Read the book: «Pasquines, cartas y enemigos», page 6

Font:

La enemistad y la literatura subversiva

En los casos por libelos el tema de la enemistad capital se hace muy explícita. En una petición de febrero de 1624 podemos presenciar una importante cantidad de aspectos relacionados con esta pasión. Se trata de un intenso pleito ocurrido en la ciudad de los Reyes del valle de Upar entre autoridades locales pertenecientes a dos grupos básicos de poder ocurrido el año anterior. Juan Moreno, alcalde ordinario e hijo y nieto de conquistadores, Pedro Ruiz de Tapia Villavicencio, alcalde de la Santa Hermandad, Pedro Zambrano, caballero regidor y capitular perpetuo, así como Juan Navarro de Oñate, vecino de la villa, sus hermanos y parientes, recibieron afrentas de las que se culpó a un grupo de poderosos de la villa: el capitán Gaspar de Mendoza, alguacil mayor de la ciudad, noble y principal, Juan de Montaño, tesorero, Miguel de Valmaceda, alférez real, Diego Daza, contador oficial y el capitán Luis de Nozasdaca, así como sus consortes, parientes y vecinos de estos.

El defensor de Moreno y sus allegados argüía que el grupo encabezado por Mendoza eran hombres ricos y poderosos que se habían “aliado” y “confederado” para injuriar a Moreno y a su grupo porque en el desempeño de sus oficios municipales habían procedido de manera justa y recta. Sin embargo, sus contrincantes “han jurado de destruirle su hacienda y honor”.164 Es el primer momento de la carta petitoria enviada a la Real Audiencia en la que emerge el tema de la enemistad, el cual continúa en las frases de que, con intención “dañada”,

le han llamado por escrito y de palabra perro mulato mal nacido hombre vil y bajo de poca suerte y calidad y reo de fe y que le habían de echar una cadena al cuello como a perro y hacerle guardar sus guerras y continuando su mal intento y luego unos meses después le atribuyeron como autor de unos libelos, no siendo así sino al contrario.165

En estas acusaciones están presentes una gran cantidad de expresiones de la existencia de una enemistad manifiesta: la injuria degradante usando palabras graves, la amenaza de provocarles un gran mal y la acusación de la publicación del libelo infamatorio en contra del grupo del capitán Mendoza. Juan Sánchez, defensor de Moreno, pedía para los ofensores que este “grave y atroz delito”166 fuera digno de “punición y castigo”.167

El libelo infamatorio —del cual no aparece un traslado o transcripción— que había aparecido fijado en “la ceiba de la plaza desta dicha ciudad”168 en el año 1623 fue el detonante de esta “guerra” entre dos facciones de la corporación capitular. El alguacil menor Francisco del Álamo fue quien encontró la injuria pegada al árbol y por ende el primero que lo “vio, leyó y quitó”,169 pero no lo quiso romper a pesar de las advertencias que muchas personas que allí estaban le hicieron. A pesar de esto, Moreno y su grupo se quejaban de que este oficial no había sido ni siquiera llamado a declarar a los tribunales de justicia.170

La Real Audiencia no parecía comprender muy bien lo perjudicial de juzgar este caso a través de autoridades regionales como el gobernador de Santa Marta, Antonio Maldonado de Mendoza, pues los lazos clientelares del grupo ofensor llegaban hasta allá. En el proceso de revocación de esta decisión y a favor de su parte, Sánchez expuso el concepto de enemistad mediante su expresión contraria, la amistad íntima, la cual era perjudicial a su parte:

Demás de que el dicho mi parte tiene por odiosos y sospechosos todas las justicias de aquella ciudad y su distrito por ser íntimos amigos de los dichos acusados y en particular el teniente de la dicha ciudad que es íntimo amigo de los dichos reos y come y bebe continuamente con ellos el cual dicho teniente es así mismo pariente del gobernador de Santa Marta por todo lo cual el dicho mi parte recusó a todos los sobredichos y yo en su nombre.171

