Drácula

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From the series: Clásicos
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Drácula
Dracula
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Bitácora del “Demeter”. De Varna a Whitby

Escrito el 18 de julio, están pasando cosas tan extrañas, que a partir de ahora mantendré un registro exacto de ellas, y así lo haré hasta que desembarquemos.

El 6 de julio terminamos de subir el cargamento de arena fina y cajas de tierra. Zarpamos por la tarde. Viento fresco proveniente del este. Tripulación: cinco manos… dos oficiales, un cocinero y yo (el capitán).

El 11 de julio al amanecer llegamos al Bósforo. Fuimos abordados por oficiales aduaneros de Turquía. Propinas. Todo en orden. Zarpamos nuevamente a las 4 p.m.

El 12 de julio cruzamos los Dardanelos. Más oficiales aduaneros y barco insignia del escuadrón de guardia. Más propinas. El trabajo de los funcionarios minucioso, pero rápido. Quieren que zarpemos rápidamente. Al amanecer pasamos el Archipiélago.

El 13 de julio pasamos por Cabo Matapán. La tripulación está a disgusto por algo. Parece asustada, pero no dicen por qué.

El 14 de julio. Me sentí inquieto por la tripulación. Todos son hombres tranquilos, con los que ya he navegado antes. El piloto tampoco pudo descifrar lo que sucede. Solo le dijeron que había ALGO a bordo, y se santiguaron. El piloto perdió los estribos con uno de ellos ese día y lo golpeó. Esperaba una pelea feroz, pero todo sigue tranquilo.

El 16 de julio. Por la mañana, el piloto reportó que uno de la tripulación, Petrofsky, estaba desparecido. No pudo dar más detalles. Anoche tomó guardia a babor a las ocho campanadas. Fue relevado por Amramoff, pero no fue a su camarote. Los hombres están más abatidos que nunca. Todos dicen que ya esperaban algo parecido, pero lo único que dicen es que hay ALGO a bordo. El piloto está cada vez más impaciente con ellos. Temo que surja algún problema más adelante.

El 17 de julio. Ayer, uno de ellos, Olgaren, entró a mi cabina y atemorizadamente me confió que pensaba que había un hombre extraño a bordo. Me dijo que durante su guardia se había resguardado detrás de la cámara de la cubierta, porque había una tormenta, cuando vio a un hombre alto y delgado, que no se parecía a ninguno de la tripulación, subiendo por la escalera de la cámara y caminando a través de la cubierta hasta desaparecer. Lo siguió cautelosamente, pero cuando llego a la proa no vio a nadie, y todas las compuertas estaban cerradas. Sintió un terrible pánico supersticioso, me temo que ese pánico se extienda a toda la tripulación. Para evitar esto, hoy registraré todo el barco cuidadosamente, de proa a popa.

Más tarde ese día, reuní a toda la tripulación y les dije que, como evidentemente estaban convencidos de que había alguien en el barco, haríamos una inspección de proa a popa. El piloto se enojó, me dijo que le parecía una locura, que ceder ante esas ideas tan absurdas desmoralizaría al resto de los hombres. Me aseguró que él se encargaría de mantenerlos en orden por la fuerza. Lo dejé a cargo del timón, mientras el resto llevaba a cabo una minuciosa inspección, manteniéndonos informados todo el tiempo y con la ayuda de linternas. Buscamos en todos los rincones. Como el único cargamento eran las grandes cajas de madera, no había recovecos donde se pudiera esconder un hombre. Los hombres estaban mucho más tranquilos cuando terminó la inspección, y regresaron a trabajar alegremente. El piloto puso mala cara pero no dijo nada más.

22 de julio.

Ha habido un clima terrible los últimos tres días, y todos están ocupados con las velas. No hay tiempo para el miedo. Parece que los hombres ya olvidaron sus temores. El piloto está de buen humor nuevamente y toda la tripulación está en buenos términos. Elogié a los hombres por su gran trabajo durante el mal tiempo. Pasamos Gibraltar y salimos por los Estrechos. Todo está en orden.

