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Ahora bien, a pesar de los múltiples vínculos y solapamientos hallados no puede hablarse de una identificación plena entre elites políticas y elites económicas –es decir, de un bloque de poder– en la España de la Restauración, sino que sería más adecuado aludir a la dispersión y fragmentación de unas elites bastante heterogéneas. Y tampoco queda probada la subordinación de la política a los intereses económicos. Más bien habría que asumir una relación compleja, cambiante y de doble sentido entre poder Cabrera y Fernando del Rey han denominado su instrumentación recíproca. De este modo la nueva historia política confluye con la historia empresarial, que ha llegado por su lado a conclusiones similares y ha construido, a partir de enseñanzas como las de Linz, modelos muy precisos y matizados, no exentos de carga polémica.40 Incluso cuando las elites económicas y políticas coincidían, éstas utilizaban, en palabras de María Sierra, diferentes argumentos de poder, no necesariamente confluyentes, según el momento.41 Es decir, los nuevos historiadores de la política, aunque defienden la autonomía de lo político, se hallan a medio camino entre las dos posiciones encontradas hasta ahora sobre este tema: la que separaba por completo las actitudes políticas de las presiones económicas y la que hacía depender las primeras de las últimas.

Al margen de esta nueva historia política, ha habido intentos de mostrar las numerosas connivencias entre buscadores de negocios ilícitos o monopolistas y políticos complacientes, lo cual debería abrir camino a averiguaciones concretas sobre formas de corrupción.42 Pero la respuesta a la corriente principal reseñada ha procedido ante todo de otra tendencia interpretativa, que podría denominarse historia social agraria, asentada en supuestos distintos, como la preferencia por la pequeña comunidad rural como ámbito de análisis, la consideración del poder político como un mero instrumento en manos de las oligarquías locales para perpetuar su hegemonía social –es decir, para lo que se llama reproducirse socialmente– y la identificación de estas oligarquías con los propietarios de los medios de producción, especialmente de la tierra.43 Algo que coincide con un renovado interés por las elites agrarias, que vuelven a situarse en el centro de la escena. De hecho, la historia agraria o rural puede ya considerarse como una disciplina cuasi independiente, y muchos de los historiadores que se dedican a su estudio, que a menudo proceden de la historia económica, han actualizado las viejas tesis marxistas sobre el bloque oligárquico de poder, pero circunscribiéndolas ahora al ámbito local y desprendiéndolas de la obsesión por la excepcionalidad española.

Los esfuerzos de estos historiadores han dado fruto en dos campos de estudio estrechamente relacionados entre sí: el poder local y las elites agrarias. El análisis de los ayuntamientos ha mostrado las características socioeconómicas y profesionales de sus miembros, concejales y alcaldes, que ratifican la perpetuación en los cargos de los mayores contribuyentes de cada localidad, cuya riqueza provenía de la tierra. Dicho de otro modo, estos trabajos han mostrado cómo el acceso al poder local en la España liberal estaba determinado por condicionamientos de clase. Las oligarquías agrarias utilizaban los resortes municipales para controlar elementos cruciales en la vida de las comunidades rurales, como la mayor parte de los impuestos, el reclutamiento para el servicio militar, el reparto del agua para el regadío, la gestión de los bienes comunales –privatizados por esas oligarquías– y el aparato judicial, que les permitía contener y reprimir las protestas de las clases subordinadas. Más aún, los poderes locales servían para regular las transformaciones económicas en el campo, manteniéndolas bajo el control de los poderosos. Por otra parte, las prácticas clientelares entre propietarios y campesinos permitían una gran extensión del fraude electoral, lo cual facilitaba a su vez la continuidad de los terratenientes en los puestos de mando.44 Sin embargo, algunos historiadores han introducido matices en esta imagen monolítica al señalar que el sistema no permaneció inmóvil, que en muchos lugares las instituciones locales vivieron conflictos políticos agudos entre facciones rivales y que la existencia de mecanismos legales de representación abrió la posibilidad de que vecinos no pertenecientes a las elites agrarias se hicieran con el poder local, lo que ocurrió con frecuencia conforme progresó la politización del campo. Además, los dirigentes locales, más allá del cuidado de sus propias fortunas, buscaron legitimarse a través de la representación de los intereses generales de sus comunidades.45

