortal en el costado de Amasa, quien murió en breves momentos (2 Sam. 20:9, 10).

Alguien que te ama de verdad, puede infligir heridas pasajeras en tus sentimientos, pero el falso amigo es capaz de producirte una herida mortal que, aunque no sea física, puede ser moral o espiritual. Ora a Dios hoy para que te ayude a ser un verdadero amigo y para que te conceda suficiente en tendimiento para discernir entre el verdadero y el falso amigo. Su influencia puede ser tan grande que ponga en juego tu propia salvación.

6 de marzo - Relaciones

El eco de mis palabras

“La respuesta suave aplaca la ira, pero la palabra áspera hace subir el furor” (Proverbios 15:1).

Una antigua anécdota nos cuenta que un muchachito, mientras exploraba el entorno de su aldea, descubrió una formación rocosa y gritó hacia las rocas:

—¡Hola, hola!

De inmediato vino la respuesta:

—¡Hola, hola!

Sin saber que se trataba del eco, comenzó a proferir palabras desagra dables con lo que escuchó respuestas exactamente igual de feas. De regreso a su casa, le contó a su madre que había un niño nuevo en la vecindad y que, por cierto, se trataba de un niño muy malo, pues decía palabrotas. Comprendiendo lo que había ocurrido, la mamá lo invitó a que regresara al lugar del encuentro y expresara palabras amables y cariñosas a ese nuevo niño para observar lo que pasaba. Pronto el pequeño comprobó que las palabras del extraño eran tan dulces como las suyas.

En ocasiones nos encontramos con reacciones ariscas o iracundas en al guna persona próxima o incluso distante. Como reacción, podemos pensar (o incluso decir) que tal sujeto debería tener un trato más amable y no ser tan grosero o hasta reaccionar de forma agresiva. Pero es mucho mejor poner en práctica lo que recomienda el texto de hoy: “La respuesta suave aplaca la ira”. La frase da a entender que ya existe una conducta iracunda en el contrario y que nuestra delicada respuesta calmará la furia.

La importancia de la expresión verbal con su tono y contenido no es poca y la Biblia se refiere a ella en diversas ocasiones. Por ejemplo, nos habla de que “la muerte y la vida están en poder de la lengua” (Prov. 18:21). El apóstol Santiago presenta la lengua como un órgano peligroso: miembro pequeño que se jacta de grandes cosas y que es capaz de incendiar un gran bosque (Sant. 3:5). También equipara la lengua a “un mundo de maldad” (vers. 6).

Pero el apóstol nos ofrece el remedio para dominar nuestras palabras. El mismo apóstol cierra el capítulo recomendando “la sabiduría que es de lo alto”. Una sabiduría que, según explica, es “pura, pacífica, amable, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos, sin incertidumbre ni hipocresía” (vers. 17). Con esta sabiduría nuestros dichos no encenderán fuegos, sino que los apagarán y acabarán comunicando paz (vers. 18).

Las palabras constituyen un arma muy poderosa, capaz de hacer bien o mal. Recuerda hoy la ilustración del niñito que escuchaba el eco de sus propias palabras. Ojalá que tus palabras aplaquen la ira y produzcan paz en el corazón de quienes las escuchen.

7 de marzo - Relaciones

La venganza no es tuya

“No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios, porque escrito está: ‘Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor’. Así que, si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; si tiene sed, dale de beber, pues haciendo esto, harás que le arda la cara de vergüenza”

(Romanos 12:19, 20).

Louis Zamperini nació en 1917 en el seno de una familia de inmigrantes italianos en la ciudad de Olean (Nueva York, EE.UU.). Desde joven se entregó al atletismo y logró participar en los juegos olímpicos de Berlín

de 1936, donde el mismo Hitler le dio la mano y lo felicitó por una de sus marcas. Durante la Segunda Guerra Mundial, Louis se alistó en el ejército norteamericano y combatió en el frente del océano Pacífico. Un accidente mecánico en pleno vuelo hizo que el avión se precipitara al vacío y cayera al océano. Todos los tripulantes murieron excepto Louis y otros dos soldados que sobrevivieron en una balsa salvavidas. Con poquísima comida y nada de agua, pescaban lo que podían y bebían agua de lluvia. Uno de ellos murió. En medio de semejante situación trágica, Louis oró a Dios diciendo: “Si sobrevivo, te obedeceré y haré tu voluntad el resto de mi vida”.

