Manuales de urbanidad

Text
From the series: Ciencias Humanas
Read preview
Mark as finished
How to read the book after purchase
Font:Smaller АаLarger Aa

El estudio de la urbanidad a partir del biopoder no solo constituye una apuesta metodológica y de distribución de los capítulos de este libro, sino también da lugar al logro de resultados importantes dentro de la investigación. De ese modo, es posible ver cómo la urbanidad sirvió como elemento para la conformación del Estado colombiano. Eso sí, un Estado, primero, en vías de conformación y, segundo, en vías de modernización, distante en sus componentes constitutivos al viejo modelo vertical de poder político del que se separa Foucault; pero que todavía no llegaba a alcanzar los complejos procesos del dispositivo de seguridad, según se reitera. En todo caso, que el Estado sea el nuevo Estado independiente y no el viejo Virreinato o la vieja Colonia permite adentrarse en una complicada dinámica de relaciones dentro de las cuales el papel de la urbanidad es importante. Tal rol de la urbanidad fue central en la construcción de la ciudadanía, lo que pudo ser avizorado a partir del componente de raza traído por Foucault en sus análisis.

Dentro del presente estudio es posible ver cómo el Estado y el derecho se hacen instrumentos y elementos del complejo juego de relaciones que dio lugar a la emergencia y circulación de los enunciados de la urbanidad en la Colombia del periodo seleccionado. En tal orden de ideas, es posible ver cómo ese Estado, si bien fue tan relevante para la puesta en práctica de la urbanidad, no fue la fuente como tal de dichos procesos. Así las cosas, aunque es cierto que el Estado y la gubernamentalidad están presentes en el campo de enunciación creado por los manuales, también lo es que la importancia de dicho material educativo se deriva de la genealogía de los procesos de subjetivación y de la manera como se comportó la historia de las instituciones locales durante la segunda mitad del siglo xix. A ello se une, inescindiblemente, afirmar con toda fuerza que el proceso de formación del Estado colombiano durante la época en comento también conlleva procesos de subjetivación y no solo proyectos de diseño político-institucional: el Estado hace parte de la historia de quienes somos.

El análisis general de algunos de los conceptos acuñados por Foucault resulta en el referente directo para escudriñar el archivo hasta el punto de encontrar allí los rasgos más importantes de la disciplina. La lectura minuciosa de los manuales de urbanidad, el análisis riguroso del material que da cuenta de la existencia de prácticas asociadas a la urbanidad en el tejido social y la aplicación de Foucault al estudio de estos elementos fue lo que permitió llevar a cabo el ejercicio. La retícula disciplinar es expuesta con minuciosidad de cara al archivo. Esto implica el estudio genealógico del tipo de sujeto que se propone producir la urbanidad en general y de los modelos específicos de sujeto que esta construye. Todo ello envuelve la apuesta argumentativa de ver la disciplina como el rasgo preponderante en la urbanidad: la urbanidad es una tecnología en la que sobresalen los elementos disciplinarios, tanto en lo micro, como en lo macro. Por supuesto, sin negar la existencia de otros elementos que escapan a la disciplina, los cuales están involucrados allí mismo.

Aquellos elementos que en la urbanidad escapan a la mera disciplina pueden verse a partir del cuidado de sí. Por supuesto, el trabajo le apuesta a afirmar que la urbanidad no es una tecnología del cuidado de sí. El manual de urbanidad no es el relato de, por ejemplo, aquel que cuida de sí y cuenta las vicisitudes de una experiencia que ya está en sí mismo. El manual es un conjunto de prescripciones que van a ser objeto de práctica después de su lectura. Aun así, vale la pena aclarar que tampoco se asevera que la urbanidad sea tajantemente una tecnología disciplinaria. Lo que se define, en orden de la discusión, es que la urbanidad es una tecnología modelizante. Así, el uso del concepto de modelización permite aproximarse a los rasgos de cuidado de sí que hay en la urbanidad. Entonces, como se acaba de ver, a la tecnología de la urbanidad le corresponden ciertos atributos del cuidado de sí, aunque lo que prepondere en ella sean las características disciplinarias. Tales rasgos son analizados a partir de la distinción entre código moral y cuidado de sí. Igualmente, es posible ver estos rasgos a partir de la diferenciación entre tecnología de poder y tecnología del yo. De este señalamiento lo decisivo para la investigación está en los cruces que hay entre tecnologías basadas en una moral de código y tecnologías de cuidado de sí. Si no fuera por la existencia de estos cruces, no sería posible pensar la urbanidad como tecnología modelizante. En ese sentido, puede verse cómo, de cierto modo, la urbanidad puede ser, en algunos momentos de su puesta en práctica, un arte de la existencia cuyos enunciados requieren un ejercicio de interiorización. Allí hay unos puntos de cruce entre los palpables rasgos disciplinarios de la urbanidad y sus tenues rasgos de cuidado de sí. En ese orden de ideas, la apuesta argumentativa está en poner de presente esta posibilidad, pero sin renunciar a ver la urbanidad como una tecnología más que todo cercana a la disciplina.