Por otro lado, recientemente han proliferado los estudios sobre elites agrarias, tanto sobre pequeñas elites locales como sobre grandes familias propietarias. En ellos, la política ocupa un lugar secundario, ya que la atención se centra en la gestión económica de los patrimonios agrarios y en las estrategias familiares –matrimonios, herencias– que emplearon para conservar y ampliar dichos patrimonios. El protagonismo político de estas elites se concibe como una consecuencia casi automática de su relevante posición social. No obstante, hay algunos aspectos de estos estudios que afectan de lleno a la conceptualización del sistema político, ya que la endogamia de las oligarquías se trasladaba a las instituciones públicas y su influencia a nivel local se reforzaba gracias a sus contactos políticos a nivel estatal. Se han señalado asimismo diferencias entre las elites agrarias en cuanto a su adscripción ideológica o partidista: así, los nobles terratenientes solían adherirse a los sectores más conservadores y los medianos propietarios, a los progresistas. Del mismo modo, el análisis de las elites agrarias ha detectado continuidades y discontinuidades entre el Antiguo Régimen y la época liberal, subrayando la renovación de las elites que provocaron los procesos de desamortización y desvinculación de bienes eclesiásticos, municipales y nobiliarios a mediados del siglo XIX.46 Las reformas agrarias trajeron consigo en varias regiones españolas la emergencia de nuevas elites procedentes de grupos subordinados con anterioridad a la aristocracia –aunque en algunos casos lograran emparentar con ella– que hallaron su apogeo en la Restauración. En general, la historia social agraria rechaza el supuesto fracaso de la revolución liberal-burguesa en España y subraya –contra lo que hacían sus antecedentes marxistas– el completo dominio a lo largo el siglo XIX y comienzos del XX de los valores y las instituciones característicos de la sociedad capitalista, aunque fuera agraria, no industrial, sobre los restos feudales del Antiguo Régimen.

A pesar de sus evidentes diferencias, ambas interpretaciones comparten algunas características comunes: subrayan las estrechas relaciones entre poder político y poder económico, aunque poniendo el acento en uno o en otro a la hora de señalar precedencias. Remarcan asimismo las múltiples v inculaciones económicas, profesionales, familiares y de clientela de los políticos de la España liberal con sus respectivos entornos locales y electorales, cuyos intereses representaban en el parlamento. Y valoran especialmente la importancia de las elites periféricas respecto al poder central. Los miembros de estas elites hacían de intermediarios entre sus respectivas comunidades y el gobierno, como sus equivalentes de otros países europeos. Con ello se pone en cuestión la clásica división que establecieron los intelectuales entre España oficial y España vital. Las elites no vivían al margen sino en contacto permanente con las preocupaciones del país, o por lo menos de la población más activa en la vida política.

* * *

Así pues, puede afirmarse que las elites de la España liberal, sobre todo de la época de la Restauración, han ocupado un lugar central en la historiografía española de las últimas cuatro décadas y han originado hallazgos y debates más que notables. El futuro de este campo de estudio depende del remedio que se ponga a sus deficiencias, de la profundización en algunos terrenos ya explorados y de la entrada en él de nuevos enfoques. Para ello convendría incrementar los contactos de los historiadores con otros especialistas en ciencias sociales e inducir un diálogo crítico con las teorías sociológicas recientes acerca de las elites, más allá del conocimiento de los clásicos; asimismo, habría que analizar grupos sociales hasta ahora desatendidos.