Los náufragos alcanzaron las islas Marshall cuarenta y siete días después del accidente. Los japoneses no tardaron en hacerlos prisioneros. Los torturaron y los llevaron al Japón donde siguieron siendo maltratados hasta el final de la contienda en agosto de 1945. Pero Zamperini se olvidó de su promesa y acabó alcohólico y con estrés postraumático. Todas las noches sufría pesadillas en las que estrangulaba a sus captores japoneses. Odiaba a los japoneses con toda su alma.

Su esposa lo persuadió para que asistiera a unas conferencias del predicador Billy Graham. Por medio de aquel mensaje Dios transformó su corazón y sus deseos de venganza se desvanecieron. Solo entonces recordó la promesa que había hecho a Dios en su naufragio seis años antes. Por primera vez durmió plácidamente y disfrutó de salud física y mental hasta su muerte a los noventa y siete años, vida que dedicó a predicar las virtudes de perdonar y no vengarse del mal que otros nos hagan. Viajó a Japón en 1950 y buscó a sus torturadores encarcelados por crímenes de guerra. Los abrazó, los perdonó y algunos incluso se convirtieron al cristianismo. Su historia fue llevada al cine en 2014 con el título Inquebrantable, dirigida por Angelina Jolie.

¿Hay alguien que te haya ofendido? Si estás pensando en vengarte, considera lo que Dios dice: “Mía es la venganza, yo pagaré”. Y no solo te pide que renuncies a la venganza, sino también que satisfagas sus necesidades básicas, según el versículo de hoy.

8 de marzo - Relaciones

¿Quién es grande de entendimiento?

“El que tarda en airarse es grande de entendimiento; el impaciente de espíritu pone de manifiesto su necedad”

(Proverbios 14:29).

Ira y enojo son sinónimos de relaciones heridas. Uno puede enojarse con las circunstancias, con algún recuerdo del pasado o con uno mismo, pero lo más frecuente y peligroso es cuando alguien se enoja con su prójimo: cónyuge, amigo, familiar, compañero, vecino… Y a continuación sobreviene el dolor, no solo en el agredido sino también en el enojado.

En primer lugar, la persona airada sufre daño fisiológico. Con la aparición de la ira, el sistema límbico (zona muy profunda del cerebro) provoca una serie de reacciones: aceleración cardíaca, elevación de la presión arterial, tensión muscular, aumento de la frecuencia respiratoria, sudoración, palidez, manos frías y enrojecimiento de la cara.

En segundo lugar, se deteriora la función cognitiva: el pensamiento se vuelve irracional y distorsionado; la persona tiende a centrarse en lo negativo y a obsesionarse con el tema que ha causado el enojo, aunque se trate de un asunto minúsculo.

Finalmente, tiene lugar la consecuencia más temible de la ira: la vertiente conductual. De la conmoción interna se pasa a la acción. La persona afectada dice cosas lamentables, muestra un rostro desencajado, tiembla, eleva el volumen de la voz y puede llegar a manifestar intimidación: insultos, golpes a objetos, portazos, maltrato de mascotas y, en última instancia, violencia física contra la otra persona o personas.

Las manifestaciones de enojo deterioran la relación interpersonal y, además, conllevan consecuencias morales. Jesús dijo: “Yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio” (Mat. 5:22). Y si la ira se hace habitual, sobreviene el riesgo de enfermedades, como las dolencias cardíacas, la diabetes, el insomnio y el debilitamiento del sistema inmunitario. También la ira puede bloquear la capacidad para disfrutar de la vida, y dar paso a la depresión y otros trastornos mentales. Finalmente, y más importante aún, envenena la relación con los seres cercanos y también la relación con Dios.

Con todos estos riesgos, no es extraño que el versículo de hoy llame “grandes de entendimiento” a quienes tienen dominio sobre la ira y el enojo. Si tienes tendencia a la ira, huye de esta emoción. Si te resulta difícil por haber adquirido el hábito, sométete al Espíritu Santo, ora, pide ayuda a algún allegado o busca apoyo profesional, si está disponible. El Señor te comunicará paciencia y dominio propio para que, en vez de enojo, manifiestes amor, aprecio y admiración hacia otras personas y así prosperen tus relaciones con los demás.