El grupo de querellantes había intentado que las partes acusadas renunciaran al pleito, “componiéndose”, pero ante la resistencia fueron hechos presos por más de un mes y les fue enviado un pesquisidor especial. El grupo de Moreno se resistió a ser juzgado por los partidarios del gobernador e incluso por el juez pesquisidor, don Pedro de Silva, y su escribano. En su defensa también argüían que el grupo de Mendoza tenía enemigos más poderosos que ellos. Al final, en mayo de 1623, el juez pesquisidor informaba que soltaba de prisión a Moreno y que las partes habían decido “componerse amigablemente”.172 Menos de un año después el pleito se mantenía vigente, como lo hemos visto en las peticiones de 1624, y los acuerdos amigables seguían contaminados por la enemistad capital de los afectos al gobernador de Santa Marta: “Somos nos los dichos acusados sus enemigos sin dar la causa de la dicha enemiga habiendo otras muchas personas con más fuertes y legítimas causas que les han dado para que lo sean como lo son y han sido”.173 En otra parte del proceso decían de forma similar, “sin que obstase la enemiga que los dichos querellantes dicen que les teníamos”.174

En este capítulo hemos visto aparecer los conceptos de enemigo y enemistad capital (llamada también mortal y ‘enemiga’) en tres espacios y momentos clave: la esfera jurídica, específicamente en la defensa de un reo, el ámbito epistolar propiciado por choques jurisdiccionales entre autoridad civil y autoridad eclesiástica y en las escrituras subversivas, manifestaciones a su vez de pleitos entre dos grupos de poder civil y dirimidos asimismo en ámbito judicial. Estas situaciones nos permiten visualizar que el uso del concepto no estaba reducido al espacio jurídico, sino que hacía también parte de la vida social y de la vida política de diversas realidades territoriales, y en los casos aquí tratados, de las gobernaciones de Cartagena y de Santa Marta. En el próximo capítulo veremos amplificarse las circunstancias en las que la enemistad capital tenía lugar, así como los recursos de los cuales podían valerse los vasallos de la corona para denunciar las consecuencias, sobre todo políticas, del choque de voluntades.

105 Algunos estudiosos coinciden en que el “acto” inaugural de esta subdisciplina es su artículo Lucien Febvre, “La sensibilité et l’histoire: Comment reconstituer la vie affective d’autrefois?”. Annales d’histoire sociale, n.o 3 (1941): 5-20, aunque a este primer llamado le preceden trabajos como los de Jacob Burckhardt, Die Cultur der Ranaissance in Italien (Basel: Schweghauser, 1860) y Johan Huizinga, Herfsttij der Middeleeuwen. Studie over levels en gedachtenvormen der veertiende en vijftiende eew in Frankrijk en de Nederlanden, 1919 (El otoño de la Edad Media fue publicado en español en 1930), en los que se apela a sentimientos/emociones como el amor cortés, la pasión por la fama, la ambición, la maldad o la venganza en el libro de Burckhardt o al miedo, el deseo de venganza, la ira o la crueldad en el de Huizinga. El libro de Lucien Febvre publicado un año después del artículo citado da cuenta ya de las posibilidades del estudio de las emociones en la historia. Véase Lucien Febvre, El problema de la incredulidad en el siglo xvi: la religión de Rabelais. 1.ª ed. 1942 (Madrid: Akal, 1993).

106 Jan Plamper, The History of Emotions. An Introduction (Oxford: University Press, 2015).

107 Philippe Ariès, L’Enfant et la vie familiale sous l’Ancien Régime (París: Plot, 1960); Edward Shorter, The Making of the Modern Family (Nueva York: Basic Books, 1975); Jean-Louis Flandrin, Familles: parenté, maison, sexualité dans l’ancienne societé (París: Hachette, 1976).

108 Investigadores con reconocimiento internacional de la talla de Javier Moscoso incluso han llegado a afirmar que las emociones entendidas como construcciones culturales son ya parte de un programa de investigación parcialmente agotado, tanto desde la teoría como desde la historiografía. Moscoso señala un nuevo camino vinculado a la filosofía de la historia y relacionado con la exploración de las experiencias emocionales. Para Moscoso, el callejón sin salida de la historia de las emociones puede ser superado en la medida en que este tipo de historia se haga de forma explicativa, política y en clave comparada. Véase Javier Moscoso, “La historia de las emociones, ¿de qué es historia?”. Vínculos de historia 4 (2015): 15-27. Consultado el 6 de noviembre de 2019. DOI: 10.18239/vdh.v0i4.147.

