Nieve De Colores

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Nieve
de
Colores
Juan Moisés de la Serna
Editorial Tektime
2020

“Nieve de Colores”

Escrito por Juan Moisés de la Serna

1ª edición: agosto 2020

© Juan Moisés de la Serna, 2020

© Ediciones Tektime, 2020

Todos los derechos reservados

Distribuido por Tektime

https://www.traduzionelibri.it

No se permite la reproducción total o parcial de este libro, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, sea éste electrónico, mecánico, por fotocopia, por grabación u otros medios, sin el permiso previo y por escrito del editor. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (Art. 270 y siguientes del Código Penal).

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Prólogo

Por fin ha llegado la hora de acabar una intensa jornada de trabajo, llena de sinsabores. Una auténtica maratón para completar mi parte del gran engranaje que es la empresa donde laboro, en el cual no se puede malograr sin perjudicar al resto.

Estaba recogiendo algunos papeles de mi despacho cuando escuché ese singular sonido que hace el ordenador cuando recibo un nuevo e―mail. A estas horas no suelo revisarlos, ya que prefiero estar fresco para verlos, y hoy ha sido un agotador día, ya lo veré mañana cuando regrese. Normalmente no los leía hasta la mañana siguiente, ni siquiera lo hacía en mi casa intentaba separar mi vida profesional de la personal.

Dedicado a mis padres


Capítulo 1. La extraña imagen

Por fin ha llegado la hora de acabar una intensa jornada de trabajo, llena de sinsabores. Una auténtica maratón para completar mi parte del gran engranaje que es la empresa donde laboro, en el cual no se puede malograr sin perjudicar al resto.

Estaba recogiendo algunos papeles de mi despacho cuando escuché ese singular sonido que hace el ordenador cuando recibo un nuevo e―mail. A estas horas no suelo revisarlos, ya que prefiero estar fresco para verlos, y hoy ha sido un agotador día, ya lo veré mañana cuando regrese. Normalmente no los leía hasta la mañana siguiente, ni siquiera lo hacía en mi casa intentaba separar mi vida profesional de la personal.

“El trabajo es trabajo y la casa…” es otra cosa, es algo que había tardado bastante en aprender, después de conseguir superar una agotadora enfermedad tan frecuente en nuestros días, denominada adicción al trabajo.

El cual había sido mi refugio durante muchos años, sobre todo cuando mis relaciones interpersonales no funcionaban como quería o esperaba.

Esto que podría ser algo negativo, por el esfuerzo que suponía, se veía compensado tanto económicamente como por el reconocimiento del resto de mis compañeros.

Me creía curado de aquello sobre todo desde que empecé en este trabajo, se trataba de una revista pequeña, bien situada a escala nacional, pero sin posibilidades de promoción.

Con lo que mi ansiedad y espíritu competitivo se habían refinado un poquito, y había llegado a poner los pies en la tierra sobre mis posibilidades reales en la vida, pero la curiosidad me podía más.

Aquella señal sonora de haber recibido un e―mail nuevo me había alterado y hasta estuve ansioso por abrirlo.

Cuando lo hice, extrañado vi una foto rara, era un cuadro de distintos colores, o más bien un…, no sabía muy bien lo que era, sobre un fondo blanco podía distinguir amarillo y azul, pero sin poder concretar de qué se trataba.

Miré quién me lo mandaba para ver si descubría algo más de aquella imagen, y para mi sorpresa era una amiga de la carrera, con la que había tenido cierto roce de cariño sin llegar a nada serio.

Sabía que había trabajado en varias cadenas de televisión y se había especializado en noticias climáticas, no solamente daba la previsión del tiempo sino también iba donde se encontraba la noticia, había acudido a zonas de huracanes, tormentas, tornados y cualquier otro fenómeno meteorológico impactante o raro, suficiente para ser noticia.

Volví a mirar la foto, unas bandas blancas, eso debía de ser una foto, pero era tan extraño, de repente caí en la cuenta de que se trataba de nieve o al menos lo parecía.

Debía de ser como una colina recubierta de nieve pues se veían pequeños montículos que se elevaban desde abajo, y sobre la cima de estos algunos colores.

¿Era nieve de colores?, ¡qué cosa tan extraña!, podría ser que el archivo estuviese estropeado, o que al transmitirlo se hubiese dañado.

