Perdidas en el bosque

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Perdidas en el bosque
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PERDIDAS EN EL BOSQUE

Cecilia Martínez

TEXTOS

Francia Perales, Sara López, Marco Granados, Virginie Kastel y David Pedroza


María Candelaria I. Tinta sobre papel. 70 x 90 cm. 2020.

La Mujer Pensante

Con admiración y aprecio para Cecilia Martínez.

FRANCIA PERALES

Suspenderse en lo deshabitado

Navegar en los matices de pútridos pantanos

Ella se sumerge entre sus tintas cargando la mirada desgarrada

Debajo a la bruma se reposa traduciendo el enmudecimiento que flota ante la derrota

Rebusca hacia dentro, hacia lo profundo donde coexiste lo mudo

Rebusca hacia dentro, los adentros de donde se sacan púas

Púas que revientan la entraña en un impávido manantial de dolor y sangre

Rasga sus heridas desde las ranuras que traza en el papel hasta en la melancolía

No tiene miedo del collar de espinas que aprieta las palabras

//no guarda más silencio//los libera con el agua, deja huella, deslava//

//rescata irrumpiéndose al fango//ella salva de entre las manchas enterradas//

Ya no es de esas mujeres de bocas reclusas

Las claustras, las que han encarcelado, a las que les han prohibido hablar

Ella es la mujer pensante que se desliza en las metáforas lóbregas del sigilo

Enunciando lo que no se dice, lo que no se puede pronunciar

Ella grita lo que perpetuamente nos ordenaron que tuviéramos que silenciar

//Ella soy yo//ella es nosotras para seguir gritando//

//Yo soy ella//ella es voz para seguir descifrando//

La voz que ensordece

lo que una jauría de lobos ha masacrado con sus caninos dientes

para protestar lo que no han querido escuchar


Caperuza. Óleo sobre tela. 119 x 90 cm.

Perdidas en el bosque
SARA LÓPEZ

La mente de Cecilia Martínez es un bosque personal, ella ha sembrado cada uno de los miembros de la foresta que lo conforman, por medio de recuerdos, imágenes e imaginarios. A este bosque recurre cada vez que intenta crear, y con sus vigorosas manos, extrae de él los elementos con los que dará vida a una nueva pintura.

Durante años no ha dejado de practicar a la prima, usando óleo directo en tela y tinta sobre papel. Su trabajo posee todo el proceso experimental de gran maestra, pues es muy difícil de que una de sus piezas no se logre, pero lo más trascendente de su trabajo es el alto nivel expresivo con el que logra crear sus personajes. Cada uno parece adquirir vida propia y quererse salir de la bidimensionalidad, para saltarnos encima, quizá porque previamente merodeaban ese territorio animado que es su mente, en busca de su libertad. Experimentar en cerámica también ha sido una decisión afortunada, pues sus ejercicios a mano la han dotado de extrema habilidad, para no restarle expresión a sus figuras.


Yo vivo para amar. Cerámica. 2020.


El espía. Cerámica. 2020.


The Red Dance. Tinta y gesso sobre papel. 40 x 50 cm. 2020.

Perdidas en el bosque, es una serie de tintas, pinturas sobre papel y cerámicas, en los que Cecilia Martínez narra las condiciones de ser mujer, desde su percepción personal, aguda y crítica, pero dotada de gran sentido del humor, desmitificando la misma femineidad y dándole a cambio fuerza de autonomía, ataduras selectivas, libertinaje, candidez y complicidad. Utilizando como inspiración a los cuentos en donde aparece un lobo amenazante de las niñas que salen a vivir, convertido en sus manos en un alegre acompañante de aventuras. No hay idealismo en su obra, lo cual se agradece, a cambio hay una mujer emancipada de sus propios prejuicios y estereotipos, que se atreve a existir con las consecuencias que el dolor puede traer, pero que lo hace bajo sus propios preceptos. Aunque su obra no es feminista si es muy representativa del ser mujer.

El trabajo sobre papel de esta muestra es, aparte del contenido, una buena referencia del proceso completo del ejercicio pictórico en los que el soporte, la forma, el trazo y el significativo carácter de la artista se conjuntan para ofrecer al espectador, pequeñas obras maestras que no demeritan su valor, pues a cambio son de gran originalidad y fuerza artística.

Agradecemos su incursión en la figura de cerámica, para completar un fragmento de esta serie que encontró su guarida en la Sala Creadoras.


La casa chica. Tinta sobre papel. 60 x 70 cm. 2020.

