Free

Paz decolonial, paces insubordinadas

Text
Mark as finished
Font:Smaller АаLarger Aa

6.7 ACUERDO DE PAZ, IMPLEMENTACIÓN Y RECONFIGURACIÓN DE LA GUERRA (2014-HASTA LA ACTUALIDAD)

El inicio de los diálogos entre el gobierno de Juan Manuel Santos y las FARC-EP en 2012 cambió la temporalidad de la guerra. Fue la paz liberal (binomio seguridad-desarrollo) la que colocó el compás en los territorios. El desescalamiento de la guerra se vio reflejado en el descenso del número de homicidios, mientras integrantes de la FARC-EP se concentraron en 2017 en la Zona Veredal Transitoria de Normalización del corregimiento La Carmelita.

Desde 2011 hasta 2017, el departamento se caracterizó por ser un núcleo de coexistencia entre grupos armados; sin embargo, este escenario se fue transformando cuando el vacío dejado por las FARC empezó a ser de interés para otras estructuras armadas. En un principio se dio un fortalecimiento y expansión de La Constru con el manejo del microtráfico. Luego las comunidades empezaron a referenciar la llegada de grupos armados de los que desconocían su procedencia, pero advertían su interés en controlar el narcotráfico. Hacia 2018 empezaron a llegar y a consolidarse grupos disidentes de las FARC de los frentes 1 (Puerto Leguízamo y Puerto Guzmán); 49 (en la frontera con Caquetá); 62 (entre Puerto Guzmán y Mocoa), y 48 (con presencia en la frontera con Ecuador sobre el río San Miguel y Putumayo) (Fundación Ideas Para la Paz [FIP], 2019, p. 25).

En noviembre de 2016, en el Teatro Colón, a miles de kilómetros del bajo Putumayo, se instaló una promesa que era transmitida por los televisores y la radio. La firma del final del conflicto armado entre FARC-EP y el Estado se convirtió en una nueva fractura temporal que avizoró tiempos de desarrollo y paz para la región. Sin embargo, la salida de las FARC-EP del territorio generó tres consecuencias claras: 1. desregulación de la compra y venta de la coca, 2. aumento de la delincuencia común y 3. expansión de las estructuras criminales, como La Constru.

El acuerdo de La Habana, como promesa jurídico-política, abrió la posibilidad de participación para la construcción de planes de desarrollo desde las realidades locales para la transición hacia una paz estable y duradera Estos fueron denominados Programas de Desarrollo con Enfoque Territorial (PDET), a partir del enfoque de paz territorial. En el departamento del Putumayo nueve municipios, entre los que se incluyen todos los del bajo Putumayo, hacen parte de este escenario de participación política, de construcción/disputa del estado desde los territorios, a través de la construcción de Pactos Municipales y Planes de Acción para la Transformación Regional (PRAT), que posteriormente constituirán la base de los 16 PDET regionales para los próximos diez años, a partir de 2020. No obstante, el contexto regional sigue evidenciando la precaria y burocrática infraestructura institucional para su organización, sumado a las dificultades financieras para su construcción, el desconocimiento de las historias locales de participación y el asesinato selectivo de líderes comunitarios locales en la región y en todo el país, que suman en el periodo del 1 de enero 2016 al 20 de mayo de 2019, el número de 738, de los cuales 35 pertenecen al departamento del Putumayo y varios de ellos impulsores de PNIES (Indepaz, 2019).

Este nuevo contexto, acompañado de la permanente dificultad de la presencia institucional estatal, las serias dificultades para la implementación de lo acordado en La Habana, derivadas del desconocimiento del proceso de paz por parte del gobierno de Iván Duque (2018-2022), y el tiempo neoliberal instalado por los intereses globales en este territorio, presentan un panorama denso y complejo que no cabe en los marcos interpretativos convencionales de la guerra y la paz, unas novísimas guerras (Moura, 2010). Requiere, por ende, de la artesanía intelectual colaborativa con las comunidades para re-inventar estas temporalidades, discursos y arquitecturas que diseñan una paz para los intereses globales con la ficción de la participación local como forma de legitimación.