Pero ¿dónde se encontraría mi amiga?, la foto tenía en la parte inferior de la imagen la fecha y la hora, el día era correcto pero la hora no.

Puede que tomase la foto hace unas horas y me lo enviase ahora, no lo sé, pero seguía preguntándome ¿de dónde podría ser?

Motivado por resolver aquella cuestión me acerqué al departamento informático, para intentar conseguir algo de ayuda para localizar el origen de aquel mensaje.

Después de que uno de los encargados me explicase que cada mensaje que se envía deja un rastro, y que empleando los programas adecuados se consigue descubrir por qué países ha pasado el mensaje desde el origen hasta que me llega, se puso a averiguarlo y en menos de dos minutos me dijo el número de servidor desde el que fue enviado el mensaje, este era un código que introdujo en otro programa y le dio como origen Rusia.

¿Rusia?, me pregunté extrañado ante aquella información. Estaba claro que mi amiga viajaba mucho, pero ¿hasta tan lejos? ¿qué la habría llevado hasta allí? ¿qué estaría haciendo? ¿y qué tendría que ver esa foto tan extraña en todo esto?

Era una forma muy rara de volver a recuperar un contacto perdido por la dejadez y por el paso del tiempo.

Es lo que tiene la vida, que, sino cultivas todos los días la amistad, esta se va apagando como la llama de una vela, y se van olvidando hasta los nombres de nuestros mejores amigos, quedando únicamente unos álbumes llenos de fotos de personas que si vuelves a ver te sorprenderían por lo cambiado que están.

Ya me ha sucedido en alguna ocasión de volver a ver a alguien después de un tiempo y no se parece en nada a como le recordaba.

Puede que con el tiempo fuese modificando mi recuerdo quedándome sólo con los buenos momentos, olvidando algunos aspectos que no me gustaban de esa persona entonces. O que la persona haya cambiado con el transcurso del tiempo, sea como fuese los que he visto después de un tiempo sin contacto no se parecen a los que conocía.

Quizás esto mismo me sucedería con mi amiga, pero ¿por qué me habría enviado este mensaje y con una foto tan rara?

Si no la conociese bien, pensaría que se ha equivocado, pero sé que no le gusta molestar y que tampoco sabe cómo pedir ayuda cuando lo necesita, pues solía dejar notas, o imágenes, indicativos de aquello que quería o necesitaba.

Todavía recuerdo con cariño aquella vez que dejó una revista de vestidos de bodas sobre mis apuntes, cuando había salido un momento al baño, y cuando regresé a mi lugar de estudio en la biblioteca me la encontré allí.

Al principio me extrañó aquello, y luego la vi sonriendo a distancia, estaba esperando mi reacción. Era una forma algo infantil para mi gusto, pero muy clara y precisa.

Lo más seguro que aquella foto fuese eso, una comunicación sobre algo, o una petición de ayuda, pero no entendía el contenido del mensaje, por mucho que lo miraba no conseguía observar nada más que un montón de nieve manchada de color, ¡Quizás fuese eso!, el color debía de ser lo importante.

Tras agradecerle al encargado de tecnología la ayuda que me había proporcionado, me volví a mi lugar de trabajo y desde allí busqué en internet a ver si encontraba algo sobre nieve, colores y Rusia.

Para mi sorpresa leí varios artículos que hacían referencia a extraños fenómenos atmosféricos, de nieve amarilla, o azul, y la explicación sugerida era que dicho color se adquirió por una elevada concentración de productos ferrosos y otros metales en las nubes.

En Siberia Occidental, nevó nieve de colores, la mayoría fue de color amarillo, pero también se pudieron observar de tonalidades anaranjada y hasta azulada, toda esa nieve cayó en una extensión de 100 kilómetros de longitud por un kilómetro de ancho, afectando a cerca de 30.000 habitantes, esta nieve además era viscosa y expedía mal olor.

Según grupos ecologistas mencionados en esos artículos periodísticos, esto podría deberse al mal funcionamiento de una refinería o una fábrica de abonos químicos que habían soltado al medio ambiente sustancias que llegaban a “teñir” las nubes.

A pesar de que pudiese ser curioso, no veía que fuese motivo suficiente para que ella hubiese ido personalmente allí, pues no se trataba nada más que de un espectáculo como el de los fuegos artificiales, bonitos, pero nada más.