24 de julio.

Parece haber una especie de maldición sobre este barco. Ya habíamos perdido un hombre y, anoche, al entrar a la Bahía de Vizcaya con un clima terrible ante nosotros, otro hombre desapareció. Al igual que sucedió con el primero, terminó su guardia y no se le volvió a ver. Toda la tripulación está sumida en un pánico terrible. Me enviaron una petición firmada para solicitar guardias dobles, pues temen quedarse solos. El piloto está furioso. Temo que pueda haber problemas, ya que él o los hombres podrían ponerse violentos.

28 de julio.

Cuatro días en el infierno, balanceándonos como en una especie de remolino y vientos tempestuosos. Nadie ha dormido. Todos los hombres están exhaustos. Apenas pueden montar guardias, ya que nadie está en condiciones para hacerlo. El segundo oficial se ofreció a tomar el control del timón y hacer guardia, para que los hombres durmieran algunas horas. El viento está disminuyendo, el mar continúa terrorífico, pero es menos perceptible, porque el barco está más estable.

29 de julio.

Otra tragedia. Hubo guardia sencilla esta noche, porque el resto de la tripulación estaba demasiado cansada para hacer guardias dobles. Cuando el guardia de relevo subió esta mañana a cubierta no encontró a nadie, además del timonero. Hizo un escándalo y todos subieron a cubierta. Se hizo una revisión minuciosa, pero no encontramos nada. Nos hemos quedado sin segundo oficial, la tripulación está en gran pánico. El piloto y yo acordamos ir armados de ahora en adelante, en espera de cualquier signo.

30 de julio.

Noche anterior. Todos estamos felices porque nos estamos acercando a Inglaterra. Buen tiempo. Todas las velas desplegadas. Me retiré exhausto y dormí profundamente, pero fui despertado por el piloto diciéndome que los dos hombres que estaban de guardia y el timonero están desparecidos. Sólo quedamos el piloto, dos miembros de la tripulación y yo para controlar el barco.

1 de agosto.

Dos días de niebla y ni una sola vela a la vista. Tenía la esperanza de enviar señales de ayuda, o al menos de llegar a algún lado, cuando estuviéramos en el Canal de la Mancha. Al no tener fuerza para controlar las velas, tenemos que navegar con el viento en popa. No me atrevo a arriarlas, porque no podríamos desplegarlas de nuevo. Parece que estamos vagando sin rumbo hacia un horrible destino. El piloto está ahora más desmoralizado que el resto de los hombres. Parece que su fuerte naturaleza se volvió contra él. Los marineros parecen haber superado el miedo y trabajan imperturbable, pacientemente, preparándose para lo peor. Ellos son rusos; el piloto es rumano.

2 de agosto, medianoche.

Me desperté de una breve siesta al escuchar un grito, que parecía venir del otro lado de mi puerta. No podía ver nada por la neblina. Corrí a cubierta y me encontré con el piloto. Me dijo que escuchó el grito y corrió, pero no había ninguna señal del hombre que estaba de guardia. Otro desaparecido. ¡Señor, ayúdanos! El piloto dice que ya debemos estar más allá del Estrecho de Dover, pues en un momento en que la niebla disminuyó pudo ver North Foreland, justo cuando escuchó el grito. Si así fuera, significa que estamos en el Mar del Norte y sólo Dios podrá guiarnos en esta niebla, que parece moverse junto con nosotros. Pero parece que Dios nos ha abandonado.

3 de agosto.

