Un corazón alegre

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From the series: Vida Espiritual
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17 de marzo - Relaciones

Amigos auténticos

“En todo tiempo ama el amigo; para ayudar en la adversidad nació el hermano”

(Proverbios 17:17).

El irlandés Clive Stapes Lewis (1898-1963), ensayista, novelista, crítico li- terario y autor de Las crónicas de Narnia, entre otras muchas obras de renombre, interrumpió sus estudios en la Universidad de Oxford para alis- tarse en el ejército británico y defender a Gran Bretaña de los avances alemanes.

El mismo día en que cumplió los diecinueve años, llegó a su destino en Somme (Francia). Allí fue destinado a las trincheras con un alto nivel de riesgo.

Junto a él estaba Paddy Moore, un buen amigo que había seguido los pasos de Clive. En tales circunstancias, ambos jóvenes se prometieron mutuamente que, si uno de ellos moría y el otro no, el superviviente se haría cargo de sus respectivos progenitores (el padre de Clive era viudo y había perdido a su esposa cuando el chico tenía ocho años, y la madre de Paddy era divorciada). Ambos jóvenes resultaron heridos de gravedad en el campo de batalla. Clive fue tocado por una de las bombas británicas que quedó corta en su trayectoria y, después de una larga convalecencia, se recuperó. La suerte de Paddy fue distinta. Resultó herido por la artillería enemiga y pronto murió. Su cuerpo nunca fue repatriado y quedó enterrado al sur de Peronne (Francia). Entonces Clive se ocupó de la madre de su amigo y de su hermana menor. El cuidado y la amistad entre ambas familias se mantuvieron durante décadas, y así aquel hombre cumplió su promesa.

El texto de hoy nos recuerda que el verdadero amigo no lo es solamente en momentos de bonanza, sino en todo tiempo y muy especialmente en la adversidad. La amistad verdadera es uno de los ministerios más hermosos que pueda practicar el creyente. Las relaciones fundadas en el apoyo de unos a otros son la auténtica y verdadera interacción social que propone la Escritura.

Se dice que Sócrates preguntó una vez a un anciano:

—¿De qué estás profundamente agradecido? A lo que este respondió:

—De que, siendo como soy, tengo los amigos que tengo.

No tienes que ser perfecto para brindar tu ayuda a un amigo o para recibir su apoyo cuando lo necesites. Contempla hoy las oportunidades que tienes para tender la mano a alguien. Y si eres tú quien está en la adversidad, permite que alguien te eche una mano, pues el Señor usa a otros para que te auxilien cuando lo necesites.

18 de marzo - Relaciones

La confidencialidad

“El que encubre la falta busca la amistad; el que la divulga, aparta al amigo”

(Proverbios 17:9).

Carmen es psicóloga clínica y lleva décadas ejerciendo su profesión. A lo largo de los años, ha tenido ocasión de escuchar infinidad de problemas humanos en todo detalle. Sin embargo, tiene muy claro que todo lo que escucha en la sesión es confidencial y no cuenta con la libertad de referir estecontenido a nadie, ni siquiera a su esposo.

Cuando recibe a un nuevo paciente, el primer día pone sobre la mesa los detalles de su propio estilo, sus técnicas, sus metas generales, sus fortalezas y sus limitaciones. Un punto obligado es asegurar al cliente que el contenido de las conversaciones que tendrán es privado y que ella no divulgará nada a nadie sin el permiso escrito del paciente.

Hemos de apresurarnos a decir que la ética de esta profesión impone límites a la confidencialidad. Por ejemplo, si una persona amenaza con suicidarse o matar a otra o alguien habla de abusos a niños o a ancianos, entonces la seguridad personal y la vida prevalecen sobre el derecho a la confidencialidad, y el profesional de la salud mental está obligado a comunicar dichos riesgos a quienes tienen autoridad para proteger a la posible víctima.

Excepciones aparte, la confidencialidad es muy importante no solo en el ámbito profesional, sino también en las relaciones mutuas. La certeza de que las cuestiones íntimas no van a divulgarse aumenta la confianza, fortalece la relación, anima a expresar los problemas con libertad (lo cual favorece la salud mental) y demuestra al sufriente que él o ella merecen profundo respeto, aun con sus errores o debilidades.