Lo que estaba claro es que ella estaba en Rusia cuando me envió el mensaje y que todo tenía que ver con la nieve de colores.

Ahora entendía un poco mejor de que iba todo aquello, aunque seguía sin comprender muy bien qué se suponía que debía de hacer, esperar a su llamada, o irla a buscar, si al menos me hubiese dado un número de teléfono al que contactar se lo podría preguntar.

Estando en esto me llamó un compañero y me dijo,

–Mira ahí, en la televisión ―Y para mi sorpresa se trataba de una noticia de Rusia, en el que aparecía un río en donde había miles de peces muertos.

 

Eso no tendría la mayor importancia en un país donde el cuidado del medioambiente no es una prioridad si no fuese porque esas imágenes fuesen del río Nevá a su paso por San Petersburgo, y que fueron tomadas por unos turistas.

Al principio no le di más importancia, pues es algo que sucede todos los días incluso en los países más industrializados, donde las empresas vierten al río por error sustancias contaminantes que aniquilan toda vida en el agua, y este lo diluye reduciendo el impacto medioambiental a la vez que lo extiende hacia zonas alejadas. Estas imágenes de San Petersburgo seguro que se refieren a zonas más elevadas del río donde se contaminó, de ahí la concentración de peces muertos.

Bueno, aquello empezaba a parecerse a un rompecabezas, dos noticias sobre Rusia en el mismo día, y ambas con efectos nocivos para la naturaleza, no sé si eso era suficiente para iniciar una investigación periodística por lo que fui a mi superior y le comenté el caso resaltando la oportunidad de proporcionar una noticia fresca y de gran interés mediático contado de primera mano desde el lugar de los hechos.

Él al principio estaba reticente, porque no veía que pudiese haber relación entre ambos acontecimientos, sobre todo cuando la distancia entre las dos localidades implicadas era grande, pero insistí y lo único que conseguí es una escueta media página que debía de rellenar en una semana, ¿y qué hago con una semana?, si no conozco a nadie de Rusia a quien le pudiese preguntar.

Lo del trabajo estaba bien, pues seguro que con la breve información que había recogido podría escribir esa media hoja sin problemas, pero lo más importante para mí es que me había servido de excusa para tener tiempo para poder buscar a mi amiga.

Volví a mi despacho y seguí mirando en internet, para ver qué podía averiguar de la vida de ella desde que nos separamos, así pude comprobar que había saltado de trabajo en trabajo, y que había empezado a dar clases en una universidad, ese era el último puesto conocido, ¡ella en la universidad, no me lo creo!

Si era una antisistema, a todo veía pegas, decía que únicamente trabajaba para pagar sus facturas, pero que no creía en la forma en cómo funcionaba la sociedad, y a donde ha terminado, adoctrinando a las nuevas generaciones, formándolas para que sean unos buenos ciudadanos.

Una vez hecho este pequeño descubrimiento, llamé a la universidad para interesarme por aquella profesora, mi amiga.

–Hola, buenos días, ¿cómo está usted?

–Bien, gracias, ¿en qué le puedo ayudar?

–Estoy intentando localizar a una profesora que imparte docencia ahí.

–Bien, dígame ¿de quién se trata?

–Se llama Magui Robtson.

–Espere un momento, sí, ya veo, en este semestre no tiene docencia, ¿cuál es el motivo de su llamada?

–Intento localizarla, soy un antiguo amigo.

–Pues voy a ver si está en su despacho, espere un segundo ―Y me puso una de esas músicas tranquilizadoras casi hipnóticas y tras un momento me dijo―, no la he encontrado en el despacho, pero le voy a pasar con su director de tesis, espere un momento.

¡Director de tesis!, bueno, mejor es nada, al menos empiezo a conocer a qué se dedica.

–Buenos días, dígame ―dijo una voz ronca al otro lado del teléfono.

–Buenos días, estoy buscando a Magui Robtson, ¿sabe dónde puedo encontrarla?

–Claro que sí, en la Antártida, está haciendo una investigación en los polos.

–¿No está en Rusia? ―pregunté desconcertado.

–No, en la Antártida, al parecer las heladas llegaron antes de tiempo y quedaron aislados por meses, nada de lo que haya que preocuparse, tienen comida y alimento de sobra, y están a resguardo.