A medianoche fui a relevar al hombre encargado del timón, pero cuando llegué no vi a nadie. El viento estaba tranquilo, y como navegamos frente a él no hubo ningún movimiento. No me atreví a separarme del timón, así que le grité al piloto. Luego de unos segundos, llegó corriendo a cubierta en sus pantalones de franela. Tenía los ojos desorbitados y se veía demacrado, me temo mucho que haya perdido la razón. Se acercó a mí y, con voz ronca, con su boca muy cerca de mi oreja, como si temiera que hasta el aire pudiera escucharlo, me susurró: “Está aquí. Ahora lo sé. Lo vi en la guardia de anoche. Es como un hombre alto y delgado, y de un pálido fantasmal. Estaba en la proa mirando hacia afuera. Me acerqué a él a rastras y lo apuñalé con mi cuchillo, pero este lo atravesó, como si frente a mí solo hubiera aire”. Y mientras hablaba, tomó el cuchillo y empezó a agitarlo salvajemente en el aire. Luego, prosiguió: “Pero está aquí, y voy a encontrarlo. Está en la bodega, tal vez en alguna de esas cajas. Las abriré una por una y veré. Usted encárguese del timón”. Y con una mirada de advertencia, se puso un dedo sobre sus labios, y se dirigió hacia abajo. El aire comenzó a agitarse, por lo que no pude alejarme del timón. Lo vi subir nuevamente a cubierta con una caja de herramientas y una linterna, y luego bajar por la escotilla delantera. Está loco, total y completamente loco. No tiene ningún caso que trate de detenerlo. No puede hacerle ningún daño a esas grandes cajas, pues están llenas de arcilla y arrastrarlas de un lado a otro es lo más inofensivo que puede hacer. Así que aquí me quedaré cuidando el timón, mientras escribo estas notas. Sólo puedo confiar en Dios y esperar a que la niebla se despeje. Entonces, si no puedo navegar hacia algún puerto debido a este espantoso viento, arriaré las velas y esperaré, enviando señales para pedir ayuda…

Ya todo está a punto de terminar. Justo cuando esperaba que el piloto saliera de la bodega más tranquilo, pues lo escuché martillando algo, y el trabajo le hace bien, surgió por la escotilla un grito repentino y asustado, que me heló la sangre. Subió corriendo a cubierta como si hubiera sido lanzado desde un cañón, completamente loco, con los ojos y el rostro convulsionados por el miedo. “¡Sálveme! ¡Sálveme!”, gritó, y luego miró a su alrededor a través de la neblina. Su terror se convirtió en desesperación, y dijo con voz firme: “Será mejor que usted también venga, capitán, antes de que sea demasiado tarde. ¡Está aquí! Ahora conozco el secreto. ¡El mar me salvará de Él, y es todo lo que queda!” Antes de que pudiera decir nada, o diera un paso para sujetarlo, saltó por la borda y se lanzó deliberadamente al mar. Supongo que ahora yo también conozco el secreto. Fue este demente el que hizo desaparecer a los hombres uno por uno, y ahora él mismo los ha seguido. ¡Que Dios me ayude! ¿Cómo podré explicar todos estos horrores cuanto llegue a puerto? ¡Cuando llegue a puerto! ¿Será que eso llegue a suceder?

 

4 de agosto.

Sigue habiendo neblina, que no permite ser traspasada ni por el sol. Sé que hay luz del sol porque soy marinero, pero no por otra razón. No me atreví a bajar ni a separarme del timón, así que aquí me quedé toda la noche, y en la penumbra de la noche lo vi, ¡a Él! Que Dios me perdone, pero el piloto tuvo razón en haber saltado por la borda. Es mejor morir como un hombre. Morir como marinero en el mar azul, es algo a lo que ningún hombre puede objetar. Pero yo soy el capitán, y no debo abandonar mi barco. No obstante, detendré a ese demonio o monstruo, pues ataré mis manos al timón cuando mis fuerzas comiencen a fallarme, y junto con ellas ataré también aquello que él, o esa cosa, no se atreverá a tocar. Y luego, haya buen o mal viento, salvaré mi alma y mi honor de capitán. Cada vez me siento más débil y la noche ya se acerca. Si vuelve a verme a la cara, tal vez no tenga tiempo de actuar… Si naufragamos, tal vez alguien encuentre esta botella, y así puedan comprender. Si no… bueno, entonces todos los hombres sabrán que he sido leal a mi juramento. Que Dios, la Santísima Virgen y todos los santos ayuden a esta pobre alma ignorante que solo está tratando de cumplir con su deber…