A pesar de los logros mostrados anteriormente, la misma complejidad de la tecnología de la urbanidad no permite que en un solo trabajo se concrete y se solucione todo. Ello da lugar a pensar en los vacíos, dificultades y pendientes que, honestamente, también resultan ser características del estudio. Aquí, dos ejemplos.

Hay muchos datos con los que no se cuenta, a pesar de que se logró recaudar un buen material de archivo. Desafortunadamente, buena parte del material útil para la investigación no está ordenado en las bibliotecas y, además, puede que mucha información importante esté dispersa en distintas fuentes provenientes del siglo xix. Esta realidad hace difícil abarcar con mayor profundidad asuntos como la difusión de la urbanidad en el campo, en las haciendas y en territorios indígenas, de negros, etc. A pesar de eso, este estudio se preocupa por estos temas con las herramientas con las que cuenta y por eso habla de las inefectividades y también de las resistencias, que no son prácticas de libertad, sino tenues prácticas de liberación.

Queda abierta la puerta a pensar en un conjunto de reflexiones más acabadas acerca del presente de nosotros mismos. Los límites de esta indagación, los cuales se acotan en atención a la necesidad de afrontar el latente riesgo de que el trabajo progresara ad infinitum, implican una apuesta a pensar en el presente del archivo como tal. Esto se hizo en consonancia con los trabajos del mismo Foucault, quien no traslada, directa y necesariamente, sus análisis a una reflexión sobre su propio presente; pero deja elementos de juicio para una ontología de nosotros mismos. A pesar de eso, la investigación sí asume una justificación que hunde sus raíces en este presente, ya que las inquietudes que dieron lugar a este libro surgen es de la actualidad, asunto que fue puesto sobre la mesa de debate inmediatamente al comienzo de esta presentación y que es retomado en el primer capítulo y en las conclusiones.

Tras la investigación, se abre la posibilidad de emprender nuevos análisis de carácter filosófico sobre estos asuntos que antes fueron abordados, más bien, desde otras áreas del conocimiento. En ese sentido, la investigación logra una aplicación y una problematización de sus primeros hallazgos a partir de una metodología de trabajo filosófico propuesta por un autor en particular. Sin embargo, quedan, como en toda investigación, puntos que pueden seguir siendo trabajados y aspectos nuevos que pueden ser abordados a partir del marco teórico escogido o de otros marcos correspondientes a otros pensadores. Por lo pronto, se cumple con el propósito de abordar un caso aplicado por medio de un autor de la filosofía con el fin de plantear e intentar resolver ciertas preguntas. En otras palabras, el trabajo no se contenta con evaluar esas preguntas desde posibles respuestas, sino que también se preocupa por problematizar dichas respuestas para proporcionar elementos para una mayor discusión y proponer un debate mucho más fructífero. Allí entran elementos que giran alrededor de esas particularidades tan problemáticas y difíciles de analizar, como son las correspondientes a las mismas características del caso escogido.

Resta por aclarar que el presente libro conserva el formato para el cual fue ideado inicialmente. En su momento, este escrito surgió como una tesis para optar al título de magíster en filosofía. Por tal razón, el lector encontrará, en primer lugar, pasajes reconstructivos y de exégesis de la obra de Foucault. Se espera que esos acápites sean de valor para quienes no han ahondado en el pensamiento de este autor, pero, desde su disciplina, buscan encontrar en este a un texto que se sustente por sí solo y contenga todos los elementos necesarios para ser comprendido. En segundo lugar, y por la razón antes anotada, quien lea este trabajo encontrará aclaraciones y precisiones de carácter metodológico, las cuales se van reiterando en el correspondiente capítulo. Estas también buscan servir de andamiaje para la sostenibilidad y credibilidad del examen aplicado, que es el centro de la investigación.