El pasado 26 de junio de 2019 la Sijin de la policía capturó a Miguel Ángel Bastidas, alias “Gárgola”, líder de La Constru, junto a quince de sus integrantes más importantes. Este golpe a la estructura financiera y militar de esta organización, articulado con el Clan del Golfo, el Cártel de Sinaloa y la mafia de Albania, abrió un nuevo tiempo de reorganización de la guerra en el territorio del bajo Putumayo.

Hasta 2010, según informaron las autoridades en su momento, La Constru no pasaba de tener 30 integrantes, todos desmovilizados de los paramilitares. Para 2015, la cantidad de miembros se había cuadruplicado: eran casi 130, todos jóvenes entre 18 y 25 años que habían llegado incluso de regiones lejanas como Córdoba y en Putumayo se volvieron sicarios o jíbaros, por un salario que no pasaba del millón de pesos. Las autoridades esperan que este sea el fin de La Constru, pero en el mundo del narcotráfico abundan los ejemplos de que las capturas no siempre llevan a los carteles a su fin. (El Espectador, 2019)

Esta temporalidad se encuentra abierta, en puntos suspensivos, con el compás de la promesa transicional hacia una paz estable y duradera y el telón de fondo de una vieja guerra o una novísima guerra en el ensamble de una paz narco-liberal.

6.8 ULTIMA ESCENA: REFLEXIONES FINALES PARA INSURRECCIONAR LA PAZ (EN PUNTOS SUSPENSIVOS)

San Miguel, en el bajo Putumayo, permanece atravesado por cuatro correlatos fundamentales para imaginar la paz en la fractura temporal de esta transición: las colonizaciones, la coca, la guerra y los proyectos neoextractivos globales.

Las colonizaciones. Los diferentes procesos de colonización han marcado la dinámica social, económica y cultural de esta región. Han establecido nuevos tiempos, espacios y lenguajes para habitar la cotidianidad. Son tiempos veloces, extractivos, en su mayoría, espacios de tránsito o no lugares, lenguajes sin un proyecto común articulador. Las colonizaciones devienen violentas y saqueadoras desde su concepción original, sin embargo, en el bajo se establecen ambivalentes, agonísticas, porque estas colonizaciones no solo han traído muerte, saqueo o dolor, también han traído vida, fiesta y nuevas formas de organizar lo comunitario.

Esta coexistencia establece nuevos órdenes de convivencia, de arraigo y de configuración de identidades de quienes están de tránsito, de quienes deciden quedarse y de quienes han vivido ancestralmente. La construcción de un proyecto común, fracturado o incentivado por los diferentes procesos de colonización, se convierte en un desafío para la imaginación de la paz, en donde quepan los diferentes relatos dejados por cada proceso de colonización, y no solo de la historia reciente, sino por el contrario, en la forma de articulación con la historia colonial, en donde esta pluralidad y diversidad estructural que configura este territorio posibilite paces otras.

La coca. El reconocimiento de su condición de ancestralidad y de renglón significativo de la economía del bajo Putumayo es fundamental para comprender este territorio. Se hace necesaria una mirada que asuma la responsabilidad de la violencia estatal ejercida sobre este territorio desde siglos, en la que la marginalización estructural ha impedido el desarrollo agrícola, ganadero o de otros renglones de la economía y su articulación con un proyecto colectivo nacional. En concordancia con lo anterior, el cultivo de coca se convirtió, durante décadas, en la identidad y forma de sobrevivencia de los campesinos y colonos que transitaron o se asentaron en estos territorios.

Así mismo, el reconocimiento del abandono estatal también permite la configuración de una política antidrogas que supere la visión conservadora de la prohibición y que avance en la comprensión de la legalización y formas de erradicación comunitarias consensuadas, así como en las garantías para el establecimiento de circuitos de producción y comercialización para otras economías, con posibilidades de inserción para todos los sectores de la población, que deslegitime socialmente el cultivo ilícito de la coca.