A mí eso me extrañó muchísimo a pesar de lo cual agradecí la información y colgué.

¿Si está en la Antártida, por qué me envía una imagen de Siberia desde Rusia?, ¡no tiene sentido!, algo no encajaba.

A mí todo aquello me dejó intranquilo así que busqué información sobre ese director de tesis y sobre los proyectos en que trabajaba, y ahora mismo estaba investigando sobre el cambio climático y el derretimiento de los polos, un estudio que no le veía ninguna relación con lo que había trabajado hasta ahora mi amiga, como mujer del tiempo.

Bueno, puede que por curioso o por algún capricho del destino puede que se haya encontrado con algo que no quería, o que estuviese buscando una nueva noticia.

Lo que parecía claro es que debía de haber cambiado mucho desde que la conocí pues ahora parecía ser una mujer amoldada a la sociedad que buscaba objetivos académicos.

A pesar de todas las dudas que me estaban surgiendo tenía claro que quería conocer qué le había pasado a mi amiga, aunque hubiese trascurrido mucho tiempo sin saber de ella, pero por algún motivo que ahora no llegaba a comprender había regresado a mi vida, y quería descubrir al menos qué tal se encontraba.

La respuesta quizás la debiese de conocer su director de tesis, pues compartirían mucho tiempo juntos, además de inquietudes e intereses, pues seguía sin estar convencido de ese dato sobre su paradero.

La explicación alternativa es que alguien en Rusia, hubiese descubierto la clave de la cuenta de mi amiga, y me haya enviado esta imagen sin más interés que el artístico, algo que me parecía demasiado descabellado para ser cierto.

Sabía que tarde o temprano me tendría que dirigir a Rusia, por lo que no me lo pensé más y me dediqué a buscar vuelos de avión, bien que hiciesen escala en Frankfurt o Viena, estando en ello me invadió un sentimiento de preocupación, “si bien puedo llegar, pero una vez allí ¿por dónde empezaría?, pues se trata del país más extenso del mundo”

Tenía dos opciones claras para mí, dirigirme a la localidad donde se debió de tomar la foto, o dirigirme a San Petersburgo, ambas me llevarían a donde había noticia, con lo que conseguiría financiación por parte de la revista para realizar el reportaje.

Decidí empezar por lo más accesible, ir a San Petersburgo, para ello concreté mi viaje a Moscú y de ahí en vuelo interno con una duración de casi dos horas.

Otro asunto que tenía que resolver era la forma de comunicarme, pues a pesar de que me gustaría conocer muchos idiomas entre los que hablaba no se encontraba el ruso.

Por lo que escribí un e―mail a un periódico local para ver si ellos me podían proporcionar el servicio de traducción que iba a necesitar durante mi estancia, pensando en que al ser del mismo sector periodístico me prestarían toda la ayuda que necesitase.

Ya tenía todo preparado, incluso me había sacado una lista de palabras traducidas del ruso, y escritas tal y como suenan para facilitar el trayecto entre mi llegada a Moscú y coger el vuelo a San Petersburgo.

En ese breve espacio de tiempo en que seguramente me tendría que cambiar de terminal, debería de pasar por los controles de seguridad oportuna, y para todo ello necesitaba al menos saber decir buenos días y gracias.

A pesar de mis prisas tuve que esperar tres días para poder coger el vuelo que me llevase a una búsqueda quizás sin más sentido que el de recuperar un amor perdido, o puede que estuviese motivado por la emoción del misterio que rodeaba a todo aquello, sea como fuere, esas noches no pude dormir demasiado bien pensando en todas las dificultades a las que me tendría que enfrentar al ir a un país del cual no iba a comprender ni una palabra, y por lo tanto tendría que estar a expensas de lo que me ayudasen los locales.

Por fin llegó el día, ya estaba sentado en el avión destino a Moscú, y me empezaban a sudar las manos nada más pensar que me volvería a encontrar con ella, era mucho el tiempo transcurrido, a pesar de lo cual creo que todavía existía un sentimiento profundo y sincero dispuesto a salir.

Todavía no recuerdo por qué rompimos si nos llevábamos tan bien, quizás porque éramos jóvenes, y preferíamos seguir adelante con nuestras vidas más preocupados por buscarnos un lugar dentro del mundo del trabajo y de la sociedad que limitarnos a contentar al corazón.