Por último, se espera que este trabajo resulte en una guía y en un abrebocas para quien, desde la filosofía u otra ciencia humana, quiera continuar con los estudios que aquí se plantean. Como se dijo páginas atrás, la amplitud del tema escogido es tal que se hubiera corrido el riesgo de proponer una investigación ya demasiado extensa y, por tanto, de difícil manejo. Sin embargo, hay varios puntos de discusión que pueden tener un mayor desarrollo. Por ejemplo, la aproximación a la urbanidad a través del concepto de cuidado de sí es uno de ellos. Una de las afirmaciones centrales de este libro es que la urbanidad goza, más que todo, de rasgos disciplinarios. Esta apreciación no implica descartar rasgos de cuidado de sí en dicha tecnología productiva de subjetividad, al no haber fronteras estrictas entre disciplina y cuidado de sí. Tal asunto puede ser materia de futuras investigaciones. Otra opción puede ser la de analizar la dispersión de la urbanidad a partir de la noción de gubernamentalidad. Ambas cuestiones requieren acudir a otras de las obras de Foucault y a diferente bibliografía complementaria.

 

Identificación y localización de la urbanidad como archivo objeto de investigación filosófica

Este capítulo se ocupa de exponer los motivos histórico-críticos en los que se fundamenta la presente investigación, así como los criterios de ubicación del periodo seleccionado. Además, describe las precauciones teóricas tenidas en cuenta para la elaboración del trabajo genealógico que se desarrollará en los siguientes dos capítulos. Ello sobre la base de la enunciación de algunas apreciaciones exegéticas que resultan pertinentes sobre la obra de Michel Foucault, entendida como él mismo la comprendió, es decir, como una caja de herramientas para ser utilizada de forma práctica en otros trabajos. Finalmente, el capítulo presenta el archivo recopilado a instancias de este libro, no sin antes formular las preguntas específicas que se quieren responder por medio del estudio filosófico de tal archivo.

Punto de partida: el presente de nosotros-mismos

En el mundo contemporáneo se habla de la actual pérdida de los valores morales. Para algunos, la sociedad contemporánea ha dejado de interesarse por la virtud moral. Igualmente, se asegura que las normas de respeto hacia los demás ya no se siguen. Tal opinión parece fundamentarse en la violencia que rodea las relaciones interpersonales: tratos básicos, amistades, noviazgos y matrimonios resultan poco duraderos y cargados de conflictos; la convivencia en los espacios urbanos se torna difícil; los debates entre personas terminan en disgustos; el maltrato escolar, universitario, familiar, laboral, etc., cada vez alarma más a las personas. En fin, el ser humano contemporáneo parece estar asistiendo a variadas situaciones problemáticas que le han llevado a afirmar que los valores morales característicos de la sociedad de antaño se han perdido (Venté Lerma, 2014).

Esta afirmación conduce a una pregunta clave: ¿cuáles son esos valores que se perdieron? Estos, entre otros, son aquellos que propone la urbanidad1. Supuestamente, gracias a ellos, el trato entre las personas resulta amable y cordial. Además, toda relación humana permeada por la urbanidad se caracteriza por el respeto y la consideración, basada en el sacrificio por los demás y en la eliminación de toda forma de egoísmo (Jaramillo, 1942, p. 144).

Según esto, el sujeto que antiguamente era llamado bien educado, era el sujeto urbano, el cual conocía y practicaba sus deberes con Dios, su familia, sus semejantes, sus superiores y la patria. Igualmente, conocía y practicaba los modales adecuados para tratar de buena forma a los demás y, así, agradar. Ese sujeto sabía comportarse en cualquier espacio, en tanto conocía y practicaba los preceptos de buena conducta que eran exigidos en cada uno de estos. Igualmente, manejaba con destreza y pertinencia todo objeto que fuera puesto a su alcance en dichos espacios. La urbanidad parece reunir todo eso: el conocimiento y la práctica de los deberes morales2. Dentro de estos se halla el trato afable hacia los otros y el comportamiento preciso según el espacio, las personas que en este se encuentren y los objetos que estén a la mano para ser debidamente usados. La urbanidad parece ser un conocimiento que comprende todos esos ámbitos de la vida: quien es urbano es un buen ser humano; sabe comportarse; es de buen gusto; es admitido en sociedad.