Cecilia Martínez y el dibujo expandido
MARCO GRANADOS

Soy un simple accidente; ¿Por qué tomármelo todo tan en serio? - Émile Cioran

A un trazo enérgico, le sigue uno de apariencia nervioso, luego una mancha de tinta expandida, junto a una línea sutil; todo completa una intrincada red visual que se soporta en un papel, a veces corporizado también a partir de varias capas superpuestas, un papel que refleja ya los embates de las pinturas, las tintas y el agua. Por encima hay uno o varios personajes, cuya procedencia nos resulta reconocible y que sin embargo en su conjunción nos siembra dudas acerca de nuestros propios recuerdos. El poder comunicativo de cada composición, de cada imagen, se ve potencializado en tanto nuestra memoria encuentre eco en dichas relaciones y partir de ello sea capaz de construir el rompecabezas. Los dibujos, las pinturas y las esculturas en cerámica de Cecilia Martínez nos exigen una atención que trasciende una primera lectura.

Por otro lado, hay que decir que la destreza con la que trabaja sus dibujos proviene de años de práctica, de una gran cantidad de horas con ejercicios de taller en los que la impronta al principio era lo más importante, aunque con el tiempo eso fue dando paso a composiciones cada vez más elaboradas en las que, sin embargo, siempre hay lugar importante para el accidente. Así en su obra actual, aunque la figura humana resuelve igualmente gestual, también posee un sentido conceptual que supera, con mucho, la sola intención del dibujo anatómico desde sus proporciones y su purismo técnico.

Esos dibujos en los que conviven los trazos intencionados con los accidentes generados a partir de raspar, mojar, cortar y retrabajar la superficie son además desde hace unos años el fiel reflejo de sus preocupaciones formales y sustento para sus motivos temáticos. Ya sea que se trate de una escena de humor cáustico, una de extraña nostalgia o bien una de crítica social, sobre todo cuando puntualiza en las desigualdades en las que hemos habituado a desenvolvernos. La circunstancia desfavorable del género, la exigencia de visibilidad de la otredad y la enunciación de la necesidad de una sociedad más justa, por mencionar solo algunos ejemplos. Destaca sí, ya lo dije, siempre la figura humana, pero esta construye caprichosas escenas en las que las imágenes se componen de múltiples capas de información, de muchos layers como si de diseño gráfico se tratara dando por resultado una suerte de línea de tiempo dislocada y extraña.

Existe el riesgo de asumir que la obra se defina en la tradición de la ilustración o de la viñeta y, en efecto, hay mucho de ello, pero resulta en realidad que una buena parte de su praxis artística se basa en investigar, pesquisar, recopilar y almacenar información que luego utilizará de manera algo caprichosa pero puntual. Contrario a lo que parece, ningún elemento teórico, técnico y material en el trabajo está ahí por mera casualidad. Ese archivo personal en continuo crecimiento debe primero pasar por un proceso de asimilación y de ubicación, de catalogación digamos. En efecto, la obra tiene elementos y múltiples referencias transgeneracionales. Abreva desde su propio bagaje, desde su propia cultura y también se nutre de fragmentos del imaginario colectivo de, por lo menos, las últimas tres generaciones, de ahí la facilidad con que, por ejemplo, se desplaza su obra en redes sociales.

Gran parte de la obra bidimensional de Cecilia parte de la premisa de construir (y deconstruir) la imagen haciendo asociaciones, por más descabelladas que puedan parecer, de mezclar iconografías y datos que al final construyen collages, estos mucho más cercanos a la idea posmoderna del pastiche que de la simpleza de la parodia. Cada elemento remite a un espacio y un tiempo, un sesgo cultural, preferentemente de la cultura popular, de los mass media y con ello a un estilo de vida. Ahora bien, en las composiciones el o los personajes están permanentemente dispuestos en medio de una tensión que se proyecta en facciones y posturas rígidas, duras, en situaciones límite y en ocasiones al borde del colapso.

 

La mal querida. Tinta sobre papel. 2020.

Los dibujos de Cecilia, aún los aparentemente cándidos, son un retrato psicológico que cuestiona nuestra idea actual en muchos de los tópicos de la vida cotidiana.

No puedo dejar de mencionar que hay algunas constantes que de alguna manera funcionan como hilos conductores entre las distintas técnicas y las diferentes series que Cecilia Martínez meticulosamente elabora y entreteje: por un lado, el trazo poderoso, las formas crudas y una paleta de colores que refiere y nos devuelve a los óxidos y la tierra. Por otro el formato, que al ser de escala pequeña en un buen porcentaje, obliga al espectador a una aproximación y a una intimidad, cercanía que no siempre le resulta gozosa, si en cambio incómoda a ratos, pero atrayente e invariablemente reveladora siempre. Finalmente, y muy importante, hablo de una obra mayormente poblada por personajes femeninos en la que es visible una actitud amorosa y de empoderamiento, donde simultáneamente hay espacio para el valor y la resistencia, pero también para la fragilidad, la rabia e incluso el humor, en las cantidades justas para no victimizarse, sino para funcionar como una especie de mantra que propone que un día, no muy lejano, el dolor y la violencia dejen de ser el tema central en la convivencia humana.

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