La guerra en el bajo como novísima guerra. Comprender la temporalidad actual del bajo Putumayo como novísima guerra es comprender las nuevas dinámicas que el presente transicional establece, que no están en los marcos analíticos tradicionales y que requieren una flexibilidad para aprehender la reticularidad y diversidad de su formación, sin olvidar sus conexiones con el pasado. En términos de Moura (2010), las novísimas guerras se caracterizan por un sistema político que intenta responder a las expectativas de la globalización, aun sin tener capacidades locales para cumplirlas, particularmente en los márgenes del estado. Los objetivos de la guerra son la inserción en economías paralelas o ilegales transnacionales. Los tipos de ejército son estructuras criminales delincuenciales en forma de cárteles o mafias, con facciones armadas y alianzas internacionales. La técnica militar se caracteriza por el uso diseminado de armas ligeras y de fuego, así como el control de micro territorios urbanos y la coacción y cultura de la violencia. La economía de la guerra está marcada por un conjunto de economías de guerra informales y el tráfico de drogas, armas y seres humanos. Finalmente, se establecen como espacios de guerra las áreas urbanas y las diseminadas márgenes del estado.

Estas novísimas guerras no están –no caben- en los acuerdos de paz de La Habana; requieren de una comprensión y tratamiento diferentes, unas paces que se articulen a esta fractura, a las velocidades y reticularidad de los actores de estas guerras y sus mutaciones. Habría que escudriñar las formas de habitar que las comunidades de estos territorios han construido para sostener la vida desde antes y hasta hoy.

 

Diseño global neoextractivista. La fase actual del capital establece una nueva forma de la acumulación; la vida está amenazada y las expulsiones se intensifican en todas las escalas (Sassen, 2015). El territorio del Putumayo, como los hemos descrito, es y ha sido un espacio geopolíticamente estratégico para la extracción de materias primas y bienes comunes, de allí que la paz en estos márgenes se convirtiera en una necesidad geoeconómica global para capitales transnacionales.

Así, en un territorio en donde convergen comunidades indígenas ancestrales, carteles con control local y alianzas globales, disidencias guerrilleras, capitales trasnacionales corporativos, agencias de las Naciones Unidas y de cooperación internacional para la ayuda humanitaria, campesinos cocaleros y campesinos minifundistas, colonos, raspachines, comerciantes y fuerzas militares, pensar la paz imperfecta en el formato liberal global se convierte en conveniente para los intereses de los poderes locales y trasnacionales, pero no para la comunidades en resistencia que han habitado en estas márgenes.

La política de representación moderno-colonial instalada con las misiones católicas y reinscrita con las misiones caucheras, de territorio salvaje e indomable, se actualizan una y otra vez bajo estos correlatos, a través de los medios de comunicación y la producción académica que desde el centro se realiza sobre estos territorios, y que, en consecuencia, configuran el destino social de territorios de excepción, donde no existe “orden”, y el binomio seguridad-desarrollo es su única respuesta.

La seguridad internacional, luego de 11-S afianzará el paradigma postpositivista, realista, neoconservadurista y neoinstitucionalista de los estudios de paz hegemónicos y la receta ejecutada y promulgada por los organismos internacionales en cabeza de la Naciones Unidas será: Liberalización, institucionalización y democratización como claves para la seguridad democrática y económica mundial. (Jaime-Salas, 2019 p. 141)

Este modelo de paz liberal, que ha pretendido instalarse en los territorios en la forma de colonialidad del saber/poder y del ser, en su forma estadocentrica realista-liberal (Mateos, 2013), es desbordado por las complejidades de los territorios, como el bajo Putumayo, y su pretensión de mejoramiento paradójicamente conlleva la agudización de las conflictividades existentes (Duffield, 2004; Moura, 2010; Richmond, 2009, 2011a, 2013; Joshi et al., 2014; Richmond y Mac Ginty, 2014).

De esta manera se instala un proceso de destemporalización, desterritorialización y desubjetivación de las formas de habitar la vida y la muerte en función del proyecto de paz liberal, el cual produce temporalidades, espacios y un tipo de sujeto en la forma de un ensamblaje glolocal o como forma de gobierno de las poblaciones (Blanco de Freitas, 2013; Sassen, 2010; Duffield, 2004).