Una solución que algunos han propuesto a la crisis moral de la sociedad contemporánea es volver a esos valores de la urbanidad. Si se implementa la urbanidad de nuevo, dicen, se está volviendo a la configuración de una sociedad “en orden, respetuosa y llena de principios” (Cruz Rodríguez, 2005, p. 23). Tal implementación partiría del establecimiento de una cátedra obligatoria de urbanidad, tal y como existía antes en las instituciones educativas. Para Cruz, una cátedra como esa es la solución “ante la constelación de excentricidades de la juventud contemporánea, a ver si por fin erradicamos la pernicia, la pereza, la altanería, el escándalo, la vagancia, el irrespeto, la atarvanería, la mediocridad” (Cruz Rodríguez, 2005, p. 23). Al respecto, en los últimos años, pueden verse varios proyectos de ley que propusieron crear una cátedra de urbanidad3. A ello se unen propuestas en el mismo sentido que han hecho candidatos a cargos de elección popular4.

De lo expuesto hasta el momento se derivan algunas observaciones preliminares cuyo contenido resulta inquietante: las fuentes consultadas en los párrafos anteriores aseguran que se está ante unos supuestos valores que la sociedad de tiempo atrás tenía y que la actual ya no tiene. Para dichas fuentes, tal carencia es grave y hace parte de la crisis en la que se vive hoy en día. Parte de la explicación de ese caos está en la falta de urbanidad de la que se padece en la contemporaneidad. Los sujetos de ahora ya no son como los de antes, que sí respondían obedientemente a los parámetros de comportamiento que la urbanidad consagraba en sus manuales, que hacían sin protestar lo que se les decía que hicieran. En cambio, los seres humanos de esta época no, lo cual es terrible. Por tanto, debe rescatarse la urbanidad para poder, en parte, hacer nuevamente viable la sociedad tal como lo era antes. De ello deja en la perplejidad no solo el contenido en mención, sino también la absoluta confianza en este y en los resultados que dejó en los colombianos del pasado.

Problema y pautas de método

Cabe preguntarse acerca de la importancia social de la urbanidad y qué ha hecho del sujeto como para que este confíe tanto en ella, hasta el punto de concebirla como una solución (externa) a problemas de “supuesta” carencia de moral (interna). Para tales efectos, es necesario partir por una primera definición y ubicación de la urbanidad en el tejido social. En el caso colombiano, la urbanidad se manifiesta en la difusión e implementación de sus enunciados por medio de manuales, una cátedra para la enseñanza de su prescriptiva y su puesta en práctica en diversos escenarios del tejido social. Durante gran parte de los siglos xix y xx se enseñó a las personas, mediante la urbanidad, cómo comportarse en distintos espacios de la vida social (la mesa; salones donde se llevaban a cabo reuniones sociales, visitas, bailes, banquetes, fiestas; teatros, templos, restaurantes, hoteles, trenes y barcos) e íntima (baño y habitación; en donde se estaba en soledad). Ello implica un conjunto de técnicas del manejo del cuerpo (extremidades, tronco, gestos faciales, cabello, voz y risa) y de ciertos objetos (cubiertos, cristalería, vestuario, cartas, tarjetas, tabaco, teléfono y cartera). Igualmente, formas particulares de relacionarse con los demás (saludos, conversaciones, correspondencia, acciones y reacciones). Dichos comportamientos son concebidos desde la urbanidad como correctos y a la vez como de buen gusto. De hecho, estos dos criterios parecen hallarse superpuestos e incluso confundidos; tanto así que las normas de urbanidad se presentan como prescripciones cuyo seguimiento asegura la aceptabilidad social y cuya vulneración da lugar al rechazo.