Las controversias sobre los lazos entre poderes económicos y políticos seguirán, previsiblemente, llenando páginas, más y más atinadas cuanto más avance la exploración de períodos relativamente olvidados y aumente el aporte de fuentes primarias y obras de referencia. A este respecto, está en marcha la elaboración de un gran Diccionario biográfico de los parlamentarios españoles, que sin duda marcará un hito en el examen de las elites políticas. Pero, hoy por hoy, las perspectivas más prometedoras proceden de una posible historia cultural de las elites que, en íntimo contacto con la historia social, la antropología cultural y la historia cultural de la política, se adentre en el mundo de lo simbólico y calibre su peso en el ejercicio del poder, describa los rituales y lenguajes asociados al mismo, los ámbitos de sociabilidad frecuentados por las elites, los espacios domésticos y públicos en que se movían y, en general, sus modos de vida y sus costumbres. En definitiva, la manera en que las elites se percibían a sí mismas y se veían reconocidas como tales.

Como ponen de manifiesto las contribuciones a este volumen, la historiografía española se ha liberado ya de generalizaciones sin base empírica y de complejos excepcionalistas, pero aún queda mucho por hacer.

* En este texto se recogen y ordenan algunas reflexiones surgidas con motivo del coloquio «Le elites in Italia e in Spagna (1850-1922)», sin ánimo alguno de realizar un recorrido historiográfico exhaustivo.

1 Joaquín Costa: «Memoria de la sección» (1901), en Oligarquía y caciquismo como la forma actual de gobierno en España. Urgencia y modo de cambiarla, vol. I, Madrid, Revista de Trabajo, 1975, pp. 1-98. José Ortega y Gasset: «España invertebrada. Bosquejo de algunos pensamientos históricos» (1922), en Obras Completas, tomo III (1917/1925), Madrid, Taurus/Fundación José Ortega y Gasset, 2005, pp. 421-512.

2 José María Jover: «Conciencia burguesa y conciencia obrera en la España contemporánea» (1952), en Política, diplomacia y humanismo popular en la España del siglo XIX, Madrid, Turner, 1976, pp. 45-82 (cita en p. 68).

3 Jesús Pabón: Cambó, 1876-1918, Barcelona, Alpha, 1952.

4 Jaume Vicens Vives y Montserrat Llorens: Industrials i polítics del segle XIX, Barcelona, Teide, 1958.

5 Manuel Tuñón de Lara: Historia y realidad del poder (el poder y las elites en el primer tercio de la España del siglo XX), Madrid, Cuadernos para el Diálogo, 1967 (citas en pp. 15 y 26). Charles Wright Mills: La élite del poder, México, Fondo de Cultura Económica, 1957 (1.ª ed. 1956).

6 Miguel Á. Cabrera: «Developments in Contemporary Spanish Historiography: From Social History to the New Cultural History», The Journal of Modern History 77, 2005, pp. 988-1023. Manuel Pérez Ledesma: «Protagonismo de la burguesía, debilidad de los burgueses», Ayer 36, 1999, pp. 65-94.

7 Santos Juliá: «Anomalía, dolor y fracaso de España», Claves de Razón Práctica 66, 1996, pp. 10-21, y «La Historia Social y la historiografía española», en Antonio Morales Moya y Mariano Esteban de Vega (eds.): La historia contemporánea en España, Salamanca, Universidad de Salamanca, 1996, pp. 183-196. «El Sonderweg», en David Blackbourn y Geoff Eley: The Peculiarities of German History, Nueva York, Oxford University Press, 1984, y Paul Corner: «The Road to Fascism: an Italian Sonderweg?», Contemporary Euro-pean History 11, 2, 2002, pp. 273-295.

8 Una aproximación temprana, en Guillermo Gortázar: «Investigar las elites: nuevas perspectivas», Espacio, Tiempo y Forma, Serie V, H.ª Contemporánea 3, 1990, pp. 15-24.

9 Diccionario de la lengua española, Madrid, Real Academia Española, 1984, 1992 y 2001. El Libro de estilo de ABC, Barcelona, Ariel, 1993, recomendaba «elite», «hispanizándola definitivamente; y, por supuesto, sin acento, para evitar la pronunciación esdrújula antietimológica» p. 102; mientras que el Libro de estilo El País, Madrid, El País, 1996, prefería «élite» porque «el uso de los hablantes, aunque erróneo, ha confirmado la acentuación esdrújula» p. 296.