Es decir, se establece la paz como una forma de gobierno glolocal y proyecto civilizatorio que coloca en tensión permanente las formas de habitar el mundo de quienes, por décadas, antes y después de los procesos de paz formalizados, han existido y re-existido en estos territorios y, por ende, se reinscribe sobre sus cuerpos, lenguajes y espacialidades la condición “salvaje”, de “excepción”, que justifica moral y políticamente su permanente intervención.

Estos correlatos, con estas tensiones glolocales, nos invitan a la insurrección de la paz virtual de los Estados (Richmond, 2009, 2011a), a la reinvención de las paces, a la imaginación del porvenir desde estos márgenes, por fuera del estado, desde la nuda vida que re-existe a diario, desde otras temporalidades, territorialidades, epistemes y ciudadanías/cuerpos que nos permitan comprender la fractura colonial y las continuidades de la larga duración, para poder habitar los territorios y cuidar la vida.

Otras temporalidades. Los tiempos de la paz liberal son los del capitalismo, de su fase actual neoliberalizada. Un tiempo lineal, homogéneo, vacío, que instala una promesa de futuro y cuya velocidad desborda las condiciones para su implementación. Se requieren otras temporalidades acordes a las formas de vida de quienes habitan los márgenes del estado, en la forma de slow peace (paz lenta) (Lederach, 2017, 2019). Una temporalidad situada y encarnada, que reconozca las formas de habitar el mundo de la vida. Que no fracture y admita las continuidades de las violencias y, por lo tanto, desnaturalice y des-idealice la paz como único relato civilizatorio futuro, homogéneo y lineal, y lo comprenda en su multiplicidad temporal (paces).

Territorialidades/naturaleza. En la región del bajo Putumayo el agenciamiento de la naturaleza ha sido neural en las temporalidades de la guerra y las colonizaciones, por ende, reconocer sus derechos en la construcción de paces es fundamental tanto para insurreccionar la paz liberal, como para superar las ontologías individuales y entenderlas en la forma de ontología relacional, es decir, la naturaleza y las comunidades como una única continuidad entrecruzada.

Epistemes otras. La necesidad de reconocer epistemes otras se convierte en fundamental para leer las paces en los márgenes del Estado, desde una ecología de saberes que redunde en acción opuesta a la injusticia histórica derivada del colonialismo y el patriarcado; la sexual, resultado de la homofobia y la ginefobia; la étnico-racial, producto del racismo y la xenofobia; la intergeneracional, dirigida hacia los jóvenes; la económica, siempre presente y relativa, relacionada con la distribución de la riqueza; y la cognitiva, dirigida contra la sabiduría popular en nombre del monopolio de la modernidad, denominado ciencia (Santos, 2009, 2017, 2019). Una ecología de saberes que es una contra-epistemología al proceso des-civilizatorio (Jaulin, 1979) que niega al sujeto víctima de la dominación moderno-colonial que no cesa.

El “paradigma otro” es, por ejemplo, de una pertinencia grande en el caso colombiano, ya que busca pensar desde la “diferencia colonial”, develando una multiplicidad de historias que fueron negadas por la violencia sistemática y la colonialidad del ser (Restrepo y Rojas, 2010, p. 163). En este sentido, lo histórico cobra importancia aquí: la educación decolonial, así como las paces decoloniales, deberían orientarse hacia una toma de conciencia desde este mismo proceso histórico, es decir, que la víctima de la violencia misma busque formas de dejar de ser víctima de la modernidad/colonialidad en el ámbito político (Dussel, 2002, p. 431). En definitiva, en lo práctico, la teoría decolonial nos permite cuestionar las certezas del sujeto moderno y su fundamento político en la empresa colonial/moderna para “poder acceder a la realidad negada del Otro como realidad más allá del Ser moderno” (Bautista, 2014, p. 24). En la praxis de la paz, la decolonialidad significa una ética de lo cotidiano, a favor de las personas que han sido excluidas de los procesos de globalización y que han vivido procesos constitutivos violentos: “Por ello la materialidad de la que se habla en esta ética de la liberación, es la materialidad de la ‘corporalidad viviente’ del sujeto humano, en este caso, de la víctima, desde donde se puede cuestionar con sentido el sistema de la dominación moderna. (Bautista, 2014, p. 41; Anctil-Avoine y Paredes Saavedra, 2018, p. 331)