La gramática básica de la urbanidad está compuesta por cuerpos, partes del cuerpo y numerosos objetos, así como de relaciones entre los cuerpos y de los cuerpos con los objetos. La sintaxis comprende diversos espacios y tiene en cuenta la distribución de los cuerpos en esos espacios. En un nivel prescriptivo, la urbanidad se ocupa del comportamiento en esos espacios, lo cual va desde la forma correcta de presentarse en ellos hasta la regulación exhaustiva del momento indicado como oportuno para llegar, permanecer e irse y qué-decir, cómo-decirlo y qué-hacer en cada uno de estos instantes tan precisos. Esto se traduce en una meticulosa economía del tiempo, los objetos, las palabras y los gestos en diversos espacios en los cuales los sujetos se relacionan con objetos, entre sí y consigo mismos.

La economía del comportamiento establecida por la urbanidad se pliega en un sujeto que se vigila para que su conducta se adecúe a tal norma y para que otros también lo hagan. Por supuesto, este sujeto es vigilado por otros, quienes también se vigilan a sí mismos. Tal vigilancia se hace con base en fuertísimas convicciones morales y estéticas acerca de todo lo antes mencionado.

Ante estos primeros hallazgos tan indicativos, surge la pregunta acerca del marco teórico filosófico que es idóneo para analizarlos y problematizarlos. La respuesta, dada por los fenómenos que acaban de ser enunciados, está en la obra de Michel Foucault, en lo que se refiere a disciplina y cuidado de sí.

Antes de aplicar los conceptos acuñados por Foucault en su trabajo, debe pensarse si es o no posible el análisis de unas prácticas que ocurrieron en Colombia a la luz de un filósofo que no se ocupó del estudio de la realidad latinoamericana. Una razón, que resulta importante para esta investigación, la constituye la misma idea que dicho autor tiene sobre su trabajo. En Poderes y estrategias, el citado pensador considera su trabajo como una caja de herramientas. Ello implica comprender que su proyecto filosófico no busca construir un sistema, sino un instrumento para el análisis del sujeto, las relaciones de poder y las luchas que se comprometen alrededor de ellas. Dicha pesquisa, según él, solo puede hacerse a partir de reflexiones —por demás históricas en ciertos aspectos— sobre situaciones dadas (Foucault, [1981] 2001, p. 85). En otro texto, Los intelectuales y el poder, Gilles Deleuze, durante una entrevista con Foucault, dice lo siguiente: “Así es, una teoría es exactamente como una caja de herramientas. No tiene nada que ver con el significante [...] Es preciso que sirva, que funcione, y que funcione para otros, no para uno mismo” (Foucault, [1972] 1999, p. 107). En el mismo sentido, Foucault se pronuncia en Prisons et asiles dans le mécanisme du pouvoir. En dicho texto, él afirma que aspira a que sus libros sean “una especie de caja de herramientas donde otros pueden rebuscar para encontrar una herramienta que puedan utilizar como quieran en su propia área”. Luego, en el mismo texto, el filósofo francés dice: “No escribo para un auditorio, escribo para usuarios, no lectores” (pp. 523-524). En ese orden de ideas, el presente trabajo quiere hacer de la obra en referencia una caja de herramientas para analizar un conjunto de prácticas que presentan rasgos semejantes, aunque no iguales, a aquellas de cuyo estudio se ocupó el mencionado pensador.

A partir de las características iniciales de las prácticas relacionadas con la urbanidad surgen varios grupos de preguntas cuyas respuestas no son evidentes y que pueden abordarse a partir de los análisis hechos por Foucault. El primer grupo de preguntas gira alrededor del contexto en el que tales prácticas están localizadas. El segundo, en torno al concepto de disciplina, ya que se ha evidenciado preliminarmente una suerte de intención de estas prácticas por moldear un cuerpo individual de acuerdo con un conjunto de presupuestos. El tercero trata acerca de las calidades que reúnen dichos presupuestos en términos de régimen de verdad sobre el sujeto que se proponen producir. El cuarto se dirige a investigar si es suficiente ver la urbanidad como una práctica disciplinaria o si sus características van más allá como para poder hablar o no de cuidado de sí. Finalmente, el quinto grupo de preguntas busca indagar por la vigencia de los enunciados de la urbanidad con el paso del tiempo a través de su poder de actualización y la eficacia de su aplicación en el tejido social. Como ya se ha anunciado, estas preguntas se responderán a través de un ejercicio de filosofía aplicada que tome como base las herramientas conceptuales y metodológicas que proporciona el trabajo de Michel Foucault.