109 Existen numerosas reflexiones sobre los recorridos y derroteros de esta subdisciplina histórica. Entre los más recientes y enfocados específicamente en la disciplina histórica se encuentra el de María Bjerg, “Una genealogía de la historia de las emociones”. Quinto Sol 23, n.o 1 (2019): 1-20. En América Latina ya se cuenta con un libro pionero en el área dirigido por María Eugenia Albornoz Velásquez titulado Sentimientos y justicia. Coordenadas emotivas en la factura de experiencias judiciales (Santiago de Chile: Acto Editores, 2016).

110 Justo Donoso, Diccionario teolójico, canónico, jurídico, litúrjico, bíblico, etc., t. 4 (Valparaíso: Imprenta y Librería del Mercurio, 1859). Donoso referencia once pasiones: amor, odio, deseo, aversión, gozo, tristeza, audacia, temor, esperanza, desesperación y cólera.

111 Hago derivar este término del de “emocionología”, acuñado por Peter N. y Carol Sterns en 1985 y que se refiere al conjunto de códigos y reglas que determinaban las experiencias subjetivas o los estándares colectivos emocionales de una sociedad. La definición exacta de emocionología que proporcionan los Stearns es: “Las actitudes o estándares que una sociedad o un grupo dentro de dicha sociedad mantiene hacia las emociones básicas y su adecuada expresión; los modos en los que las instituciones reflejan y estimulan estas actitudes en la conducta humana”. Peter N. Stearns y Carol Z. Stearns, “Emotionology: Clarifying the History of Emotions and Emotional Standards”. The American Historical Review 90, n.o 4 (1985): 813. Académicos como William Reddy se refieren de manera similar al estudio del ‘régimen emocional’ que coincide con la definición de emocionología dada por los Stern. Para una discusión teórica y metodológica más amplia sobre estos conceptos, véase Juan Manuel Zaragoza Bernal, “Historia de las emociones: una corriente historiográfica en expansión”. Asclepio. Revista de Historia de la Medicina y de la Ciencia 65, n.o 1 (2013). http://dx.doi.org/10.3989/asclepio.2013.12

112 Alfonso Fernández Tresguerres, “Sobre las pasiones”. Catoblepas. Revista Crítica del Presente 86 (2009): 3. Consultado el 6 de enero de 2020. http://nodulo.org/ec/2009/n086.htm

113 Jorge Brenes Morales, “El diablo en el origen mítico de las pasiones”. Filología y Lingüística 28, n.o 2 (2002): 163-170.

114 Alonso de la Peña Montenegro, Itinerario para párrocos de indios, libro II, edición crítica de C. Baciero et ál. (Madrid: Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1995), 486.

115 Susan J. Matt, “Recovering the Invisible. Methods for the Historical Study of Emotions”. En Doing Emotions in History, editado por S. J. Matt y P. N. Stearns (Urbana y Chicago, Illinois University Press, 2014), 43. Citado por Bjerg. “Una genealogía”, 12.

116 Manuel Tejado Fernández, La vida social en Cartagena de Indias (Sevilla: Escuela de Estudios Hispanoamericanos de Sevilla, 1954), 174.

117 Título 19, Ley 1, partida 2. Las siete partidas del sabio rey […] (Salamanca: Andrea de Portonaris, 1555), 64.

118 Don Antonio de Quevedo y Hoyos fue abogado de los reales Consejos y de Corte. Natural de Villarreinosa en las montañas de Castilla la Vieja. La información proviene de su Libro de indicios y tormentos que contiene toda la práctica criminal […] (Madrid: Imprenta de Francisco Martínez, 1632).

119 Quevedo, Libro de indicios, 57.

120 Quevedo especifica que Farinacci no estaba de acuerdo con este punto.

121 Lo llama enemigo universal del linaje humano.

122 Usa el proverbio “amigo reconciliado, enemigo doblado”.

123 Sebastián de Covarrubias, Tesoro de la lengua castellana o española (Madrid: Luis Sánchez, 1611), 350.

124 Felipe de Meneses, Luz del alma cristiana contra la ceguedad e ignorancia, 1.ª ed. 1545 (Medina del Campo: Francisco del Canto, 1582). Libro III. De los enemigos, 229. Este fue el texto de doctrina cristiana de Miguel de Cervantes Saavedra. Gonzalo Díaz Díaz, Hombres y documentos de la filosofía española (Madrid: Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1995), 478.