Otras formas de habitar/ciudadanías radicales. La exposición permanente al terror trae consigo procesos de naturalización e indefensión frente a la guerra, así mismo, fractura las formas de organización comunitaria y el sentido de comunidad como horizonte ético y político. Sin embargo, estas situaciones límite también posibilitan que emerjan nuevas formas de existencia, de reinvención de la esperanza; maneras nuevas de habitar la vida en la cotidianidad, de configurar radicalmente la ciudadanía en los márgenes y de construir soberanías populares para la sostenibilidad/cuidado de la vida (Martín-Baró, 1990; Das, 2008; Cancimance, 2012; Jaramillo et al., 2018). Estas maneras aún permanecen en el silencio, ensombrecidas y negadas bajo la forma hegemónica del sujeto neoliberal contemporáneo “emprendedor de sí mismo” (hombre-urbano-blanco-burgués), que traen consigo los proyectos de paz liberal. Por lo tanto, insurreccionarlas y reconocerlas como parte ontológica de la construcción de paz desde abajo, desde los tiempos y epistemes de los territorios, sigue siendo el desafío del presente en la fase actual de reorganización del capital y transicional de la gubernamentalidad pacífica.

De esta manera y en puntos suspensivos, con más preguntas que certezas, con más abismos que planicies, abrimos esta reflexión desde una de las márgenes del estado, para problematizar la paz liberal de este presente y reinventar las paces por fuera del estado, como política del cuidado de la vida en los territorios, o en palabras del líder indígena Siona, participante del programa de Educación comunitaria, “porque uno no solo nace para vivir, sino para servir, defendiendo lo que nos sirve para vivir bien”.

BIBLIOGRAFÍA

Agamben, G. (2006). Homo Sacer. El poder soberano y la nuda vida. Pretextos.

Álvarez, E., Llorente, M., Cajiao, A., y Garzón, J. (2017). Crimen organizado y saboteadores armados en tiempos de transición. Fundación Ideas para la Paz (FIP).

Anctil-Avoine, P., y Paredes Saavedra, N. (2018). Pensar la construcción de paces en Colombia: La (ir)relevancia teórico-práctica de la decolonialidad. Análisis, 50, 317–335.

Arboleda-Quiñonez, S. (2016). Plan Colombia: descivilización, genocidio, etnocidio y destierro afrocolombiano. Nomadas, 45, 75–89.

Bartra, R. (2012). El mito del Salvaje. Fondo de Cultura Económica.

Blanco De Freitas, R. (2013). Peace as government: The (bio)politics of state-building (Tesis doctoral). Universidad de Coímbra. Coímbra, Portugal.

Bordieu, P., y Passeron, J. C. (1996). La reproducción. Elementos para una teoría del sistema de enseñanza. Distribuciones Fontamara.

Braudillard, J. (1978). Cultura y simulacro. Kairós.

Cancimance, A. (2013). “Aquí solamente vivimos los guapos”: prácticas para habitar espacios de muerte en Putumayo, Colombia. Maguaré, 27(1), 159-193. Recuperado desde https://revistas.unal.edu.co/index.php/maguare/article/view/43231

Casement, R., Chirif, A., y Belaunde, L. (2012). Libro Azul Británico: informes de Roger Casement y otras cartas sobre las atrocidades en el Putumayo. Centro Amazónico de Antropología y Aplicación Práctica, Grupo Internacional de Trabajo sobre Asuntos Indígenas.

Castillejo, A. (2017). Introducción. Dialécticas de la fractura y la continuidad: elementos para una lectura crítica de las transiciones. En A. Castillejo (ed.), La Ilusión de la justicia transicional: perspectivas críticas. Universidad de los Andes.