El versículo de hoy se refiere a confidencias de tipo inmoral, faltas, caídas, pecados… Y se nos invita a que no los divulguemos. ¿Significa ello que aprobamos los hechos inmorales? ¡De ninguna manera! Pero el texto nos da a entender que debemos trabajar con discreción, apoyando y guiando a la persona a hacer la restauración correspondiente y a procurar el perdón de Dios. ¿Y qué ocurre cuando divulgamos la falta? La Escritura nos dice que la relación se rompe.

La confidencialidad puede ir más allá de una relación psicoterapéutica y alcanzar el terreno moral. Hay muchos, aun en comunidades religiosas, que parecen hallar especial placer en divulgar las faltas de otros. Pero la recomendación bíblica es muy diferente. Tal vez tú puedas desempeñar un papel fundamental en escuchar y guiar a alguien que, habiendo cometido un error, confíe en ti. Recuerda que debes mantener una cuidadosa discreción y apoyar al afectado a resolver su problema a la luz de las Sagradas Escrituras.

19 de marzo - Relaciones

Un espíritu sin freno

“Como ciudad destruida y sin murallas es el hombre que no pone freno a su espíritu”

(Proverbios 25:28).

El famoso actor y humorista neoyorquino Jerry Seinfeld suele decir: “Hay dos cosas que me permiten averiguar la verdadera naturaleza de las personas. La primera es verlos conducir un vehículo; la segunda es oírlos hablar del matrimonio”. Aunque lo diga en broma, la declaración es seria. La gente suele perder el control en situaciones de estrés, especialmente cuando la tensión va asociada a las relaciones interpersonales: cónyuge, hijos, amigos, colegas, vecinos, etcétera. Conducir un coche, especialmente en la gran ciudad, puede ser una situación altamente estresante y casi siempre el con- flicto viene por la conducta de otros automovilistas. La vida en matrimonio puede también causar tensión, especialmente en momentos de dificultades profundas entre los esposos. En estas situaciones, cualquiera puede perder el control. El versículo de hoy menciona dos consecuencias por la falta de dominio propio: la derrota total de uno mismo y la indefensión: “Ciudad destruida y sin murallas”.

El desenfreno del espíritu no es otra cosa que el enojo. El disgusto hiere los sentimientos del que lo recibe, crea temor, desconfianza y distancia, inclu yendo odio hacia el iracundo. También daña la salud mental y física del que se enoja, pues le produce estrés, falta de sentido común, pensamiento obsesivo, culpa y frustración, e incluso hasta depresión. La ira conlleva además riesgos de naturaleza fisiológica: enfermedad coronaria, elevación de la presión sanguínea, diabetes, problemas de colesterol y pérdida de defensas.

Y el problema va más allá de los riesgos físicos y mentales, pues alcanza la salud moral. No es extraño que la Biblia mencione tantas veces los peligros de las palabras improcedentes y del enojo (Sal. 37:8; Prov. 12:18; 14:29; 25:28; 29:20; Ecl. 7:9). Jesús mismo pronuncia la firme sentencia de que el que se enoja e insulta a su hermano es culpable de juicio y queda expuesto al infierno de fuego (Mat. 5:21, 22).

Pero es posible apartar de uno mismo este problema que quiebra las relaciones. Si no fuera así, no diría el salmista: “Deja la ira y desecha el enojo” (Sal. 37:8). Para ello, es necesario confiar por completo en la divinidad: “El fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley” (Gál. 5:22, 23). Repite pausadamente estas virtudes y ora a Dios para que las preserve en ti a lo largo de este día y también en el futuro.

20 de marzo - Relaciones

La libra de mantequilla

“Dad y se os dará; medida buena, apretada, remecida y rebosando darán en vuestro regazo, porque con la misma medida con que medís, os volverán a medir”

(Lucas 6:38).

Un panadero de una población canadiense compraba regularmente man- tequilla de una lechería cercana para elaborar sus panes. Un día, empezó a sospechar que los paquetes de mantequilla pesaban menos de lo habitual. Y cuando comprobó el peso de los bloques, comprobó que todos eran faltos. Así que denunció a su proveedor y este fue llamado a declarar ante el juez municipal.