10 Pedro Carasa: «De la Burguesía a las Elites, entre la ambigüedad y la renovación conceptual», Ayer 42, 2001, pp. 213-237.

11 Juan Pro Ruiz: «La formación de la clase política liberal en España (1833-1868)», Historia Contemporánea 23, 2001, pp. 445-481.

12 Los más importantes son los de Joseba Agirreazkuenaga Zigorraga, Susana Serrano Abad, José Ramón Urquijo Goitia y Mikel Urquijo Goitia: Diccionario biográfico de los parlamentarios de Vasconia (1808-1876), Vitoria, Parlamento Vasco, 1993, y Pedro Carasa (dir.): Elites castellanas de la Restauración. I. Diccionario biográfico de parlamentarios castellanos y leoneses (1876-1923), Salamanca, Junta de Castilla y León, 1997.

13 Véanse algunos ejemplos. Sobre parlamentarios, José Luis Gómez-Navarro, Javier Moreno Luzón y Fernando del Rey Reguillo: «La elite parlamentaria entre 1914 y 1923», en Mercedes Cabrera (dir.): Con luz y taquígrafos. El Parlamento en la Restauración (1913-1923), Madrid, Taurus, 1998, pp. 103-142, y Francisco Acosta Ramírez: La cámara elitista: el Senado español entre 1902 y 1923, Córdoba, Ediciones de la Posada, 1999, pp. 269-382; «Ministros», en José Manuel Cuenca Toribio y Soledad Miranda García: El poder y sus hombres: ¿por quiénes hemos sido gobernados los españoles?, 1705-1998, Madrid, Actas, 1998.

14 Fernando del Rey Reguillo: «La historia empresarial y la historia política en la España contemporánea», Ayer 50, 2003, pp. 333-353. Véase como muestra Eugenio Torres Villanueva (dir.): Los 100 empresarios españoles del siglo XX, Madrid, LID, 2000, dentro de una nutrida colección de historia empresarial.

15 Entre las excepciones debe citarse a Francisco Villacorta Baños: Profesionales y burócratas. Estado y poder corporativo en la España del siglo XX, 1890-1923, Madrid, Siglo XXI, 1989.

16 Ejemplos de ambos tipos en Juan Carmona: Aristocracia terrateniente y cambio agrario en la España del siglo XIX. La casa de Alcañices (1790-1910), Salamanca, Junta de Castilla y León, 2001, y Martín Rodrigo Alharilla: Los Marqueses de Comillas 1817-1925. Antonio y Claudio López, Madrid, LID, 2001.

17 El primer trabajo importante publicado por Linz sobre las elites españolas fue «Continuidad y discontinuidad en la élite política española: de la Restauración al régimen actual», en Elías Díaz y Raúl Morodo (eds.): Estudios de Ciencia Política y Sociología. Homenaje al profesor Carlos Ollero, Madrid, Carlavilla, 1972, pp. 361-423.

18 Juan J. Linz, Pilar Gangas y Miguel Jerez: «Spanish Diputados: From the 1876 Restoration to Consolidated Democracy», en Heinrich Best y Maurizio Cotta (eds.): Parliamentary Representatives in Europe 1848-2000: Legislative Recruitment and Careers in Eleven European Countrie, Oxford, Oxford University Press, 2000, pp. 371-462, y Juan J. Linz, Miguel Jerez y Susana Corzo: «Ministers and Regimes in Spain: From the First to the Second Restoration, 1874-2002», en Pedro Tavares de Almeida, Antonio Costa Pinto y Nancy Bermeo (eds.): Who Governs Southern Europe? Regime Change and Ministerial Recruitment, 18502000, Londres, Frank Cass, 2003, pp. 41-116.