Quizás si las circunstancias hubiesen sido diferentes, ahora estaríamos casados, y seguro que felices.

Puede que ella no hubiese finalizado sus estudios, o que no hubiese alcanzado cotas tan altas como las que al parecer había obtenido desde que no tengo noticias suyas.

A medida que lo pensaba mi corazón se iba acelerando, y mi mente se evadía en el recuerdo de un primer amor.

Es cierto que con anterioridad había salido con otras chicas, pero aquello era más fruto del deseo de conocer y descubrir de la juventud que, por un verdadero sentimiento de amor.

Todo fue muy rápido, entre nosotros, parecía que estuviésemos hechos el uno para el otro, teníamos intereses en común, formas de hablar y pensar parecidas e incluso estudiábamos juntos.

Lo que al principio fue una amistad, se fue convirtiendo en algo más, hasta que empezamos a casi depender uno de otro, no podía pasar dos minutos sin pensar en el otro.

Todo aquello fue una hermosa etapa de mi vida, a la cual no había vuelto, pues tenía como máxima en mi vida el mirar para adelante, para no perder el tiempo preocupándome si lo hubiera hecho bien o mal, o si hubiese adoptado otras decisiones cómo hubiese resultado todo.

Esto a veces me ha traído consecuencias poco agradables, ya que en alguna ocasión he vuelto a cometer el mismo error del pasado, ya que no aprendí de sus consecuencias, al no dedicarle demasiado tiempo a recapacitar y recapitular los hechos acontecidos.

En realidad, no sé por qué, pero mirar al pasado me entristece, quizás por la cantidad inmensa de buenos momentos que he tenido, pero también, por las personas que han formado parte de mi vida y que ahora no puedo compartir el tiempo con ellas, bien porque, como mi amiga, estén ilocalizables durante años, o bien porque ya hayan fallecido.

Para mí era sorprendente encontrarme con estas sensaciones que recorrían el cuerpo, como si de un repelús se tratase, como el provocado por la ingesta de una bebida fría tras un ejercicio continuado, pero dejándome una sensación placentera al final.

Me sentía nervioso como si tuviese quince años de nuevo, como si fuese la primera vez que iba a buscar a una chica a su casa, todo lo sentía con tanta intensidad y me sorprendía al verme tan nervioso.

¿Cómo sería mi amiga?, pues la última vez que la vi en persona era terminando la adolescencia, y en las fotos que he visto en internet sobre ella no se le parece demasiado, el pelo lo tenía de otro color, y usaba lentes.

Tuve que mirarla dos veces para poder apreciar esos rasgos que en mi juventud me habían enamorado, me había llegado a aprender cada centímetro de su cara, y ahora parecía tan cambiada.

Puede que sea fruto de los años, quizás de la experiencia, los buenos y los malos momentos de la vida dejan huella en el rostro, según me comentó una vez un psicólogo social.

Según este, mirando a una persona a la cara se puede saber qué tal le ha ido en la vida, si le ha tratado bien o mal, si ha sufrido o reído mucho, según me comentaba, cuando usamos un músculo frecuentemente lo tenemos más desarrollado.

Por nuestra cara y nuestra expresión podía saber qué músculos eran los que más usábamos y en función de ello determinar si habíamos estado más tiempo tristes o felices.

Quizás me había dejado llevar por mi imaginación, intentando anticipar el encuentro con ella, el cual no estaba seguro de que se produjese, pues una vez en San Petersburgo no tenía muy claro a dónde debía de dirigirme, puede que lo mejor hubiese sido ir directamente a verla.

Ella estaba en la región de Siberia Occidental desde dónde había enviado la fotografía con estos extraños colores, pero sería tan complicado y estéril mi labor de encontrarla como buscar una aguja en un pajar, pues la extensión de terreno era tan amplia que me llevaría más de un mes en recorrerlo todo, y eso claro, suponiendo que ella siguiese allí y no se había movido de aquella región.

Lo primero que debía de hacer cuando aterrizase era asegurarme de que ella había entrado en el país, era una tarea difícil, pero supongo que desde la embajada me podrían ayudar, ya que ellos deben de llevar un registro de los ciudadanos que acceden.

Otra posibilidad sería pedírselo al gobierno ruso, pero con qué autoridad lo podría hacer, ¿simplemente porque tengo curiosidad en localizar una antigua compañera?, no creo que fuese suficiente.