—¿Puede mostrarme sus pesas? —preguntó el juez interesado en ver si estaban trucadas.

—No uso pesas —contestó el lechero. Sorprendido, el juez exclamó:

—Entonces ¿cómo sabe usted que sus medidas son exactas?

—Muy sencillo—explicó el lechero—, Señoría. Cuando el panadero empezó a adquirir mi mantequilla, yo comencé a comprar su pan. Desde entonces, uso su pan de a libra como pesa para las libras de mantequilla. Si la mantequilla no da el peso, es porque el pan está falto.

Recuerdo (J) otra experiencia aún más sombría. En nombre de mi familia adquirí un local comercial en Madrid. El lugar había sido pollería y huevería durante décadas. Los dueños decidieron jubilarse y venderlo. Cerramos el trato y con la venta incluyeron una serie de utensilios de trabajo que a los compradores no nos servían de nada, pero quedaron como parte de la transacción. Entre ellos había una báscula antigua con pesas de hierro que habían sido utilizadas para la venta de sus productos. Examinando las piezas, me di cuenta de que todas ocultaban, en su parte inferior, un imán cúbico que encajaba en la base de las pesas. Así podían hacerse las pesas más ligeras a voluntad. Meses después supe que el antiguo dueño había fallecido, si bien su viuda vivió muchos años más. Sentí escalofríos cuando leí el texto: “No tendrás en tu bolsa una pesa grande y otra pesa chica, ni tendrás en tu casa un efa grande y otro efa pequeño. Una pesa exacta y justa tendrás; un efa cabal y justo tendrás, para que tus días sean prolongados sobre la tierra que Jehová, tu Dios, te da” (Deut. 25:13-15, énfasis añadido). ¿Sería cierto que la muerte prematura del pollero guardara relación con su presunta deshonestidad? Solo Dios sabe la verdad, pero el versículo resalta la seriedad de la honestidad.

 

El texto de hoy va aún más lejos. Nos invita a dar más de lo justo y así recibir en abundancia. Prueba hoy la eficacia de esta promesa. Sé generoso con tus semejantes y verás de inmediato una mejor relación con ellos y otras ricas recompensas.

21 de marzo - Relaciones

Expectativas opuestas

“La esperanza de los justos es alegría, mas la esperanza de los malvados perecerá”

(Proverbios 10:28).

En tiempos de la expansión de la frontera estadounidense del siglo XIX, muchos europeos y colonos asentados en la costa oriental norteameri- cana viajaron hacia el oeste en busca de establecer un hogar y vivir de la tierra. Se cuenta la historia de un anciano llamado Pedro que llevaba muchos años viviendo en un pueblo del lejano oeste. Al atardecer, se sentaba frente a su casa a observar el paso de los advenedizos. Esta era una conversación frecuente que Pedro mantenía con algún recién llegado que le preguntaba:

—Buenas tardes, buen hombre. ¿Cómo son los vecinos de este lugar? A lo que el anciano contestaba:

—¿Cómo eran los vecinos del lugar de donde usted viene?

—Mis vecinos eran impacientes, malintencionados, testarudos, suspicaces, rencorosos, envidiosos… —era la respuesta del forastero.

Entonces, Pedro respondía:

—Pues aquí también son así.

Cuando otro advenedizo le hacía la misma pregunta, Pedro respondía:

—¿Cómo eran los vecinos del lugar de donde usted viene?

—Mis vecinos eran amables, joviales, diligentes, generosos, bondadosos, honrados, prudentes… —decían algunos.

—Pues aquí también son así —respondía Pedro.

Pedro había aprendido que cualquier ser humano puede ser bueno o malo y que las relaciones interpersonales no son mejores ni peores por el lugar en el que se vive, sino por la actitud con la que uno se acerca a sus semejantes. Aquellos viajeros iban a tener la opción de observar en sus nuevos vecinos rasgos bondadosos o perversos, según sus expectativas y conductas de cara a ellos. El texto de hoy nos asegura que la esperanza (o el porvenir) del justo es feliz y la del malvado acaba desvaneciéndose. Esto tiene aplicación directa en las relaciones interpersonales y podemos inferir que el justo cuenta con las mejores expectativas de éxito en las relaciones, mientras que el malvado acaba agotando sus relaciones.