Desde luego, el veredicto fue abierto. No hay evidencias que aportar, y ya no hay nadie que pueda atestiguar si el capitán cometió o no los asesinatos. La gente de aquí afirma casi unánimemente que el capitán es simplemente un héroe, y que debe tener un funeral público. Ya se han hecho los arreglos necesarios para que su cuerpo sea llevado en un tren de botes por un tramo del Esk, para luego ser traído de vuelta al Muelle Tate Hill y subido por la escalinata de la Abadía, pues será enterrado en el cementerio del despeñadero. Los propietarios de más de cien barcos ya han dado sus nombres para ofrecerse a seguir al capitán hasta su tumba.

No se ha encontrado rastro alguno del enorme perro, lo cual es motivo de gran tristeza, porque, en el presente estado de la opinión pública, creo que hubiera sido adoptado por la ciudad. Mañana será el funeral, y así terminará este “misterio del mar”.

Diario de Mina Murray

8 de agosto.

Lucy estuvo muy inquieta toda la noche, y yo tampoco pude dormir. La tormenta fue atemorizante, cuando resonaba estrepitosamente entre las marmitas de la chimenea, un escalofrío me recorría todo el cuerpo. Cada vez que se escuchaba una fuerte ráfaga de viento parecía el disparo de un cañón lejano. Curiosamente, Lucy no se despertó, pero se levantó dos veces de la cama y comenzó a vestirse. Afortunadamente, ambas veces me desperté a tiempo y pude desvestirla sin despertarla, y acostarla de nuevo. Este sonambulismo es una cosa muy extraña, pues en cuanto su voluntad se ve impedida de cualquier forma física, su intención, si es que la tiene, desaparece, y cede casi exactamente a la rutina de su vida.

Temprano por la mañana, las dos nos levantamos y bajamos hasta el puerto para ver si había ocurrido algo durante la noche. Había muy poca gente alrededor, y aunque el sol brillaba con fuerza y el aire se sentía fresco y limpio, las enormes y sombrías olas, que parecían más oscuras porque la espuma que tenían en la cresta era como nieve, se introducían por la fuerza en la boca del puerto, como un gigantón que se abre pasó entre la multitud. Por alguna razón, me sentí aliviada de que Jonathan no se encontrara en el mar anoche, sino en tierra firme. Pero, oh, ¿está en tierra o en mar? ¿Dónde está y cómo está? Me siento terriblemente preocupada por él. Si tan solo supiera qué hacer, ¡y si pudiera hacerlo!

10 de agosto.

Hoy tuvo lugar el funeral del pobre capitán, y fue de lo más conmovedor. Parecía que todos los botes del puerto estaban allí. Y el ataúd fue cargado en hombros por varios capitanes desde el Muelle Tate Hill hasta el cementerio de la iglesia. Lucy me acompañó, fuimos temprano a nuestra vieja banca, mientras el cortejo de botes navegaba río arriba hasta el Viaducto y volvía nuevamente de regreso. La vista era maravillosa y vimos la procesión de cerca casi todo el camino. El cuerpo del pobre hombre fue enterrado cerca de nuestra banca, por lo que tuvimos que levantarnos y, cuando llegó el momento, pudimos verlo todo.

La pobre Lucy parecía muy afectada. Estuvo sumamente inquieta e intranquila todo el tiempo, no puedo evitar pensar que sus sueños nocturnos están causando estragos en ella. Su comportamiento es muy extraño en un aspecto: no admite que haya causa alguna para su intranquilidad, y en caso de haberla, ni ella misma la conoce.

Es posible que haya otra razón para esto, y es que el pobre Sr. Swales fue encontrado muerto esta mañana en nuestra banca, con el cuello roto. Según dijo el doctor, evidentemente cayó de espaldas de la banca a causa de algo que lo espantó, pues en su rostro había una expresión de miedo y horror que hizo estremecer a los hombres que lo vieron. ¡Pobre y querido anciano!