Según su director de tesis debía de estar en la Antártida, pero no entendía cómo se había salido de allí y por qué, y lo más intrigante, ¿por qué me había enviado esa foto?

Quizás fuesen demasiadas preguntas, por lo que decidí centrarme en lo que era seguro, un río contaminado con miles de peces muertos, y unas nieves de colores, quizás fuesen hechos aislados, pero al menos sabía por dónde empezar a buscar.

 

Mi director me pedía un artículo y lo primero que debía de hacer era cumplir con él, y luego aprovechar que estaba en el país para emprender mi búsqueda propia.

Unas pocas fotos de cada uno de los lugares y las declaraciones de los habitantes de la zona, serían suficientes para complementar la información oficial, la cual era bastante imprecisa afirmando que ambos casos aisladamente se trataban de unos fallos en alguna planta química que por error derramó sustancias contaminantes unas al río y otras a la atmósfera.

Esta era una lucha que había llevado a muchos grupos a protestar en los países industrializados dado el alto nivel de contaminantes que inicialmente arrojaban al medioambiente.

Ahora en estos países existen protocolos tanto para reciclar esos sobrantes para que el impacto medioambiental sea mínimo como para detectar fugas y poner en marcha planes de vacunación o evacuación de la población más próxima.

Sentía simpatía por estos grupos que denunciaban cuando algo no funcionaba como debía, en cuanto a medidas de seguridad y protección, aunque me parecía que en otras ocasiones abusaban de su poder, provocando daños a las industrias, necesaria para el progreso.

Quizás fuese difícil mantener el equilibrio entre lo que demandan y el progreso.

Personalmente quería dar un enfoque más humanitario a este artículo, aunque estaba dispuesto a escuchar a todos los que quisieran dar sus opiniones incluido a los grupos ecologistas, pero a mí me interesaba más el cómo lo había vivido la gente de a pie, los ciudadanos con los que se podía identificar el lector, aquellos que salen de sol a sol a trabajar, y que echan cuentas para poder llegar a final de mes.

Mirando por la ventana vi una gran mancha blanca, no era un banco de nubes como el que habíamos atravesado hace tiempo, sino la extensa llanura blanca de Rusia, admirando el paisaje me di cuenta de que todavía no tenía idea de cómo lo iba a hacer si el periódico con el que me había puesto en contacto no me proporcionase un traductor, pero los problemas los iría resolviendo a medida que surgiesen.

A mi llegada a Moscú todo fue bien, a pesar de ver mucha vigilancia armada en el aeropuerto, y a pesar de tener que identificarme un par de veces no hubo mayores problemas para embarcar en el siguiente vuelo a San Petersburgo.

El cambio de caracteres gráficos con que estaban escritos todos los letreros me supuso un verdadero suplicio para entender cómo funcionaba todo.

Pero tras preguntar a unos turistas que tenían pinta de saber inglés, conseguí llegar hasta una oficina de información y ahí me indicaron en qué sala y a qué hora iba a salir mi vuelo.

Después de casi dos horas de espera entre vuelo y vuelo, llegué al aeropuerto, ya era tarde, y a pesar de haber quedado con una persona del periódico no creí que llegaría a esas horas, pero para mi sorpresa después de recoger mi equipaje y dirigirme hacia la salida, me encontré con un letrero que portaba una persona joven, era una chica con un pelo muy negro y de una tez blanquecina, mostrando un gran contraste.

Había otras personas portando letreros probablemente de turistas despistados como yo, e incluso alguna hacía referencia a agencias de viajes.

Me acerqué a donde estaba y me identifiqué intentando decirla mediante mímica que yo era el del letrero, pero para mi sorpresa ella me respondió,

–Hablo su idioma perfectamente, es por lo que me han enviado a recogerle, seré su guía en su breve estancia.

–¿Quién dijo breve? ―pregunté entre asombrado y molesto.

–Me comentaron que sería una estancia de dos o a lo mucho tres días, es como suelen hacer los periodistas extranjeros, llegan, ven la noticia y regresan a su país para publicarlo.

–Bueno sí, esa es la idea, pero además querría buscar a una amiga.

–No sé nada de su amiga ―me dijo desconcertada.

–No les conté todo al periódico, verá estoy buscando a una compañera la cual ha desaparecido.