125 Ibíd.

126 Dato proporcionado en la acusación del fiscal de la Inquisición Juan Ortiz. AHN, Inquisición, leg.1620, exp. 18. En Manuel Tejado Fernández, Aspectos de la vida social en Cartagena de Indias durante el seiscientos, 1.ª ed. (Sevilla: Escuela de Estudios Hispano-Americanos, 1954), 333.

127 Ibíd.

128 Esto en jurisprudencia significa que los testigos, aunque son singulares, declaran hechos similares.

129 Tejado Fernández, Aspectos de la vida, 337.

130 Tejado Fernández, Aspectos de la vida, 338.

131 Ibíd.

132 Ibíd.

133 Ibíd.

134 Ibíd.

135 Ibíd.

136 Tejado Fernández, Aspectos de la vida, 339.

137 Ibíd.

138 Ibíd.

139 Ibíd.

140 Ibíd.

141 Ibíd.

142 Como decía Quevedo y Hoyos, el tratar a otro de judío podía ser causal de enemistad capital y al agregarle el adjetivo de infame se enfatizaba su condición de hereje o al menos de alguien sin crédito, reputación o muy malvado. En el capítulo 7 se estudian algunos aspectos particulares sobre las implicaciones de tachar a un congénere de judío.

143 AHN, Inquisición, 1620, exp. 18. Los comentarios sobre la parcialidad del Tribunal del Santo Oficio cartagenero en el caso de Gómez Barreto pueden revisarse en Ricardo Escobar Quevedo, Inquisición y judaizantes en América española (siglos xvi-xvii) (Bogotá: Universidad del Rosario, 2008), 197; 377.

144 Meneses, Luz del alma, 229

145 agi, Santa Fe, leg. 228. En Juan Friede, Fuentes documentales para la historia del Nuevo Reino de Granada. Desde la instalación de la Real Audiencia en Santafé, t. 8, 1581-1590 (Bogotá: Biblioteca del Banco Popular), 21.

146 Friede, Fuentes documentales, 21.

147 Friede, Fuentes documentales, 28.

148 Friede, Fuentes documentales, 21.

149 Friede, Fuentes documentales, 23.

150 Ibíd.

151 Friede, Fuentes documentales, 24.

152 Friede, Fuentes documentales, 25

153 Ibíd.

154 Ibíd.

155 Friede, Fuentes documentales, 26.

156 Friede, Fuentes documentales, 27.

157 Ibíd.

158 Ibíd.

159 Ibíd.

160 Friede, Fuentes documentales, 31.

161 Friede, Fuentes documentales, 32.

162 Friede, Fuentes documentales, 35.

163 Keith Dockray y Alan Sutton, Henry VIII: The Evolution of a Reputation (Gran Bretaña-Estados Unidos: Fonthill Media Limited, 2016).

164 AGN, Colonia, Criminales (Juicios): SC 19, 79, D3, f.212r.

165 Ibíd.

166 Ibíd.

167 Ibíd.

168 AGN, Colonia, Criminales (Juicios): SC 19, 79, D3, f.224r.

169 Ibíd.

170 Ibíd.

171 AGN, Colonia, Criminales (Juicios): SC 19, 79, D3, f.213r.

172 AGN, Colonia, Criminales (Juicios): SC 19, 79, D3, f.226r.

173 AGN, Colonia, Criminales (Juicios): SC 19, 79, D3, f.224r.

174 AGN, Colonia, Criminales (Juicios): SC 19, 79, D3, f.219r.

Capítulo 3 La ‘voz del papel’: quejas enviadas desde América al rey y al papa
Comunicación y súplica política

La comunicación política en el mundo moderno era de una gran vivacidad. Como nos lo recuerda el historiador Filippo de Vivo, la comunicación política no era una oposición de categorías abstractas al estilo habermasiano, una oposición entre el poder y el público, sino, muy al contrario, una interacción entre múltiples actores comprometidos con el conflicto político.175 La comunicación política implicaba la circulación de impresos, manuscritos y voces que informaban sobre los diversos acontecimientos políticos que se vivían en el propio territorio o en el exterior.176 Esa comunicación política era ella misma “el terreno del conflicto y del compromiso, de las posibilidades y de las dificultades”.177 Cuando se habla de comunicación se pone “el acento sobre las personas” y se “subraya la interacción humana creada del intercambio de noticias a todos los niveles sociales”.178

El intercambio epistolar será la fuente esencial en la que nos centraremos en este capítulo. Un intercambio caracterizado por la transmisión de noticias de extrema gravedad provocadas por importantes conflictos que afectaron a la gente de la América hispánica en la primera mitad del siglo XVII. En esas comunicaciones podremos constatar que ellas son “los nervios del gobierno”,179 y de gran importancia en los imperios de gran extensión.