Antes de abordar los cinco frentes propuestos habrá que presentar los conceptos pertinentes en la primera sección de la segunda parte y al comienzo de la tercera parte. La presentación conceptual se acompañará de aproximaciones al problema a trabajar con el fin de ir precisando la hipótesis general y establecer la cadena argumentativa que conecta las dos partes que componen el presente texto. Ello resulta vital para entender que el archivo, que será abordado en el presente capítulo, supone un contexto muy específico y que, al cambiar de contexto, cambia la dinámica del archivo. En todo caso, a lo largo del texto podrán encontrarse aproximaciones conceptuales que cumplan los propósitos anteriormente señalados.

 

El segundo capítulo examina un primer grupo de inquietudes que giran alrededor del espacio-tiempo en el que emergieron y circularon las prácticas asociadas con la urbanidad. En realidad, toda práctica tiene una referencia espacio-temporal específica, lo que indica que los sujetos producidos por la urbanidad no son universales ni ahistóricos. Ello implica estudiar las condiciones que rodearon e incidieron en el conjunto de prácticas que inspiran la presente investigación.

En pocas palabras, este trabajo retoma el consenso de los historiadores acerca de que en la época en la que está focalizada la urbanidad en Colombia, la segunda mitad del siglo xix, se estaba construyendo el Estado-nación. Esto último quiere decir que el contexto en comento se interpretará desde la mirada del paso de la Colonia al Estado independiente, lo cual implica terminar este estudio justo en la época en que Colombia empezó su proceso de modernización. Lo anterior lleva a preguntarse lo siguiente: ¿cómo surge la urbanidad en el contexto señalado? ¿Qué papel piensan los sujetos que la urbanidad va a cumplir en ese proyecto de construir un Estado-nación? ¿Qué rol cumplen las nacientes instituciones jurídico-políticas en la proliferación de los enunciados de la urbanidad? ¿Indicará ese papel que la urbanidad fue una iniciativa puramente de Estado? ¿Cuál es el papel que cumple en ese mismo sentido la naciente élite colombiana? ¿Qué relación tiene la urbanidad con la construcción de dicha élite?

El ámbito general de las respuestas encontradas en la primera parte es el del proyecto civilizatorio. En efecto, podría afirmarse que la urbanidad busca producir sujetos que se comporten de acuerdo con ciertos parámetros. Dichos parámetros son concebidos como los correctos desde la urbanidad misma. Tal noción de lo correcto está asociada a una concepción de sujeto ideal. Ese concepto de sujeto ideal está construido alrededor de la idea de sujeto civilizado. A este se opone el incivil, el cual es el modelo de no-sujeto, en tanto no-ideal e incorrecto. De ese modo, el civil hace y es lo que se necesita para que él mismo y los demás lo consideren apto para vivir en sociedad, mientras que el incivil hace y es todo lo opuesto, por lo que es declarado no apto. Por cierto, ese cuerpo no apto aprenderá a pensar eso de sí mismo a través de la forma como se comprende a sí mismo y de su obediencia al sujeto civilizado. En ese sentido, el propósito global que se puede ver en la urbanidad es el de civilizar a los colombianos y de excluir del proyecto de Estado-nación a los individuos y grupos que no se acompasen con ese propósito de civilización.

Las preguntas para contestar en el tercer capítulo son más puntuales y, si bien no es posible responder a todas ellas en detalle, cabe dejar constancia de su pertinencia problemática para el desarrollo de cada apartado.

El primer grupo de preguntas tiene que ver con la propuesta de enfocar el estudio de la urbanidad desde el concepto de disciplina propuesto por Foucault (parte 2, capítulo 3). ¿En qué consisten tales parámetros de acuerdo con los cuales debe comportarse el sujeto, según la urbanidad? ¿Dónde y cómo se aprenden? ¿Cómo se ponen en práctica? ¿En qué espacios resultan implementados? ¿Qué efectos producen en quienes resultan objeto de ellos? ¿Pueden estos parámetros y las prácticas que los fijan en las personas comprenderse como una disciplina? Si es así, ¿cómo distribuye esta disciplina los cuerpos en esos espacios?, ¿cómo controla su actividad?, ¿cómo los vigila, examina y, en ese orden de ideas, clasifica, califica y declara aptos y no aptos?