Centro Nacional de Memoria Histórica, y Dirección de Acuerdos de la Verdad. (2014). Nororiente y Magdalena medio, llanos orientales, suroccidente y Bogotá D.C. Nuevos escenarios de conflicto armado y violencia. Panorama posacuerdos con AUC. CNMH.

Centro Nacional de Memoria Histórica. (2012). El Placer. Mujeres, coca y guerra en el bajo Putumayo. CNMH.

Centro Nacional de Memoria Histórica. (2014). Putumayo: la vorágine de las caucherías. Memoria y testimonio Primera parte. CNMH.

CNRR-Grupo de Memoria Histórica. (2011). La masacre del Tigre. Un silencio que encontró su voz. CNMH.

Das, V. (2008). Veena Das: sujetos del dolor, agentes de dignidad. Instituto Pensar, Centro de Estudios Sociales (CES), Universidad Nacional de Colombia.

Das, V., y Poole, D. (2008). El Estado y sus márgenes. Etnografías comparadas. Cuadernos de Antropología Social, (27), 19–52.

Decreto Ley Número 896 de 2017 Por el cual se crea el Programa Nacional integral de Sustitución de cultivos de uso ilícito-PNlS. (2017, 29 de mayo) Presidencia de la República.

Duffield, M. (2004). Las nuevas guerras en el mundo global. La convergencia entre desarrollo y seguridad. Catarata.

El Espectador. (2019). Alias “Gárgola”, el jefe de La Constru que se habría colado en la JEP. El Espectador. https://www.elespectador.com/noticias/judicial/alias-gargola-el-jefe-de-la-constru-que-se-habria-colado-en-la-jep/

 

Fundación Paz y Reconciliación. (2014). Departamento del Putumayo. Bogotá.

González, F. (2011). A modo de Síntesis. En J. Restrepo, T. Vásquez, y A. Vargas (eds.), Una vieja guerra en un nuevo contexto. Conflicto y territorio en el sur de Colombia. Editorial Pontificia Universidad Javeriana.

González, F. (2015). Poder y violencia en Colombia. Cinep.

Indepaz. (2019). Informe parcial líderes y defensores de DDHH asesinados en Colombia 2016-2019. Indepaz.

Instituto KROC. (2019). Tercer informe sobre la implementación del Acuerdo de Paz: La implementación sigue progresando. Instituto KROC.

Jaime-Salas, J. (2019). Descolonizar los Estudios de Paz un desafío vigente en el marco de la neoliberalización epistémica contemporánea. Revista de Paz y Conflictos, 12(1).

Jaramillo Marín, J., Castro-Herrera, F., y Ortiz Gallego, D. (2018).Instituciones comunitarias para la paz en Colombia. Editorial Universidad Nacional de Colombia.

Jaulin, R. (1973). La paz blanca. Introducción al etnocidio. Editorial Tiempo Contemporáneo.

Jaulin, R. (1979). La des-civilización. Política y práctica del etnocidio. Nueva Imagen.

Joshi, M., Lee, S., y Mac Ginty, R. (2014). Just how liberal is the liberal peace? International Peacekeeping, 21(3), 364-389. https://doi.org/10.1080/13533312.2014.932065

Lederach, A. (2017). The campesino was born in the campo: A multispecies approach to territorial peace. American Anthropologist, 119(4), 589–602.

Lederach, A. (2019). “Feel the grass grow”: The practices and politics of slow peace in Colombia. University Notre Dame.

Machado-Aráoz, H. (2010). La “naturaleza” como objeto colonial. Una mirada desde la condición eco-bio-política del colonialismo contemporáneo. Boletín Onteaiken (10), 35–47.

Machado-Aráoz, H. (2012). Los dolores de nuestra América y la condición neocolonial. Extractivismo y biopolítica de la expropiación. OSAL.

Machado-Aráoz, H. (2013). Orden Neocolonial, extractivismo y ecología política de las emociones. RBSE – Revista Brasileira de Sociologia da Emoção, 12(34), 11–43.

Martín-Baró, I. (1990). Psicología social de la guerra: trauma y terapia. UCA Editores.