19 Es el caso de William Genieys: Las elites españolas ante el cambio de régimen político. Lógica de Estado y dinámicas centro-periferias en el siglo XX, Madrid, Centro de Investigaciones Sociológicas, 2004.

20 Véanse Pablo Díaz Morlán: Los Ybarra. Una dinastía de empresarios, 1801-2001, Madrid, Marcial Pons Historia, 2002, y Gabriel Cardona: Los Milans del Bosch, una familia de armas tomar. Entre la revolución liberal y el franquismo, Barcelona, Edhasa, 2005.

21 Muestras significativas, en Isabel Burdiel y Manuel Pérez Ledesma (coords.): Liberales, agitadores y conspiradores. Biografías heterodoxas del siglo XIX, Madrid, Espasa, 2000; Javier Moreno Luzón (ed.): Progresistas. Biografías de reformistas españoles, 1808-1939, Madrid, Taurus, 2006, y Rafael Serrano García (coord.): Figuras de la Gloriosa. Aproximación biográfica al Sexenio democrático, Valladolid, Universidad de Valladolid, 2006.

22 Me refiero a José Álvarez Junco: Alejandro Lerroux. El Emperador del Paralelo, Madrid, Síntesis, 2005 (1.ª ed. 1990); Javier Moreno Luzón: Romanones. Caciquismo y política liberal, Madrid, Alianza, 1998, e Isabel Burdiel: Isabel II. No se puede reinar inocentemente, Madrid, Espasa, 2004.

23 Isabel Burdiel: «La dama de blanco. Notas sobre la biografía histórica», en Burdiel y Pérez Ledesma (eds.): Liberales, agitadores y conspiradores, pp. 17-47.

24 Pedro Carasa (ed.): Elites. Prosopografía contemporánea, Valladolid, Universidad de Vallado-lid, 1994.

25 Véase, por ejemplo, el monográfico dedicado a «El poder local en la España contemporánea», Hispania 201, 1999, pp. 7-111.

26 Jesús Cruz: Los notables de Madrid. Las bases sociales de la revolución liberal española, Madrid, Alianza, 2000; Isabel Burdiel: La política de los notables. Moderados y avanzados durante el régimen del Estatuto Real 81834-36, Valencia, Alfons el Magnànim, 1987; Anaclet Pons y Justo Serna: La ciudad extensa. La burguesía comercial-financiera en la Valencia de mediados del XIX, Valencia, Diputació de València, 1992, y Gregorio de la Fuente Monge: Los revolucionarios de 1868. Elites y poder en la España liberal, Madrid, Marcial Pons Historia, 2000.

27 Costa: «Memoria de la sección», Oligarquía y caciquismo.

28 José Ortega y Gasset: «Vieja y nueva política» (1914), en Obras Completas. Tomo I (1902-1915), Madrid, Taurus/Fundación José Ortega y Gasset, 2004, pp. 707-737.

29 Francesco Regalzi: «L’élite del potere de Charles Wright Mills (1956-2006). Cinquant’anni di interpretazioni», Teoria política 22, 1, 2006, pp. 137-172. William Genieys: «Nouveaux regards sur les elites du politique», Revue Française de Science Politique 56, 2006, pp. 121-147.

30 Ricardo Miralles y José Luis de la Granja: «Poder y elites en la obra de Manuel Tuñón de Lara», Historia Social 20, 1994, pp. 115-133.

31 Raymond Carr: España 1808-1939, Barcelona, Ariel, 1969 (1.ª ed. 1966). Frances Lannon y Paul Preston (eds.): Elites and Power in Twentieth-Century Spain. Essays in Honour of Sir Raymond Carr, Oxford, Clarendon Press, 1990.

32 José Varela Ortega: Los amigos políticos. Partidos, elecciones y caciquismo en la Restauración (1875-1900), Madrid, Marcial Pons Historia, 2001 (1.ª ed. 1977).

33 Juan J. Linz: «Política e intereses a lo largo de un siglo en España, 1880-1980», en Manuel Pérez Yruela y Salvador Giner (eds.): El corporatismo en España, Barcelona, Ariel, 1988, pp. 67-123.