Lucy es tan dulce y sensible que estas cosas la afectan más profundamente que al resto de la gente. Justo ahora está muy perturbada por un pequeño detalle al que yo no le presté mucha atención, a pesar de que yo misma siento un gran afecto por los animales.

Uno de los hombres que suele subir aquí para mirar los botes llegó seguido por su perro, que no se separaba jamás de su lado. Ambos son muy tranquilos, y yo nunca he visto enojado al hombre, ni he escuchado ladrar al perro. Durante el funeral el perro no obedeció al llamado de su amo, que estaba sentado en la banca que nosotras, sino que se mantuvo alejado algunos metros, ladrando y aullando. Su amo le habló dulcemente, luego en un tono áspero y, finalmente, muy enojado. Pero el perro no se movió ni dejo de hacer ruido. Estaba hecho una furia, con los ojos salvajes y todo el pelo erizado como la cola de un gato cuando se prepara para pelear.

Finalmente, el hombre, que ya estaba muy enojado, se levantó de un brinco y pateó al perro. Luego lo tomó por el pescuezo casi arrastrándolo y lo lanzó a la lápida sobre la que está fijada nuestra banca. En cuanto tocó la piedra, el pobre animal se cayó y empezó a temblar. No trató de escapar, sino que se agachó a mis pies, tembloroso y muerto de miedo. Estaba en un estado de terror tan lamentable que traté de calmarlo, sin conseguirlo.

Lucy también estaba muy apenada, pero no trató de tocar al perro, sino que se limitó a mirarlo lastimosamente. Me temo mucho que su naturaleza sea demasiado sensible como para poder vivir en el mundo sin problemas. Estoy segura que esta noche soñará con esto. Todo el conjunto de cosas: el barco llevado a puerto por un hombre muerto atado al timón con un crucifijo y un rosario, el conmovedor funeral, el perro furioso y atemorizado, le proporcionará mucho material para sus sueños.

Creo que lo mejor será que se vaya a la cama exhausta físicamente, así que la llevaré a dar un largo paseo por los acantilados hasta la bahía Robin Hood y de regreso. Espero que después de esto no le queden muchas ganas para caminar dormida.

Capítulo 8

Diario de Mina Murray

Mismo día, 11.00 p.m.

¡Oh, qué cansada estoy! Si no me hubiera impuesto como una obligación escribir todas las noches en mi diario, no lo abriría esta noche. Tuvimos un paseo encantador. Luego de un rato, Lucy se puso muy alegre. Creo que fue debido a unas pacíficas vacas que se acercaron a nosotras para olfatearnos en un campo cercano al faro, y casi nos matan de un susto. Creo que nos olvidamos de todo, excepto, por supuesto, del temor personal. Esto pareció borrarlo todo y nos permitió comenzar de nuevo. Bebimos un delicioso té en una pequeña y encantadora posada antigua, en la Bahía de Robin Hood, con una ventana arqueada cuya vista daba a las rocas cubiertas de algas marinas de la playa. Creo que hubiéramos asustado a la “Mujer Nueva” con nuestros apetitos. Los hombres son más tolerantes, ¡gracias a Dios! Luego regresamos a casa haciendo una, o más bien varias paradas, durante el camino para descansar, y con nuestros corazones llenos de temor constante por los toros salvajes.

Lucy estaba muy cansada, y queríamos irnos a la cama en cuanto tuviéramos la oportunidad. Sin embargo, llegó el joven párroco, y la Sra. Westenra lo invitó a cenar. Lucy y yo luchamos fuertemente contra el sueño. Sé que por mi parte la pelea fue muy dura pero salí victoriosa. Creo que los obispos deberían reunirse algún día para discutir sobre la formación de una nueva clase de párrocos, que no se queden a cenar, sin importar cuanto se les insista, y que sepan adivinar cuando las chicas estén cansadas.