Desde la época de Felipe II se ha caracterizado a su imperio como un “imperio de papel”, debido al gran peso que cobró la comunicación escrita. El largo tiempo que les llevaba a las cartas cruzar el Atlántico y la larga espera de una respuesta no cohibieron a los súbditos frente al el recurso de la acción escrituraria y de denuncia. Horas y horas de tinta manuscrita se enviaban en los barcos con la esperanza de informar, sugerir, persuadir y esperar soluciones. El inquisidor Juan de Mañozca en una de sus cartas se refirió a una causa que generó una intensa correspondencia como “la que ha revuelto el mundo y adelgazado las plumas de los comprehendidos contra mí”.180

En este capítulo nos importa insistir en la estrecha relación existente entre el proceso comunicativo y el llamado ‘derecho de petición’. Incluso podemos afirmar que el flujo de noticias entre España y América estaba mediado por la legitimidad de ese derecho, asentado ya en los anales de la historia medieval. Esta práctica puede rastrearse desde el siglo VI, cuando los súbditos de los reinos cristianos se dirigían a sus monarcas en “petición de gracias o reparación de agravios”.181 La posibilidad de que los súbditos se comunicaran con su monarca estaba basada en el “carácter de instancia judicial suprema que encarnaba el rey y en el deber moral y religioso de este de tratar con piedad y condescendencia a sus súbditos”.182 Las peticiones de justicia se extendieron también a las gracias y mercedes que no podían exigirse por vía judicial. En los siglos XVI y XVII esa práctica seguía vigente, tal como pueden atestiguarlo la inmensa cantidad “de cartas y memorándums dirigidos en esta época a monarcas, validos y ministros”.183 Antonio García Cuadrado señala también que el derecho de petición era una práctica inmemorial en el derecho canónico. Las súplicas o consultas que presentaban los fieles y las autoridades eclesiásticas eran respondidas por la Santa Sede en los llamados rescriptos.184

La atención colectiva185 de los historiadores hacia este tipo de documentación se ha acrecentado solo a comienzos del siglo XXI en la historiografía europea186 y podemos decir que se encuentra en ciernes en los territorios ibéricos e iberoamericanos.187

Lex Heerma van Voss expresa con claridad lo que las peticiones representan:

Demandas por un favor o por la corrección de una injusticia, dirigida a alguna autoridad establecida. Como la distribución de la justicia y la generosidad son partes importantes del gobierno, los gobernantes difícilmente pueden negar a sus sujetos el derecho a aproximarse a ellos y a implorarles el ejercicio de la justicia o la concesión de un favor.188

Cecilia Nubola observa de manera certera, que mediante las peticiones es posible verificar formas y modalidades fundamentales de la comunicación entre la sociedad y las instituciones del antiguo régimen. Por medio de ellas se pueden reconstruir los mecanismos de mediación, represión, aceptación y acuerdos implementados por los soberanos como respuesta a las solicitudes de la sociedad.189 La comunicación entre súbditos y monarcas es una vía privilegiada por cuanto en torno de la imagen del rey se gestaron mitos y representaciones específicas. El soberano podía ser considerado padre, juez, legislador, referente de justicia y de equidad. Como estas ideas se encarnaban en el representante supremo de una comunidad, las súplicas estaban dirigidas preferentemente a la autoridad suprema.190 En los casos específicos que trataremos, usaremos una gran parte de misivas dirigidas al rey de España y unos ejemplos de súplicas al papa. Un estudio detallado del contenido y dinámica de las cartas nos permitirá hacer eco de André Holenstein, quien enfatiza el cambio reciente de perspectiva que ha habido en la historiografía con respecto al significado de los memoriales o ‘súplicas’, los cuales muestran la capacidad de los súbditos de opinar y de rebatir la imagen del vasallo obediente y sometido.191

The free excerpt has ended.

Genres and tags
Age restriction:
0+
Volume:
429 p. 16 illustrations
ISBN:
9789587846652
Copyright holder:
Bookwire
Download format:
epub, fb2, fb3, ios.epub, mobi, pdf, txt, zip