34 Javier Moreno Luzón: «Teoría del clientelismo y estudio de la política caciquil», Revista de Estudios Políticos 89, 1995, pp. 191-224.

35 Por ejemplo, Rosa Ana Gutiérrez, Rafael Zurita y Renato Camurri (eds.): Elecciones y cultura política en España e Italia (1890-1923), Valencia, Universitat de València, 2003, y Manuel Baiôa (ed.): Elites e Poder. A crise do Sistema Liberal em Portugal e Espanha (1918-1931), Évora, CIDEHUS, 2002. También se ha comparado la España de la Restauración con la Argentina del mismo período: Claudia Elina Herrera: Elites y poder en Argentina y España en la segunda mitad del siglo XIX, Madrid, Universidad Complutense, 2003.

36 José Varela Ortega (dir.): El poder de la influencia. Geografía del caciquismo en España (1875-1923), Madrid, Marcial Pons Historia/Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 2001.

37 Rafael Zurita Aldeguer: Notables, políticos y clientes. La política conservadora en Alicante. 18751898, Alicante, Generalitat Valenciana/Instituto «Juan Gil-Albert», 1996.

38 Carasa (dir.): Elites castellanas de la Restauración. II. Una aproximación al poder político en Castilla, pp. 7-123.

39 María Antonia Peña Guerrero: Clientelismo político y poderes periféricos durante la Restauración. Huelva 1874-1923, Huelva, Universidad de Huelva, 1998.

40 Mercedes Cabrera y Fernando del Rey Reguillo: El poder de los empresarios. Política e intereses económicos en la España contemporánea (1875-2000), Madrid, Taurus, 2002, y «De la oligarquía y el caciquismo a la política de intereses. Por una relectura de la Restauración», en Manuel Suárez Cortina (ed.): Las máscaras de la libertad. El liberalismo español 1808-1950, Madrid, Marcial Pons Historia / Fundación Práxedes Mateo Sagasta, 2003, pp. 289-325.

41 María Sierra: La política del pacto. El sistema de la Restauración a través del Partido Conservador sevillano (1874-1923), Sevilla, Diputación de Sevilla, 1996.

42 José A. Piqueras Arenas: «Negocios y política en el siglo XIX español», en Javier Paniagua y José A. Piqueras (eds.): Poder económico y poder político, Valencia, UNED, 1998, pp. 11-52.

43 Salvador Cruz Artacho: «Clientes, clientelas y política en la España de la Restauración», Ayer 36, 1999, pp. 105-129.

44 M. González de Molina: «La funcionalidad de los poderes locales en la economía orgánica», Noticiario de Historia Agraria 6, 1993 pp. 9-25. Salvador Cruz Artacho: Caciques y campesinos. Poder político, modernización agraria y conflictividad rural en Granada, 1890-1923, Madrid, Ediciones Libertarias, 1994.

45 Lourenzo Fernández Prieto, Xosé M. Núñez Seixas, Aurora Artiaga Rego y Xesús Balboa (eds.): Poder local, elites e cambio social na Galicia non urbana (1874-1936), Santiago de Compostela, Parlamento de Galicia/Universidade de Santiago de Compostela, 1997. Isabel Moll y Pere Salas: «Las pequeñas elites agrarias y su participación en la vida política durante la segunda mitad del siglo XIX», Ayer 48, 2002, pp. 159-183.

46 María Dolores Muñoz Dueñas (ed.): «Las elites agrarias en la Península Ibérica», Ayer 48, 2002, pp. 9-221. Jesús Millán García-Varela: El poder de la tierra. La sociedad agraria del Bajo Segura en la época del liberalismo 1830-1890, Alicante, Instituto de Cultura Juan Gil-Albert, 1999. Rosa María Almansa Pérez: Familia, tierra y poder en la Córdoba de la Restauración, Córdoba, Universidad de Córdoba, 2005.