Lucy está dormida y respira suavemente. Sus mejillas tienen más color que otras veces, y se ve muy hermosa. Si el Sr. Holmwood se enamoró de ella al verla únicamente en el salón, me pregunto lo que diría si pudiera verla ahora. Algunas escritoras del movimiento de la “Mujer Nueva” propondrán un día la idea de que los hombres y las mujeres deberían poder verse mientras duermen antes de proponer matrimonio o aceptarlo. Pero supongo que en el futuro la “Mujer Nueva” no se contentará solamente con aceptar, sino que ella misma propondrá matrimonio. ¡Y hará un estupendo trabajo también! Hay cierto consuelo en esto. Estoy tan feliz esta noche, porque mi querida Lucy parece sentirse mejor. Creo realmente que ya ha superado todo esto, y que sus problemas para dormir han quedado atrás. Me sentiría completamente feliz si supiera algo sobre Jonathan… Que Dios lo bendiga y lo proteja.

11 de agosto.

He abierto mi diario otra vez. No tengo sueño, así que he decidido ponerme a escribir. Me siento demasiado inquieta para dormir. Hemos tenido una aventura extraordinaria, y una experiencia tan angustiosa. Me quedé dormida en cuanto cerré mi diario… Súbitamente, me desperté por completo y me senté sobre la cama, con una horrible sensación de miedo en mi interior y un sentimiento de vacío a mi alrededor. El cuarto estaba oscuro, por lo que no podía ver la cama de Lucy. Me acerqué a ella y la busqué a tientas, pero la cama estaba vacía. Encendí un fósforo y me di cuenta de que no estaba en el cuarto. La puerta estaba cerrada, pero no tenía la llave puesta, como yo la había dejado. Temí despertar a su madre, que últimamente ha estado más enferma de lo normal, así que me vestí rápidamente y me alisté para salir a buscarla. Cuando estaba a punto de salir del cuarto, pensé que tal vez la ropa que ella llevaba puesta me daría alguna pista sobre la intención de su sonambulismo. La bata significaría que estaba en casa. Un vestido implicaría que había salido a la calle. Tanto la bata como el vestido estaban en su lugar. “Gracias a Dios”, me dije a mí misma, “no puede estar muy lejos, ya que sólo lleva puesto su camisón”.

Bajé las escaleras a toda prisa y busqué en la sala. ¡No estaba allí! Luego busqué en todos los otros cuartos de la casa, con un miedo cada vez mayor que me helaba el corazón. Finalmente, llegué a la puerta del vestíbulo y la encontré abierta. No estaba completamente abierta, pero el cerrojo no estaba puesto. Las personas que viven en la casa siempre tienen mucho cuidado de cerrar la puerta todas las noches, por lo que temí que Lucy hubiera salido tal y como estaba. No había tiempo para pensar en lo que podía ocurrir. Un miedo vago y abrumador oscurecía todos los detalles.

Tomé un grande y pesado chal, y corrí hacia afuera. El reloj estaba a punto de dar la una cuando llegué a The Crescent, pero no había ni un alma a los alrededores. Corrí a lo largo de North Terrace, pero no vi el menor rastro de la blanca figura que esperaba encontrar. Al llegar al borde de West Cliff, sobre el muelle, miré a través del puerto hacia East Cliff, con la esperanza o el temor, no sé exactamente cuál de los dos, de ver a Lucy sentada en nuestra banca favorita.

Había una luna llena y brillante, con nubes negras y pesadas pasando frente a ella rápidamente, que daban a toda la escena un diorama fugaz de luz y sombra a medida que navegaban. No pude ver nada durante algunos instantes, porque la sombra de una nube oscurecía la iglesia de Santa María y todo lo que la rodeaba. Luego, cuando la nube se fue, pude distinguir las ruinas de la Abadía. Y cuando el borde de una estrecha franja de luz, tan delgada como el filo de una espada, iba avanzando, la iglesia y el cementerio se volvieron visibles gradualmente. No sé qué era exactamente lo que esperaba ver, pero no quedé defraudada, pues allí, en nuestra banca favorita, la luz plateada de la luna alumbró una figura reclinada a medias, blanca como la nieve. La nube pasó demasiado rápido, por lo que no pude ver mucho más, pues la sombra ahogó la luz casi inmediatamente. Pero me pareció como si algo oscuro estuviera de pie detrás de la banca donde brillaba la figura blanca, inclinándose sobre ella. Si aquello era hombre o bestia, no puedo decirlo.