El segundo grupo de preguntas atañe a la urbanidad como formación de una verdad que le impone al sujeto una forma de pensarse a sí mismo y a los demás (parte 3, capítulo 3). ¿Es la de civilidad una idea de normalidad y la de incivilidad de anormalidad? ¿Pretende la urbanidad constituirse, a partir de sus presupuestos, en un régimen de verdad sobre el sujeto? ¿De qué elementos se compone el saber que resulta siendo ese régimen de verdad? ¿Cuál es el papel de la moral en ese saber? ¿Cómo absorbe la urbanidad el discurso propio de la moral? ¿Por qué resulta la urbanidad siendo un asunto de preocupación moral? ¿Constituye la urbanidad un código moral, tal como lo entiende Foucault?

El tercer grupo apunta a pensar la urbanidad desde el cuidado de sí. ¿Es suficiente el concepto de disciplina para analizar la urbanidad? ¿Puede cruzarse la disciplina con el cuidado de sí? ¿Son asuntos completamente separados? ¿Qué características tiene la urbanidad que puedan ser vistas desde el cuidado de sí? ¿Qué otras formas de subjetivación, en términos de relaciones cultivadas del sujeto consigo mismo, están implicadas en la producción de ciertas subjetividades, identidades y formas de ciudadanía en las que tuvo que ver la tecnología de la urbanidad? ¿Qué papel tiene la mujer en la urbanidad como receptora y transmisora de sus enunciados? ¿Puede verse tal papel en términos de cuidado de sí?

El cuarto grupo versa sobre la vigencia y eficacia de la puesta en práctica de los enunciados de la urbanidad (parte 4, capítulo 3). ¿Se transforma la urbanidad con el paso del tiempo o permanece estática? ¿Cómo se dan esas eventuales transformaciones? ¿Cómo cambia la prescriptiva propuesta por la urbanidad? ¿Es posible infringir dicha prescriptiva? Si ello es así, ¿cómo? ¿Penetra tal conjunto de prescripciones todo el tejido social colombiano? ¿Cómo lo penetra? ¿Qué excepciones hay a la circulación de los enunciados de la urbanidad? ¿Es posible pensar en prácticas de resistencia a la urbanidad? ¿Cuáles serían estas y en qué consistirían? ¿Qué otras formas de subjetivación podían eventualmente resistirse a los efectos sujetantes de estas técnicas de poder disciplinario? ¿Se pueden concebir otras formas de subjetivación en términos de prácticas de libertad o prácticas de liberación?

Como aproximación metodológica debe decirse que los análisis que Foucault hizo durante los años setenta corresponden a un método particular de trabajo llamado genealogía. Esta puede concebirse básicamente como un modo de abordar el conocimiento histórico. Sin embargo, su propósito no es hacer historia5, en tanto investigación sobre hechos pasados; más bien, la genealogía toma la historia como herramienta que sirve para otros tipos de análisis, aunque estos tengan implicaciones históricas. Muestra de ello es precisamente el papel que la investigación histórica cumple en Vigilar y castigar. En dicho trabajo, la historia de la prisión es un instrumento que sirve para el análisis particular del sujeto que emerge de ciertas prácticas disciplinarias. En otros términos, el análisis histórico se hace con el fin de estudiar al sujeto que ha sido producido en virtud de la implementación de esas prácticas. Así, la genealogía es empleada por Foucault con un fuerte sentido crítico, en tanto logra mostrar las implicaciones de prácticas que todavía tienen lugar en la sociedad. Es en ese último sentido que, precisamente, Foucault ve la genealogía como historia del presente. No se trata de entender el pasado como tal, sino de entender el presente desde las particularidades que se pueden encontrar en este a partir del análisis de ciertas prácticas. Así, el análisis de dichas transformaciones, de su procedencia y de sus condiciones de emergencia da pistas que permiten avizorar al sujeto que ha resultado producido por unas prácticas determinadas.