Hoy observa las relaciones en las personas de tu entorno. Mira cuándo despliegan rasgos malos y cuándo se muestran afables. Verás que su conducta y su actitud varían dependiendo de cómo los traten otros.

En lo que a ti respecta y con la ayuda de Dios, usa palabras, gestos y acciones que favorezcan en otros la buena convivencia, la amabilidad, el amor y el mutuo entendimiento. Recuerda hoy el mensaje del apóstol Pablo: “Antes sed bondadosos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo” (Efe. 4:32).

22 de marzo - Relaciones

El muro de Adriano

“De Jehová es la tierra y su plenitud, el mundo y los que en él habitan”

(Salmo 24:1)

El muro de Adriano, en el norte de Inglaterra, cubre de costa a costa una distancia de 117,5 km. Lo construyó el emperador romano Publio Elio Adriano (76-138 d.C.) para separar a los bárbaros de los romanos. Es la primera frontera física de Europa. Siglos después, se construiría la gran mu- ralla china, de mucha mayor magnitud, para proteger el norte del país de los ataques nómadas de Mongolia y Manchuria. Ambos proyectos dan testimonio de un aspecto prevalente en la naturaleza humana: la preservación de lo nues- tro para evitar que otros nos lo arrebaten. En la actualidad también hay países que erigen vallas y muros para proteger sus fronteras. Y, por supuesto, las per- sonas llevan este principio al máximo extremo levantando paredes, barreras, alambradas, verjas, setos, lindes, entre otros, alrededor de sus propiedades.

Se ha dicho que no había problemas entre vecinos hasta el momento en que alguien decidió poner límites a su propiedad y dijo: “¡Esto es mío!" Y es que muchos de los problemas interpersonales, entre amigos, compañeros, socios e incluso familia vienen motivados por desacuerdos en las pertenencias. La Biblia relata casos en que el materialismo y el deseo por poseer tuvieron consecuencias muy serias. Ananías y Safira, por ejemplo, eran un matrimonio de fieles entre los primeros cristianos. Ofrecieron donar a la comunidad el producto de la venta de una finca. Secretamente decidieron sustraer una parte y llevaron el resto a los discípulos. Por revelación divina, Pedro supo de tal engaño y la muerte sorprendió fulminantemente a esta pareja (véase Hech. 5).

En otra ocasión, el profeta Eliseo, por medio del poder divino, sanó de la lepra a Naamán, un militar sirio. En señal de agradecimiento, Naamán ofreció regalos, pero Eliseo no los aceptó. Sin embargo, Giezi, su asistente, codició tales regalos y salió al encuentro de Naamán para explicarle que su amo había cambiado de parecer y que estaba dispuesto a recibir 34 kg de plata y dos conjuntos de ropa nueva. El militar enseguida le regaló 68 kg de plata y la ropa que pedía. Pero el profeta Eliseo supo, de forma sobrenatural, de la estratagema de Giezi, quien quedó leproso de por vida por su avaricia (véase 2 Rey. 5).

El versículo de hoy pone las posesiones en una perspectiva totalmente diferente: “De Jehová es la tierra y su plenitud”. ¿Tienes hijos, casa, tierra, animales, automóvil, ropa, muebles, aparatos electrónicos? Recuerda que, según la Escritura, no son tuyos. Son de Dios. Entendiendo esto cabalmente ganarás la batalla al egoísmo y la avaricia.

23 de marzo - Relaciones

Autoestima sensata

“Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno”

(Romanos 12:3).

Booker T. Washington (1856-1915) nació esclavo en una plantación del es- tado de Virginia (EE.UU.). Sin embargo, llegó a ser una figura de enorme relevancia como educador, autor, filántropo, político, profesor y consejero de la presidencia de su país. Luego de la emancipación de la esclavitud en 1865, el joven se abrió camino trabajando en la industria de la sal y en las minas de carbón para estudiar en la universidad. Llegó a ser un líder de pres- tigio en la comunidad afroamericana y consiguió grandes logros en materia de igualdad social. Siempre decía que los oprimidos habían de demostrar “diligencia, economía, inteligencia y propiedad”. Algunos de sus congéneres lo consideraban demasiado blando por su estilo manso y suave, pero ello le valió para conseguir la simpatía de los afroamericanos y también de muchos blancos acaudalados que financiaron parte de sus cinco mil escuelas para la escolarización de los niños negros del sur, aparte de donaciones a las uni- versidades de Hampton y Tuskegee, dedicadas a servir a los desfavorecidos.