 

No esperé a poder ver de nuevo la escena, sino que bajé corriendo los empinados escalones hasta el muelle y me apresuré a través del mercado de pescado hasta llegar al puente, que era el único camino para llegar a East Cliff. El pueblo parecía completamente muerto, pues no vi pasar una sola alma. Pero me alegré de que fuera así, pues no quería que nadie supiera sobre la terrible condición de Lucy. El tiempo y la distancia parecían interminables. Las rodillas empezaron a temblarme y mi respiración comenzó a agitarse mientras subía trabajosamente los incontables escalones hacia la Abadía. Debo haber subido muy rápido, sin embargo me parecía que mis pies estaban cargados con plomo, y como si todas las articulaciones de mi cuerpo estuvieran oxidadas.

Cuando estaba a punto de llegar a la cima, pude ver la banca y la figura blanca, pues ya estaba lo suficientemente cerca como para distinguirla aun a través de las pesadas sombras. Definitivamente había algo allí, largo y negro, inclinándose sobre la figura blanca casi reclinada. Grité llena de temor: “¡Lucy! ¡Lucy!”. Esa cosa levantó una cabeza, y desde donde estaba pude ver un rostro pálido, con ojos rojos y centelleantes.

Lucy no me respondió, así que corrí hasta la entrada del cementerio de la iglesia. Cuando entré, la iglesia quedó entre la banca y yo, y durante un minuto perdí de vista a Lucy. Cuando apareció nuevamente, la nube había pasado y la luz de la luna alumbraba el lugar tan brillantemente que pude distinguir a Lucy casi completamente reclinada con su cabeza recostada sobre el respaldo de la banca. Estaba sola y no había el menor rastro de ningún ser viviente alrededor.

Cuando me incliné sobre ella pude ver que seguía dormida. Sus labios estaban entreabiertos. Pero no respiraba con la suavidad que es habitual en ella, sino dando largas y pesadas bocanadas de aire, como si estuviera luchando por llenar sus pulmones en cada respiración. Al acercarme más a ella, levantó la mano entre sueños y tiró del cuello de su camisón hasta cubrirse la garganta, como si tuviera frío. Puse el cálido chal sobre ella, y crucé los bordes muy cerca de su cuello, pues como estaba casi desnuda, temí que cogiera frío por el aire nocturno. No quise despertarla de golpe, así que, para poder tener mis manos libres para ayudarla, sujeté el chal cerca de su garganta con un alfiler de gran tamaño. Pero mis movimientos deben haber sido muy torpes debido a mi angustia, creo que debo haberla pinchado o pellizcado con el alfiler, porque, cuando su respiración se tranquilizó un poco más, se llevó nuevamente la mano a la garganta y se quejó. Cuando terminé de cubrirla cuidadosamente, le puse mis zapatos y empecé a despertarla muy suavemente.

Al principio no respondió, pero poco a poco comenzó a inquietarse cada vez más en su sueño, quejándose y suspirando ocasionalmente. Finalmente, como el tiempo pasaba demasiado rápido, y debido a muchas otras razones, pensé que debía llevarla inmediatamente a casa. Así que la sacudí enérgicamente, hasta que abrió los ojos y se despertó. No pareció sorprendida de verme, ya que, desde luego, no se percató inmediatamente del lugar en el que estaba.