–Bueno, si es así el periódico deberá de saber su última posición.

–Ella no trabaja para ningún periódico, estaba realizando una investigación en la Antártida.

–No entiendo nada, me lo tendrá que contar todo si quiere que le ayude ―me dijo mientras nos dirigíamos con las maletas a la salida.

Tras dejar atrás la parada de taxis fuimos hacia el aparcamiento, donde después de pasar por varias filas de coches me dijo,

–Este es mi coche, deje las maletas en los asientos de atrás, el maletero lo tengo ocupado.

Lo hice y me senté en el asiento del copiloto, y salimos del aeropuerto internacional Púlkovo en dirección a la ciudad.

Aunque no era tarde pues apenas eran las seis ya parecía una noche cerrada, quizás era por el cambio horario o quizás por las horas de vuelo, pero ya estaba bastante cansado, a pesar de la hora.

–Verá, me he tomado la libertad de cancelar su reserva de hotel.

–¿Qué ha hecho qué? ―pregunté extrañado.

–Mire tengo un alquiler que pagar y me vendría muy bien ese dinero, con lo que usted gastaría en un día me puedo pagar medio mes, mi piso es grande y limpio, se lo pido como favor de compañero a compañero.

–No lo sé, me suena muy extraño.

–Si está un tiempo aquí se dará cuenta que somos buena gente, a pesar de la fama que tenemos en occidente.

»Aunque también tenemos muchas carencias a pesar de tener una gran economía, la riqueza se concentra en unos pocos, y es muy difícil mantener un nivel aceptable de vida, pues muchos tienen dos y hasta tres trabajos.

»Ahora estoy estudiando y trabajando en el periódico, pero como ello no me da para vivir lo suficiente a veces realizo otro tipo de trabajo como de guía para turistas, pues conozco varios idiomas.

–Me sorprendes con lo que me dices, creía que este país que tantos temen estaba mejor.

–Sí lo está, bueno dependiendo de a lo que te dediques, los trabajadores del gobierno reciben buenos salarios, pero el resto, debemos de ganarnos el pan poco a poco.

Después de un momento de pensármelo, la dije,

–Está bien, pero con una condición, me acompañará y me hará de traductora todo el tiempo que necesite, si son tres días como si es un mes.

Ella me miró con los ojos muy abiertos, y sorprendida me preguntó,

–¿Me va a pagar un mes de hotel?, eso sería una millonada aquí.

–Bueno, no, el periódico me ha mandado como máximo una semana, es todo lo que le puedo pagar ―dije recordando la conversación con mi jefe.

–Trato hecho ―me dijo extendiéndome la mano para que se la estrechase.

–Otra cosa más ―dije antes de dar le la mano.

–¿No me había dicho una sola condición? ―me preguntó extrañada.

–Lo que consuma el coche de gasolina se lo pago ―dije mostrándola una leve sonrisa.

–Usted es el que paga, usted sabrá ―dijo devolviéndome el gesto con un guiño.

No entendí muy bien ese gesto, pero parecía que al final empezaba a tener algo de claridad ante todo ese mundo de incertidumbre, había conseguido una traductora que, me servía de chofer y de guía turística, todo el tiempo que necesitase.

Supongo que a ella le venía muy bien, por el aspecto económico, pero para mí había sido un alivio haberla encontrado.

Llegamos a la ciudad, la cual estaba iluminada, cruzamos el centro, bastante despacio, señalándome ella los principales edificios y calles, y aunque ella me repetía varias veces los nombres para que los aprendiese para mí se me hacían impronunciables.

No es sólo porque estuviesen en ruso, sino porque nunca conseguía orientarme cuando iba de copiloto, ya me había pasado con anterioridad que a pesar de llevar meses en algún lugar en que me habían llevado o iba en taxi, no me aprendía ningún nombre de calle o plaza.

En cambio, si era el que conducía en apenas tres meses me sabía todas las calles por las que tenía que ir desde donde vivía al trabajo.

Tras pasar por la parte céntrica nos dirigimos a un barrio escasamente iluminado en donde apenas existían farolas, y las que había iluminaban a poco más de un metro o dos desde donde se encontraba.

Tras este se extendía unos grandes edificios de viviendas de varias alturas, pisos como colmenas donde vivía la mayoría de la población trabajadora según me dijo ella.

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