Se cuenta que una vez este hombre humilde paseaba por Tuskegee, la ciudad donde estaba situada la universidad donde él era rector, cuando una mujer distinguida de raza blanca se acercó y le preguntó si quería ganarse algo de dinero llevando leña al interior de la casa. Sonriendo, el profesor accedió y se puso manos a la obra. Una niña lo reconoció y más tarde informó a la dama que aquel hombre era Booker T. Washington. Avergonzada, la mujer fue a visitarlo a su despacho para pedirle disculpas. La respuesta fue:

—No se preocupe. Me gusta hacer ejercicio físico de vez en cuando; además, ¡es siempre un placer ayudar a una amiga!

De aquel encuentro surgió una alianza que se tradujo en ayuda financiera hacia las instituciones que patrocinaba el señor Washington.

Se ha enfatizado mucho la importancia de tener una autoestima sana, pero algunos pueden confundirla con la altanería. El apóstol nos advierte que nadie tenga un concepto más alto de sí que el que debe tener. Jesús nos invita a aprender de él y ser mansos y humildes (Mat. 11:29). Recuerda la ilustración de hoy y preséntate a los demás con mansedumbre y sin pretensiones. Los resultados pueden ser mejores de lo que te imaginas.

24 de marzo - Relaciones

Chismes y habladurías

“El que anda con chismes descubre los secretos: no te entremetas, pues, con el suelto de lengua”

(Proverbios 20:19).

Kent Crockett, teólogo y autor de libros devocionales, cuenta de una al- deana que difundió una historia de carácter difamatorio sobre su jefe. Pronto las habladurías corrieron de boca en boca y la calumnia estaba dispersa por toda la localidad. Al ver el alcance de su acción, la mujer sintió remordimiento y se presentó ante su jefe para confesar que había sido ella quien había iniciado la difamación y le rogaba que la perdonase.

El supervisor le dijo:

—Estoy dispuesto a perdonarte con una condición: ¿Ves este saco de plu mas? Llévalo a la torre del pueblo, sube a su parte más alta y arroja todas las plumas al vacío. Regresa con el saco y te perdonaré por lo que has hecho.

Ella así lo hizo, y regresó con el saco vacío para recibir el perdón.

—Ahora, solo tienes que ir y recoger todas las plumas esparcidas —indicó el jefe.

—¡Pero eso es imposible! —protestó la mujer. A lo que el ofendido replicó:

—Te perdono, sí, pero quiero que sepas que esa falsa información que has divulgado es tan difícil de recoger como las plumas que arrojaste desde la torre. Chismes, calumnias, difamaciones, comadreos… tienen componentes comunes: inventar, exagerar, mentir o tergiversar la verdad objetiva. Se trata de una actividad deleitosa para muchos, pero muy pocos son conscientes del daño que hacen. ¿Por qué es una práctica tan común? Chismear con las faltas de otros puede proporcionar un sentimiento de superioridad, una satisfacción íntima por hacer a otros culpables. También se utiliza como arma para vengarse o como una consecuencia de la envidia, emoción muy común de la que algunos pretenden escapar hablando mal del envidiado. Finalmente, algunos intentan aliviar sus frustraciones lanzando habladurías.

Las consecuencias pueden ser muy graves arruinando el honor y la digni dad de las víctimas. Lo triste es que muchas veces se utiliza el chisme contra amigos, parientes y allegados, actuando con hipocresía y perfidia.

Pero lo peor de todo es que estas actividades están repletas de inmoralidad. Varios textos bíblicos condenan firmemente la calumnia. Por ejemplo: “Al que solapadamente difama a su prójimo, yo lo destruiré” (Sal. 101:5). El versículo de hoy nos ofrece un consejo adicional. No solo desaconseja el chisme, sino también advierte contra la relación con el “suelto de lengua” (“chismoso” y “murmurador”, según otras versiones).

Proponte no propagar los cuentos y evita intimar con quienes tienen por práctica iniciar habladurías. Es el consejo de la palabra inspirada.

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