Lucy siempre se despierta viéndose hermosa, e incluso en ese momento, cuando su cuerpo debía estar congelado por el frío y su mente horrorizada al despertarse casi desnuda en el cementerio de una iglesia, de madrugada, no perdió su gracia en lo absoluto. Su cuerpo tembló un poco y se aferró a mí. Cuando le dije que viniera inmediatamente a casa conmigo, se levantó sin decir una palabra, con la obediencia de una niña. Cuando empezamos a caminar, la gravilla me lastimó los pies, Lucy notó mis muecas de dolor. Se detuvo e insistió en darme mis zapatos, pero no lo acepté. Sin embargo, cuando llegamos al sendero afuera del cementerio, había un charco de agua restante de la lluvia, y cubrí mis pies con lodo, usando un pie para untar el lodo sobre el otro. Hice esto para que durante el camino a casa nadie se diera cuenta de que no llevaba zapatos, en caso de que nos encontráramos a alguien.

La fortuna nos favoreció, y llegamos a casa sin toparnos con nadie. En cierto momento vimos a un hombre, que no parecía estar del todo sobrio, caminando por una calle frente a nosotras. Pero nos escondimos en una puerta hasta que desapareció a través de un estrecho y empinado callejón, o wynds, como las llaman en Escocia, de esos que suelen ser muy comunes aquí. El corazón me latía tan fuertemente todo el tiempo que pensé que me iba a desmayar. Estaba muy preocupada por Lucy. No sólo por su salud, pues podía enfermarse al haberse expuesto al frío helado, sino por su reputación en caso de que la historia se difundiera. Cuando llegamos a casa, nos lavamos los pies y, después de rezar una oración juntas para dar gracias, llevé a Lucy a la cama. Antes de quedarse dormida me pidió, más bien me rogó, que no dijera una palabra a nadie, ni siquiera a su madre, sobre su aventura de sonámbula.

Al principio dudé en prometer lo que me pedía, pero al pensar en el estado de salud de su madre, y cómo se preocuparía al enterarse de una cosa parecida, por otra parte, en cómo podría llegar a distorsionarse una historia de este tipo, mejor dicho, en cómo sería infaliblemente distorsionada, en caso de que se llegara a saber, pensé que lo mejor era prometer lo que me pedía. Espero haber hecho lo correcto. Ya he cerrado la puerta y la llave está atada a mi muñeca. Así que tal vez no vuelva a ser perturbada esta noche. Lucy duerme profundamente. El reflejo del amanecer ya se ve a lo alto y muy lejos sobre el mar…

Mismo día, al mediodía. —Todo está en orden. Lucy durmió hasta que la desperté, y parece que ni siquiera cambió de posición. La aventura de anoche no parece haberla afectado. Al contrario, le ha hecho bien, pues esta mañana se ve mucho mejor de lo que se había visto en semanas. Sentí pena al notar que mi torpeza con el alfiler le hizo daño. De hecho, creo que puede tratarse de algo serio, pues la piel de su garganta está perforada. Debo haberle pinchado un pedazo de piel, atravesándola con el alfiler, pues hay dos pequeños puntos rojos, como pinchazos de alfiler, en el cuello de su camisón había una gota de sangre. Cuando me disculpé con ella y le expresé mi preocupación, Lucy se rió y me acarició, diciendo que no había sentido absolutamente nada. Afortunadamente no le quedará ninguna cicatriz, porque la herida es demasiado pequeña.

Mismo día, por la noche.

Pasamos un día muy feliz. El aire estaba muy despejado, el sol brillaba, y había una brisa fresca. Comimos nuestro almuerzo en el bosque Mulgrave. La Sra. Westenra fue por carretera, mientras Lucy y yo caminamos por el sendero del desfiladero hasta encontrarnos con ella en la reja. Me sentía un poco triste, pues no pude evitar pensar en lo increíblemente feliz que sería si Jonathan hubiera estado conmigo. Pero, ¡vamos!, sólo debo ser paciente. Por la tarde dimos un paseo hasta el Casino Terrace, escuchamos buena música de Spohr y Mackenzie, y nos fuimos temprano a la cama. Lucy parece más tranquila de lo que había estado antes, se quedó dormida inmediatamente. Cerraré la puerta y guardaré la llave en el mismo lugar que anoche, aunque no espero problemas esta noche.

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