Mateos, O. (2013). Desfragmentando el consenso de la construcción de paz liberal: Un análisis a partir de Sierra Leona y la reforma del sector de seguridad. En I. Ruíz Giménez (ed.), El sueño liberal en África subsahariana. Debates y controversias sobre la construcción de la paz (pp. 150-187). Catarata.

Mazzoldi, G., Huertas, R., Cuesta, I., y Tobo, P. (2019). Territorio, seguridad y violencias basadas en género en Puerto Asís. Fundación Ideas para la Paz (FIP).

Mbembe, A. (2011). Necropolítica. Melusina.

Moura, T. (2010). Novíssimas guerras: espaço, identidades e espirais da violência armada. Almedina.

Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito. (2019). Colombia. Monitoreo de territorios afectados por cultivos ilícitos 2018. Unodc.

Ramírez, M. C. (2001). Entre el estado y la guerrilla: Identidad y ciudadanía en el movimiento de los campesinos cocaleros del Putumayo. Icanh.

Ramírez, M. C. (2017). Las conversaciones de paz en Colombia y el reconocimiento de los cultivadores de coca como víctimas y sujetos de derechos diferenciados. Canadian Journal Of Latin American And Caribbean Studies / Revue Canadienne Des Études Latino-Américaines Et Caraïbes, 42(3), 350-374.

Ramírez, R. (2016). Putumayo: análisis de conflictividades y construcción de paz (p. 106). Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo.

Richmond, O. (2009). Liberal peace transitions: Between statebuilding and peacebuilding. Edinburgh University Press.

Richmond, O. (2011). A post liberal peace. Routledge.

Richmond, O. (2011). Resistencia y paz postliberal. Revista Relaciones Internacionales, (16), 13-45.

Richmond, O. (2013). The local turn in peace building: A critical agenda for peace. Third World Quarterly, 34(5), 763–783.

Richmond, O., y Mac Ginty, R. (2014). Where now for the critique of the liberal peace? Cooperation And Conflict, 50(2), 171-189. https://doi.org/10.1177/0010836714545691

Rivera, J. E. (1924). La vorágine. Editorial Cromos.

Rúfer, M. (2016). El archivo. De la metáfora extractiva a la ruptura poscolonial. En (In)-Disciplinar la investigación: archivo, trabajo de campo y escritura (pp. 160–186). Siglo XXI Editores.

Sánchez, L. C., Vargas, A., y Vásquez, T. (2011). Las diversas trayectorias de la guerra: un análisis subregional. En T. Vásquez, A. Vargas, y J. Restrepo (eds.), Una vieja guerra en un nuevo contexto. Conflicto y territorio en el sur de Colombia (pp. 35–282). Editorial Pontificia Universidad Javeriana.

Santos, B. de S. (2009). Una epistemología del sur: La reinvención del conocimiento y la emancipación social. Siglo XXI, Clacso.

Santos, B. de S. (2017). Justicia entre Saberes. Epistemologías del Sur contra el epistemicidio. Morata.

Santos, B. de S. (2019). O fim do império cognitivo: a afirmação das epistemologias do Sul. Almedina.

Sassen, S. (2010). Territorio, autoridad y derechos De los ensamblajes medievales a los ensamblajes globales. Katz Editores.

Sassen, S. (2015). Expulsiones. Brutalidad y complejidad en la economía globa. Katz Editores.

Serge, M. (2011). El revés de la nación: Territorios salvajes, fronteras y tierras de nadie. Universidad de los Andes, CESO.

Taussig, M. (2002). Chamanismo, colonialismo y el hombre salvaje. Un estudio sobre el terror y la curación. Norma.

Torres-Bustamante, M. C. (2012). Coca, política y estado. El caso Putumayo 1978-2006 (Tesis de Maestría en Estudios Políticos). Universidad Nacional de Colombia. Bogotá, Colombia.

Vásquez, T., Restrepo, J., y Vargas, A. (eds.). (2011). Una vieja guerra en un nuevo contexto. Conflicto y territorio en el sur de Colombia. Editorial Pontificia Universidad Javeriana.

Vega-Cantor, R., y Martín, F. (2016). Geopolítica del despojo. Biopiratería, genocidio y militarización. CEPA.